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Omnisciente

Nate y Ana se fueron en canoas hacia el campamento. Obviamente él seguía empapado.

Caminaron un poco, riendo y hablando sobre la canción. Hasta que finalmente Ana debía irse, tenía cosas que hacer.

–sigo siendo un tonto.–murmuró Nate al cruzarse con Shane.

–sigo de acuerdo.–le contestó su hermano.

El rizado se había acercado peligrosamente hacia el azabache, con su puño levantado, listo para darle una paliza.

–¡ya, deja de golpearme!–pidió Shane, haciéndose chiquito en su lugar.
El menor se detuvo, haciendo caso a lo que le pidió su hermano.–gracias.–

La novia de Shane vino corriendo y le saltó por detrás mientras reía, haciendo que el azabache cayera al suelo al no esperar tan brusco movimiento.

–gracias, Mitchie.–murmuró Nate con diversión.

Se fue de allí, dejando a la pareja que no había tenido mucho tiempo de estar unida.

*

La noche cayó y los campistas junto a los jóvenes consejeros, estaban alrededor de una fogata. Compartían un tiempo juntos.

Ana estaba sentada en el suelo, al lado de Jason, quien se encontraba sentado en un tronco. Ambos ayudaban a los pequeños campistas a comer correctamente sus malvaviscos.

–oigan, estoy impresionada.–susurró Connie llegando al lado de los amigos con una taza en la mano.

–gracias.–respondió el chico y la rizada le dedicó una dulce sonrisa.

–obviamente es notorio el cambio.–siguió la amable cocinera.

–no fue fácil, pero creo que al final conseguimos su respeto.–contestó esta vez Ana.

Connie le sonrió y se levantó de allí.

Los mini rockers miraron a Jason y luego susurraron entre ellos con complicidad, soltando risas.

Cuando el Gray mayor quiso levantarse, el tronco en el que estaba sentado se pegó a su trasero. Esto le impedía caminar.

–¿¡ahora quien fue el gracioso!?–preguntó.

Todos los niños comenzaron a reírse, contagiando a Ana, que se tapaba la boca de las carcajadas que soltaba.

–¡tronco pegado! ¡tronco pegado!–comenzó un niño.–¡vamos a decirte tronco pegado!–

–¿les digo que es peor que ser llamado así?–les dijo Jason.–¡es ser aplastado por uno!–

–¡corran, niños!–les advirtió la rizada con una sonrisa divertida.

–¡tu no te salvas, Ana!–le aseguró su amigo y sin más la chica también comenzó a huir del tronco pegado, acompañada de sus alumnos.

Nate, quien miraba todo con diversión, estaba sentado un poco más alejado al juego.
Anhelaba estar en el lugar de su hermano mayor. Él se divertía con ella.

–¡miren, luciérnagas!–gritó una niña con emoción.

–¡vamos a tratar de atraparlas!–alentó Jason.

Play my music.//Nate Gray.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora