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- ¿Por qué me trajiste a tu casa? - dije con una mirada dura.

- Como ya mencioné, lo hice para protegerte - Samantha declaró de manera práctica.

- ¿Al drogarme y secuestrarme? - le grité, sintiendo la necesidad de lanzarle algo, un ladrillo o una piedra serían suficientes.

Sus ojos no vacilaron mientras mantenían el contacto visual, esos ojos color café.

Hablaba con tal autoridad que me dijo que cualquier consulta adicional no estaba abierta a discusión. - Hice lo que pensé que era mejor. Confío en que necesites usar el baño - señaló hacia una puerta a la derecha. - Salí y te compré algo de ropa que puedes usar durante tu estancia aquí. Hay suficiente comida en la nevera, y la cocina es toda tuya -

- Oh, que amable, señora Rivera - dije sarcásticamente, pareciendo conmovida. - Que buena anfitriona, drogarme, secuestrarme y comprarme ropa para que mi estadía sea cómoda aquí. ¿Cómo podría agradecer tu amabilidad? -

Samantha se rio entre dientes. - Duerme en mi cama, atiende mis necesidades, cocina para mí como la dulzura que eres y considera la generosidad recompensada - guiñó su ojo y esquivó la gran almohada que le había lanzado. - Tienes que trabajar en esa puntería, preciosa. Si es un cuchillo en lugar de una almohada, tiene que atravesarme, no volar sobre mí - riéndose, se arregló la chaqueta, se pasó la mano por su ya perfecta cabellera rubia y comenzó a caminar.

- Quiero ir a casa -

Ignorando por completo mis protestas, continuó. - Como no tengo un mayordomo personal, tendremos que encargarnos de la cocina. Yo, por mi parte, puedo sobrevivir con mantequilla de maní y jalea durante días y días, a menos que tú, mi querida Abi, puedas preparar algo y hacernos felices a las dos -

No estaba escuchando una palabra de lo que le estaba diciendo.

Le grité. - Quiero irme a casa y si no puedes, encontraré la manera. Ama y Aldo van a comenzar a buscarme -

Samantha me pasó su sonrisa arrogante, una que me dijo que ninguna cantidad de amenazas funcionaría contra ella. Era una mujer que había superado la seguridad del asilo, así como la policía. - Ya me ocupé de eso -

- ¿En qué lugar del mundo está mi teléfono? - me di cuenta.

¿Podría se que Samantha enviara mensajes de texto falsos a través de mi teléfono e informara a Ama y Aldo algo sobre mí?

Alguna excusa que fuera lo suficientemente buena para que los dos no se preocuparan por mí.

Cruzando mis brazos sobre mi pecho, me recliné. - ¿Al menos tengo libertad de preguntar a dónde vas? -

- Tengo algunos asuntos que atender -

- ¿Acosar personas para obtener información de ellas? -

Samantha se rio. - Cerca - Cualquier diversión antes mostrado había desaparecido. - No me iré por mucho tiempo, y para que sepas, no hay ninguna salida posible por aquí, porque sé que vas a empezar a buscar una en el momento en que salga. Sería mejor para ti permanecer dentro de la cabina. Si alguien llama a la puerta, no abras. Nadie es confiable -

Resoplé. - Es gracioso viniendo de alguien como tú -

- Si juegas bien, Abi, yo jugaré bien. Si quieres jugar sucio, bueno, puedo mostrarte lo sucio que se puede poner - ella prometió. - Sé una buena chica mientras me voy -

- ¿Qué me harás? ¿Morderme? ¿Y cocinarme para la cena? -

Samantha todavía tenía la sonrisa pegada a su cara, como si se estuviera burlando de mí. - Por mucho que la perspectiva de comerte sea tentadora, no haría eso. No me esforcé tanto en conseguir que estuvieras aquí solo para tener tus partes marinadas y conservadas en un congelador. Te tengo aquí porque quiero mantenerte a salvo -

°Asilo Mental° || Adaptación Rivari ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora