La noche había caído sobre Monteverde, sumiendo al pequeño pueblo en una oscuridad inquietante. Solange caminaba por las calles desiertas, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había pasado el día preparando su confrontación con Chris, pero ahora que el momento se acercaba, una sensación de temor comenzaba a invadirla. Sabía que enfrentarse a él sería peligroso, pero no podía permitir que el miedo la detuviera.
Llegó a la casa donde había vivido con Chris y se detuvo frente a la puerta. El lugar estaba en penumbras, y el silencio era abrumador. Respiró hondo, tratando de calmar sus nervios, y finalmente se armó de valor para entrar. Al abrir la puerta, el chirrido de las bisagras resonó en el interior vacío. La casa estaba en desorden, con objetos esparcidos por todas partes, testigos mudos de la tormenta emocional que Chris había desatado.
—Chris, tenemos que hablar —dijo Solange, su voz firme pero con un leve temblor.
Chris apareció en la sala, su rostro demacrado y sus ojos inyectados en sangre. Llevaba días sin dormir, consumido por el odio y la desesperación. Al verla, una chispa de rabia se encendió en sus ojos, pero también había algo más, una sombra de arrepentimiento.
—¿Qué haces aquí, Solange? —gruñó, su voz ronca y llena de resentimiento—. ¿Dónde está Luna?
—Luna está a salvo con mis padres —respondió ella, manteniendo la calma—. He venido a poner fin a esto, Chris. No podemos seguir así. Necesitas ayuda, y yo no puedo ser tu salvadora.
—¿Ayuda? ¿Crees que necesito ayuda? —se rió amargamente, dando un paso hacia ella—. Lo que necesito es que dejes de huir. Todo esto es culpa de Lucas. Siempre lo fue. Si no fuera por él, estaríamos bien.
Solange retrocedió un paso, sintiendo el peligro en el aire. Sabía que cualquier cosa que dijera podría desencadenar una reacción violenta en Chris, pero no podía dejar que su miedo la paralizara.
—Lucas no tiene la culpa de tus problemas, Chris. Él ya no está aquí, pero sigues aferrado a ese odio. Necesitas dejarlo ir y buscar ayuda. Por ti, por Luna, por todos nosotros.
Chris la miró con furia, sus manos temblando de rabia. En un arranque de desesperación, se abalanzó hacia ella, sujetándola por los hombros.
—¡No me digas lo que tengo que hacer! —gritó, su voz resonando en la casa vacía—. ¡No dejaré que me alejes de Luna! ¡No permitiré que te lleves todo lo que me queda!
Solange intentó soltarse, pero el agarre de Chris era firme. Sentía su aliento caliente y descompuesto en su rostro, y el miedo comenzó a apoderarse de ella. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero mantuvo su voz firme.
—Chris, por favor, suéltame. Esto no es lo que queremos. Necesitamos encontrar una solución pacífica.
Pero Chris estaba más allá de la razón. La rabia y el dolor nublaban su juicio, y en un arranque de furia, la empujó contra la pared. Solange cayó al suelo, golpeándose la cabeza. Aturdida y asustada, trató de levantarse, pero Chris ya estaba sobre ella, su rostro desfigurado por la rabia.
—¡No puedes dejarme! —gritó, levantando una mano para golpearla—. ¡No dejaré que te vayas!
Solange cerró los ojos, esperando el golpe que nunca llegó. En el último segundo, Chris se detuvo, su mano temblando en el aire. Un destello de lucidez atravesó su mente, y se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Con un grito de desesperación, retrocedió, dejando caer su mano al costado.
—No... no puedo... —murmuró, su voz quebrada por el llanto.
Solange abrió los ojos y lo vio desplomarse al suelo, cubriéndose el rostro con las manos. La rabia se había desvanecido, dejando solo el dolor y la culpa. Se levantó lentamente, sin apartar la vista de él, temerosa de que pudiera cambiar de opinión en cualquier momento.
—Chris, necesitas ayuda —dijo suavemente, su voz temblando—. No puedo seguir viviendo así. No podemos seguir viviendo así.
Chris sollozaba, incapaz de responder. Solange retrocedió hacia la puerta, sin dejar de mirarlo. Sabía que este era su momento para escapar, para poner fin a la pesadilla de una vez por todas. Con el corazón latiendo a mil por hora, salió de la casa y corrió hacia la noche.
El frío aire nocturno la golpeó, y se permitió respirar de nuevo. Sabía que aún no estaba a salvo, pero había dado el primer paso. Había enfrentado a Chris y había sobrevivido. Ahora necesitaba buscar ayuda, tanto para ella como para él.
Mientras corría por las calles desiertas de Monteverde, sus pensamientos estaban confusos y mezclados. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a luchar por un futuro mejor para ella y su hija. No podía permitir que el miedo la detuviera.
Llegó a la casa de un amigo cercano, alguien en quien confiaba plenamente. Golpeó la puerta con desesperación, esperando que la dejaran entrar. Cuando finalmente se abrió, se desplomó en los brazos de su amigo, sollozando.
—Por favor, necesito ayuda. Chris... está fuera de control.
Su amigo la llevó dentro, ofreciéndole consuelo y apoyo. Solange sabía que aún había un largo camino por recorrer, pero ya no estaba sola. Había enfrentado a sus demonios y había sobrevivido. Ahora era el momento de reconstruir su vida, paso a paso, día a día.
Esa noche, mientras se acurrucaba en el sofá, permitió que las lágrimas fluyeran libremente. Sabía que el camino sería difícil, pero estaba decidida a seguir adelante. Por ella, por Luna, y por el futuro que estaban construyendo juntas.
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Las sombras de Monteverde
General Fiction**Descripción de la Historia** "Las Sombras de Monteverde" sigue la vida de Solange Morlet, una madre soltera que se muda al pequeño pueblo de Monteverde buscando un nuevo comienzo. Su tranquilidad se ve alterada cuando se reencuentra con Lucas Wesk...