Capítulo 2: Sombras del Pasado

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El sol comenzaba a declinar sobre Monteverde cuando Solange regresó a casa con Luna. El pequeño bungalow donde vivían estaba rodeado de jardines cuidadosamente cultivados por Solange, quien encontraba consuelo en la rutina de sembrar y cuidar plantas después de días agitados como el que acababa de experimentar.

Mientras Luna jugaba con su colección de muñecas en el porche, Solange se sentó en una vieja mecedora de madera, dejando que los pensamientos sobre su encuentro con Lucas la inundaran. Había esperado tanto tiempo para volver a ver a su amigo de juventud, pero la reunión no fue como había imaginado. Lucas parecía distante, cargado de secretos y amargura que no recordaba haber visto en él antes.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta principal chirriando levemente cuando alguien la abrió. Luna levantó la mirada y soltó un grito de alegría al ver quién entraba por la puerta.

—¡Tía Ana! —exclamó Luna, corriendo hacia la mujer que acababa de entrar.

Ana García, la mejor amiga de Solange desde la infancia, la miró con una sonrisa cálida y extendió los brazos para abrazar a la pequeña.

—¡Hola, preciosa! ¿Cómo estás hoy? —dijo Ana con cariño, devolviendo el abrazo de Luna con ternura.

Solange se puso de pie para recibir a su amiga, sintiéndose aliviada por la llegada de alguien familiar en medio de la confusión que la había envuelto desde que vio a Lucas.

—Ana, qué sorpresa verte por aquí —saludó Solange, abrazando a su amiga con gratitud.

Ana la miró con preocupación, notando la tensión en su voz y en sus ojos.

—Solange, ¿qué ha pasado? Pareces preocupada —preguntó Ana en tono suave, llevándola hacia el interior de la casa para sentarse en la acogedora sala de estar.

Solange suspiró, pensando por un momento cómo podía explicarle lo que había ocurrido sin revelar demasiado sobre su encuentro con Lucas.

—Vi a Lucas hoy en el pueblo —comenzó Solange, eligiendo sus palabras con cuidado mientras se sentaba junto a Ana en el sofá.

Ana arqueó una ceja, sorprendida por la mención de Lucas. Ella también recordaba al hombre que una vez fue el amigo de Solange.

—¿Lucas? No lo mencionabas desde hace mucho tiempo. ¿Cómo estaba? —preguntó Ana con curiosidad genuina.

Solange bajó la mirada por un momento, luchando con la tormenta de emociones que amenazaban con desbordarse.

—No estaba bien, Ana. Parece... diferente. Oscuro, como si estuviera cargando con algo muy pesado —respondió Solange finalmente, buscando las palabras adecuadas para describir la transformación de Lucas.

Ana frunció el ceño, preocupada por lo que había escuchado.

—¿Diferente en qué sentido? —preguntó Ana, esperando más detalles.

Solange se mordió el labio inferior antes de continuar.

—Recuerdo a Lucas como alguien lleno de vida, siempre aconsejando y escuchando a todos. Pero hoy... hoy fue como si esa persona hubiera desaparecido por completo. Había algo en sus ojos, Ana, algo que no reconocí. Y cuando intenté hablar con él sobre nuestro pasado... él evitó el tema por completo —confesó Solange con una mezcla de tristeza y frustración.

Ana asintió lentamente, procesando la información.

—Quizás haya pasado por algo difícil. La gente cambia, Sol. No siempre podemos entender por qué, pero a veces es mejor dejar que el pasado descanse donde está —aconsejó Ana, poniendo una mano reconfortante sobre el hombro de Solange.

Solange apreció el gesto de su amiga, pero no podía sacudirse la sensación de que había más en la historia de Lucas de lo que él estaba dispuesto a contar.

—Pero es que... siento que hay algo más, Ana. Algo que él no quiere que sepamos —dijo Solange en voz baja, mirando fijamente al suelo como si esperara encontrar respuestas en las tablas de madera.

Ana frunció el ceño, preocupada por la determinación de Solange de desenterrar secretos que podrían ser mejor dejarlos en paz.

—Sol, ten cuidado. A veces las sombras del pasado son más oscuras de lo que podemos manejar. No sabemos qué ha vivido Lucas desde que nos separamos. Podría haber cosas que prefiera olvidar —advirtió Ana con tono serio.

Solange asintió lentamente, sabiendo que su amiga tenía razón. Sin embargo, la curiosidad y la necesidad de entender lo que había sucedido entre ella y Lucas seguían ardiendo en su interior como una llama insaciable.

Mientras la noche caía sobre Monteverde, Solange y Ana continuaron conversando sobre temas más ligeros, tratando de alejar la sombra de lo que había sucedido en el pueblo ese día. Pero en el fondo de la mente de Solange, Lucas seguía siendo una incógnita que necesitaba resolver, una sombra del pasado que se negaba a desvanecerse por completo.

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