Capítulo veinticuatro
Max avanzaba en silencio hacia donde me encontraba, su rostro serio y preocupado. Parecía como si no hubiera escuchado nada de lo que había dicho Harlyn. Cuando estuvo a solo unos pasos de mí, no pude contenerme y me lancé sobre él, abrazándolo con fuerza mientras las lágrimas brotaban de mis ojos. Traté de disimular mi angustia, pero mis emociones eran demasiado intensas. Max me miró con desconcierto y gentilmente secó mis lágrimas, sin comprender del todo mi reacción. Juntos nos dirigimos hacia la sala, sumidos en un incómodo silencio que pesaba sobre nosotros.
—Te ves mejor—, murmuró Max, su mirada fija en mi brazo donde las heridas comenzaban a desaparecer.
Asentí en silencio, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.
—Creo que ya no es necesario que venga a curarte—, continuó él, levantándose.
El simple pensamiento de perderlo me resultaba insoportable; mi corazón latía con fuerza porque lo amaba y no quería dejarlo ir. Antes de que pudiera alejarse, tomé su mano con firmeza, sintiendo un cosquilleo que se extendía desde mi pecho.
—Por favor, quédate un poco más—, le rogué, con todo el peso de mi corazón en mis palabras.
Nuestros ojos se encontraron, reflejando la profunda conexión entre nosotros.
En ese momento, mamá apareció junto a Elena, interrumpiendo el momento con su habitual sonrisa.
—Hola, Max—, saludó mi hermana con una expresión radiante de oreja a oreja.
—Elena y yo vamos a comprar algunas cosas para la boda—, anunció mamá con complicidad, como si intuyera nuestra necesidad de estar a solas.
Max se sentó a mi lado en el sofá, nuestras respiraciones entrecortadas como si guardaran un mar de palabras por decir.
—Aún estás con Harlyn... —susurró, su voz cargada de un dolor que me partió el alma. No supe qué responder. Me quedé en silencio, consciente de que Harlyn tenía el poder de destruirnos a mí y a Elena con un solo gesto. Su influencia era implacable, su padre la ley misma. ¿Cómo podría contarle a Max?
—Max, yo... —intenté decir, buscando sus ojos. Max giró hacia mí, y sus ojos brillaban con una ternura que me hizo temblar.
Estamos completamente solos en la habitación, el aire cargado de anticipación y deseo palpable. Mi respiración se acelera ligeramente mientras Max no despega sus ojos de los míos, como si tratara de leer cada cambio en mi expresión.
Bajo la mirada, evitando su intensa mirada con timidez.
Max suavemente alza mi rostro, obligándome a encontrarme con sus ojos. Se inclina hacia mí con una lentitud provocativa, sus labios acercándose peligrosamente a los míos.
El contacto es suave al principio, apenas un roce, pero pronto se intensifica con una pasión desbordante. Sus manos se deslizan detrás de mi nuca mientras caemos juntos sobre el sofá, sin dejar de besarnos. Su cuerpo cálido se acurruca contra el mío, creando una sensación eléctrica que me recorre entera.
El calor que siento va más allá de lo físico; es el fuego de un deseo que se aviva con cada caricia. Sus manos expertas encuentran los botones de mi blusa y la despojan de mi cuerpo con determinación. Mis manos, impulsadas por el deseo, se aventuran a desabotonar su camisa, dejándola entreabierta, mientras nuestros ojos se encuentran en un torbellino de pasión descontrolada.
Max regresa a mis labios con ferocidad, sus besos húmedos y demandantes exploran con delicadeza mi barbilla, mi cuello, mi pecho. Cada mordisco es una promesa de placer que me hace temblar.
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OJO DE LOBO ✓(TERMINADA)
Werewolf¿Qué tanto puede cambiar tu vida en un solo instante? Montserrat, una joven de 17 años, ha pasado toda su vida en la aislada isla de Caudalápolis. Su distintiva mancha roja en el ojo derecho la ha convertido en el blanco del rechazo en su escuela. P...