me llamaste y yo te escuché

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Advertencia: El siguiente contenido contiene escenas crudas y no es apto para todo público. Trata de temas sensibles y es exclusivamente ficticio. Por favor, no consideren ninguna de las acciones descritas aquí como un ejemplo a seguir ni intenten realizar ninguna de las actividades mencionadas. Recuerden que es importante diferenciar entre la ficción y la realidad, y actuar de manera responsable.

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¿Qué tan lejos eres capaz de llevar por venganza? ¿Qué tan despechado estás?

... ¿Valió la pena?

A la mañana siguiente, su cuerpo yacía sin vida, una escena espeluznante. Desgarrado, ultrajado, herido, golpeado y casi descuartizado, se encontraba su cuerpo en un estado deplorable. Suciedad cubría cada rincón, mientras la violencia infligida se hacía evidente en cada marca.

Resultaba incomprensible e inimaginable contemplar el nivel de maltrato al que había sido sometido, convirtiéndose en una escena aberrante y macabra. No quedaba ni rastro de su belleza anterior, como si hubiera sido borrada por completo.
Si tan solo hubieran escuchado sus gritos, sus maldiciones, sus llantos, su lucha por seguir viva o por salir de ahí. Fue como ver a una oveja ser devorada por lobos, canción agonizante salió de su boca y profetó un destino maldito que fue escuchado por algo mucho más grande que tú, que yo o que nosotros.


Todos habían hecho una enorme fiesta después de culminar su acto calamitoso la noche anterior. Tiraron el cuerpo a una camioneta y todos partieron en sus vehículos hacia una cabaña aún más adentrada en ese aterrador bosque, donde dejaron el cuerpo en la parte trasera de la camioneta, mientras reían y cantaban, guardando las pertenencias de ese cadáver. Uno de ellos tomó cientos de fotos al cadáver de Verónica y del crimen cometido, como ya había hecho antes; no quería olvidar ni un solo detalle de esta noche.

Todos quedaron lo suficientemente borrachos como para deshacerse del cuerpo esa misma noche, así que simplemente durmieron plácidamente en esa cabaña sin ningún remordimiento.

A la mañana siguiente Daniel fumó y miró complacido el cadáver, la suciedad y la mugre es ahí donde ella debía estar; solo era una mancha más ensuciando sus zapatos. Nunca antes había disfrutado tanto de hacer esto, se sintió renacer de nuevo, por encima de todo, libre del juicio moral. Qué bien se sintió ejercer su propia justicia. Aquel cadáver irreconocible, que alguna vez fue su pareja, ya no podría reírse de él nunca más.
Las imágenes de lo que pasó anoche viajan por su mente, se le entume el cuerpo de poder revivirlo otra vez, que delicioso.

De inmediato, todos comenzaron a subir a los vehículos con la intención de marcharse. Daniel se preguntaba si simplemente dejarían el cuerpo de Verónica ahí tirado, pero Zapata interceptó a Daniel cuando estaba a punto de irse con los demás. Señaló con los ojos hacia el cadáver y le encomendó una tarea.

- Te encargo la tarea de esconder el cuerpo -

- ¿Qué debo hacer?- preguntó Daniel.

- El Contreras te ayudará- respondió Zapata.

-¿Y por qué yo?- inquirió Daniel.

- Por pajarito nuevo. Asegúrate de esconderlo bien. Voy a volver más tarde, y si no encuentro a esa chica bajo tierra, tendremos problemas tú y yo- advirtió Zapata.

-Sí, sí- asintió Daniel.

-Buen chico- dijo Zapata con una sonrisa siniestra mientras se alejaba, dejando a Daniel con la responsabilidad de ocultar el cuerpo.

El Pacto Infame: Dios Nunca PierdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora