ALMA

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Todo este arte (hecho por mí) es solo un presagio para la locura que será el siguiente libro

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Todo este arte (hecho por mí) es solo un presagio para la locura que será el siguiente libro.

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El cansancio era lo último que creí que me afectaría. El volante tembló entre mis manos, y el mundo delante de mis ojos se desdibujaba en sombras inciertas. Con un esfuerzo casi desesperado, desvié el vehículo para un lado de la carretera lleno de maleza. apagué las luces del auto quedándome a oscuras, mientras cada fibra de mi ser cedía ante una fatiga abrumadora, desconocida, mortal.

Mis párpados se van cerrando contra mi voluntad, peleo contra esta necesidad en vano, mi cuerpo, casi paralizado por el agotamiento sentía escalofríos. La respiración, esa acción tan básica, se volvió un esfuerzo monumental, como si el aire se resistiera a llenar mis pulmones.

"Quiero dormir" pensé.

Las voces, esas voces espectrales que he intentado ignorar, comenzaron a alzarse desde algún rincón olvidado de mi mente. Primero como murmullos lejanos, luego como un coro aterrador de chillidos, gritos y llantos que llenaban el silencio de la noche. No era un sueño, era una pesadilla viva, que se arrastraba desde los recovecos más oscuros de mi ser

"Necesito..." No tuve lugar para otro pensamiento ya que mis ojos ya se encontraban sellados.

A mi alrededor, la oscuridad empezó a moldearse, a cambiar, volviéndose una masa amorfa y sin forma, donde los colores se desvanecían uno por uno, hasta que solo quedaron el blanco y el negro. Un vacío aterrador que parecía tragarse todo lo que alguna vez conocí, dejando solo el eco de mis propios miedos.

Una mano helada jala mi muñeca. Es huesuda, con dedos largos que se alargan más allá de lo imaginable, trayendo a mi piel un frío antinatural. Es mucho, muchísimo más grande que mi propia mano. El terror se propaga por mi y siento como corre por mis venas.

Tengo miedo. Un miedo que me paraliza, pero aún así, me veo obligada a seguirla, arrastrando mis pies por la bruma espesa que lo devora todo. No veo nada más allá de mi nariz, solo sombras que se agitan y susurran a mi alrededor.

Gritos...por Dios, hay tantos gritos de  fondo. Son desgarradores, como si provinieran de almas atrapadas en un tormento eterno. Cada alarido parece rasgar la misma tela de la realidad, haciéndome temblar de miedo.

De pronto, me obligan a tomar asiento, y la mano que me guiaba me suelta. Un vacío helado queda en su lugar, y mi cuerpo se siente pequeño y vulnerable en la oscuridad que me envuelve.

Entonces, lentamente, la oscuridad empieza a disiparse. Las formas se delinean y el espacio se materializa a mi alrededor. Aparecen hileras de sillas a cada lado, todas vacías, todas alineadas con precisión escalofriante. Frente a mí, un escenario oculto detrás de largas cortinas que se alzan como gigantes sombríos, ondulando ligeramente como si respiraran. Todo sigue en blanco y negro, un mundo despojado de vida, excepto por las luces... esas luces de un escarlata profundo.

El Pacto Infame: Dios Nunca PierdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora