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Esa noche decidí hacer una investigación sobre Verónica Rivera.

Esperaba encontrar algo enorme, algo que pudiera relacionarse con el caso.

En una hora, quedé decepcionada y aplastada.

Me las arreglé para encontrar casi nada más que la escuela a la que asistía y el hecho de que era heredera de una empresa multimillonaria.

No había nada más, como si los motores de búsqueda fueran sobornados para evitar exponer cualquier información importante.

Ahí estaba la foto de Samantha con su hermana cuando eran adolescentes. Samantha con uniforme, sonriendo alegremente a la cámara, y la que tiene expresiones estoicas era, sin duda, Verónica.

¿Era posible que una hermana tuviera tanto odio por alguien que era prácticamente parte de sí?

Escuché que los gemelos, especialmente los idénticos, eran muy cercanos.

¿Qué las había apartado?


Justo entonces mis pensamientos fueron interrumpidos por un golpe en la puerta.

Miré el reloj.

Eran más de las once de la noche.

¿Quién podría estar en la puerta a esta hora?

Miré por la mirilla y vi que no había nadie.

Hubo un golpe de nuevo, esta vez más urgente y un poco más fuerte.

- ¿Quién es? - dije sin recibir respuesta.

Cogí mi arma que estaba escondida debajo de mi almohada, la cargué y con la otra mano abrí la puerta.

- ¡Whoa! ¡No dispares! Soy yo -

La mano voló a mi boca. - Oh Dios mío. ¡Samantha! -

Entró y cerró la puerta de una patada.

A continuación, alcanzó la pistola en mi mano y colocó el seguro en su lugar.

Ella me sonrió. - Estoy impresionada de que estés siguiendo mis instrucciones -

La abracé ferozmente, mi cabeza en su cuello, y mis ojos se humedecieron.

Me devolvió el abrazo. - Voy a llenarte de barro. Necesito una ducha. ¿Dónde está el baño? -

Señalé en la dirección de la misma.

Sabía que mis ojos todavía estaban llenos de lágrimas cuando la miré. Su cabello se había vuelto más largo, me di cuenta de que no se lo había lavado durante días, la grasa era bastante evidente. Su rostro había perdido el brillo y parecía cansada en general.

- También necesito ropa limpia, por favor - dijo, un segundo después agregó. - Y ropa interior si es posible también -

Sonreí. - Veré que puedo encontrar -

- Perfecto -

Puse la ropa mientras Samantha tomaba un baño de veinte minutos. Cuando salió del baño, se veía mejor más limpia.

Olía a mi Shampoo.

Comenzó a vestirse lentamente y cuando se dio cuenta de que estaba mirando, me guiñó un ojo.

Se estaba calentando aquí.

Encendí el aire acondicionado.

Se las arregló para verse jodidamente caliente con una camisa de mi hermano, a la cual le dobló las mangas, y un pantalón que le quedaba arriba de lo tobillos.

- ¿A qué hora llega tu hermano del trabajo? -

- Hoy tiene un turno de noche. No volverá hasta mañana por la mañana -

Sus ojos brillaban con picardía.

Pasé una mano por mi cabello deseando al menos haber usado algo más sexy, como de seda. En lugar de la camiseta y los pantalones cortos que llevaba puesto, Samantha me cruzó y caminó hacia el refrigerador.

Lo abrió y sacó una caja de leche que tragó y luego procedió a devorar galletas de la caja que estaba en el mostrador de la cocina.

Me reí. - Hice la cena, ¿Te gustaría sentarte y comer? -

- Oh, sí, eso sería bueno -

Se acomodó en el comedor y comió el puré de papas, salsa y los sándwiches de queso a la parrilla como una mujer que tenía acceso limitado a la comida por meses. Había estado hambrienta durante mucho tiempo.

Samantha me vio observándola y señaló el plato casi limpio. - Esto es bueno. Mi oferta de matrimonio sigue en pie -

- Así que quieres casarte conmigo solo por la comida - decidí molestarla.

Ella negó con la cabeza. - Por todo lo demás que viene con la comida. Tu sonrisa, Abi, me da la esperanza de que todavía hay espacio para la normalidad en mi jodida vida -

Y la habitación se llenó de silencio.

No había sido sarcástica en ese momento, había dicho la verdad.

- Luces delgada ¿No has estado comiendo? ¿Vivías sola en la cabaña? -

Ella soltó una risa seca, tomando un sorbo de vino - No tienes idea. Después de ese accidente, estaba bajo el cuidado del doctor Palacios. Fui a la cabaña una semana más tarde para encontrarla saqueada, literalmente destrozada -

- El FBI y la policía -

Ella negó con la cabeza. - Claro que la policía llegó, pero solo después de que el lugar estaba al revés. Alguien más debe haberle ganado a la policía -

No fue difícil unir los puntos.

- El asesino -

- Creo que abandonar ese lugar fue una buena decisión. Estoy segura de que me habría dejado viva, pero a ti... - Samantha me miró con angustia - No quiero pensar lo que te habría hecho si todavía estuvieras en esa cabaña conmigo -

- Y entonces hubiera sido más fácil poner ese asesinato en tus acusaciones también -

- Eso es correcto. No hubieras estado viva para decirles lo contrario -

Era tan extraño tener a Samantha en mi casa, sentada en mi mesa, conversando.

Hace unos meses, nunca hubiera imaginado que me enamoraría de la criminal más notoria en la historia del hospital de ForestVille y lo gracioso es que me sentía más segura que antes.

Decidí hacerle la pregunta que me había estado persiguiendo durante un tiempo - ¿Crees que tu hermana mató a todas esas personas? -

En lugar de responder a esa pregunta, dijo. - Desde que éramos niñas, Verónica y yo competíamos la una contra la otra. Ya sean calificaciones, deportes, afecto de nuestros padres, conquistas. Siempre tratábamos de golpearnos mutuamente por algo y luego, a medida que no hacíamos mayores, se nos iba de las manos - Samantha miró a lo lejos, como si su memoria la perturbara.

- ¿Qué sucedió? - pregunté curiosa.

- Estábamos compitiendo por el trono - dijo con sarcasmo. - La propiedad de la compañía. Verás, solo una de nosotras iba a estar sentada en esa silla y nuestro padre quería que nos desgarráramos la garganta -

- Eso es horrible, ¿Por qué querría eso tu padre? -

Ella rio. - Porque esa fue la venganza de mi padre contra mi madre -


°Asilo Mental° || Adaptación Rivari ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora