Capítulo 11: La Decisión de Solange

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Solange sabía que no podía huir para siempre. Había intentado mantener la paz y la seguridad para su hija Luna, pero la sombra de Chris se extendía más allá de lo que ella había imaginado. El conflicto con sus padres había sido la gota que colmó el vaso.

Estaba en la cocina de la casa de sus padres, cuando escuchó los gritos de Chris. Era temprano en la mañana y el vecindario aún estaba envuelto en una calma engañosa. Solange corrió hacia la ventana y lo vio, su rostro rojo de ira, su voz resonando en el vecindario tranquilo. La policía llegó rápidamente, llevándose a Chris a la fuerza. Pero el daño ya estaba hecho; Solange sabía que su tiempo de tranquilidad se había acabado.

Después de que la policía se llevó a Chris, Solange se sentó con sus padres esa dia, después de acostar a Luna. La tensión en el aire era palpable. Su padre, un hombre de pocas palabras pero de mirada profunda, fue el primero en hablar.

—Solange, esto no puede continuar así. Chris es peligroso y está afectando a todos nosotros.

—Lo sé, papá —respondió ella, su voz apenas un susurro—. Pero no puedo simplemente desaparecer. Necesito enfrentar esto, por Luna y por mí misma.

Su madre, siempre tan comprensiva, tomó su mano.

—Tienes que pensar en Luna. No puedes exponerla a este peligro. Quizás sea mejor que se quede con nosotros por un tiempo.

Solange asintió, sabiendo que sus padres tenían razón. No podía seguir huyendo, pero tampoco podía arriesgar la seguridad de su hija. La idea de separarse de Luna la desgarraba por dentro, pero entendía que era la única opción.

—De acuerdo —dijo finalmente—. Luna se quedará con ustedes. Yo regresaré a Monteverde y pondré fin a esto de una vez por todas.

Al día siguiente, Solange preparó a Luna. La pequeña, ajena a la gravedad de la situación, estaba emocionada por pasar mas tiempo con sus abuelos. Solange la abrazó con fuerza, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.

—Mamá volverá pronto, ¿de acuerdo? —le dijo, tratando de mantener la voz firme—. Sé una buena niña para los abuelos.

Luna asintió con una sonrisa inocente.

—Sí, mamá. Te esperaré.

Solange besó la frente de su hija y se despidió de sus padres, quienes le prometieron cuidar de Luna con todo su amor y atención. Mientras se alejaba de la casa, una mezcla de determinación y miedo la acompañaba. Sabía que no sería fácil, pero estaba lista para enfrentarse a Chris y poner fin a la pesadilla que había vivido.

El viaje de regreso a Monteverde fue largo y silencioso. Solange utilizó el tiempo para reflexionar sobre su vida, sus decisiones y el hombre que había sido Chris. Recordaba los buenos momentos, pero también las señales de advertencia que había ignorado. Chris había prometido cambiar, pero esas promesas siempre se desvanecían con el tiempo, dejando solo el dolor y la desconfianza.

Llegó a Monteverde al anochecer. El pueblo, que una vez había sido un lugar de esperanza y renovación, ahora se sentía ominoso y lleno de amenazas. Solange sabía que tenía que actuar con rapidez y precisión. No podía permitir que Chris la atrapara desprevenida.

Se dirigió directamente a la casa que alguna vez compartieron. La oscuridad la envolvía mientras caminaba por las calles vacías, sintiendo una mezcla de miedo y resolución. Al llegar, notó que las luces estaban encendidas. Sabía que Chris estaba adentro.

Tomó una respiración profunda y empujó la puerta, encontrando a Chris sentado en el salón, rodeado de botellas vacías y papeles desordenados. Al verla, sus ojos se llenaron de sorpresa y rabia.

—Solange —dijo, su voz temblando de emoción—. Volviste.

Ella lo miró con firmeza, sintiendo una fuerza interior que no sabía que tenía.

—Chris, esto tiene que terminar. No puedo seguir viviendo así, y no permitiré que Luna crezca en un ambiente tan tóxico.

Chris se levantó de su silla, su cuerpo tambaleándose ligeramente por el alcohol. Su expresión pasó de la sorpresa a la ira en un instante.

—¿Tóxico? —repitió, su voz aumentando en volumen—. ¡Soy su padre! ¡Tú eres la que me ha alejado de mi hija!

Solange dio un paso atrás, sintiendo la amenaza en su tono. Sabía que Chris podía ser peligroso cuando estaba enojado, y no quería que la situación se descontrolara.

—Chris, esto no se trata solo de ti —dijo, tratando de mantener la calma—. Se trata de lo que es mejor para Luna. Necesitamos encontrar una solución que no implique más gritos, más peleas.

Pero Chris no escuchaba. Estaba atrapado en su propia tormenta de emociones, sus pensamientos nublados por el alcohol y la ira. Dio un paso hacia Solange, su cara roja de furia.

—¡No tienes derecho a llevarte a mi hija! —gritó—. ¡Tú eres la que destruyó esta familia!

Solange sintió que el miedo se apoderaba de ella, pero no podía permitirse mostrar debilidad. Necesitaba ser fuerte, por ella y por Luna.

—Chris, por favor, tranquilízate —dijo, tratando de apaciguarlo—. No estoy tratando de alejarte de Luna. Pero necesitas ayuda. Necesitamos tiempo para sanar y resolver las cosas.

Las palabras de Solange parecieron caer en oídos sordos. Chris la miró con una mezcla de desprecio y dolor, su cuerpo temblando de rabia contenida.

—¿Ayuda? —dijo con desdén—. ¡No necesito ayuda! ¡Lo que necesito es a mi familia de vuelta!

Solange sabía que no podía razonar con él en ese estado. Necesitaba salir de allí antes de que las cosas empeoraran.

—Chris, no voy a discutir contigo —dijo, con una firmeza renovada en su voz—. Me voy a quedar en Monteverde por un tiempo, pero necesito que respetes mi espacio y el de Luna.

Chris soltó una risa amarga.

—¿Espacio? —repitió—. ¿De verdad crees que eso resolverá algo?

Solange no respondió. En lugar de eso, se dio la vuelta y salió de la casa, sintiendo la mirada de Chris clavada en su espalda. Sabía que la batalla no había terminado, pero estaba decidida a encontrar una solución.

Con el corazón acelerado, caminó por las calles de Monteverde, sintiendo la brisa fría de la noche en su rostro. No tenía todas las respuestas, pero estaba dispuesta a luchar por el bienestar de su hija y por su propia paz mental.

Se dirigió a una pequeña posada donde sabía que podía quedarse temporalmente. La propietaria, una mujer amable llamada Marta, la recibió con una sonrisa y sin hacer demasiadas preguntas. Solange se sintió aliviada al encontrar un lugar seguro para pasar la noche.

Al entrar en la habitación, se dejó caer en la cama, sintiendo el peso de los últimos días sobre sus hombros. Sabía que enfrentarse a Chris no sería fácil, pero también sabía que no estaba sola. Con el apoyo de sus padres y la comunidad de Monteverde, estaba dispuesta a encontrar una solución para poner fin a la pesadilla.

Cerró los ojos y se permitió un momento de descanso, sabiendo que al día siguiente comenzaría una nueva batalla. Pero esta vez, estaba más preparada. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a Luna y construir una vida libre de miedo y toxicidad.

La mañana siguiente llegó con una luz renovada. Solange se levantó con determinación, lista para enfrentarse a los desafíos que le esperaban. Sabía que el camino sería largo y difícil, pero estaba dispuesta a luchar por un futuro mejor para ella y su hija.

Con Luna a salvo con sus padres en la ciudad, Solange se sentía más fuerte. Tomó una respiración profunda y salió de la posada, decidida a poner fin a la influencia de Chris en sus vidas de una vez por todas.

Las sombras de Monteverde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora