La sensación de haber dejado atrás incluso a tu familia era tan pesada que parecía una pesadilla. Al mirar por la ventana de la nave, todo se volvía pequeño, ajeno y distante.
Las luces fluorescentes emitían un zumbido constante y frío, lanzando sombras duras en los rostros de los pasajeros.No había vuelta atrás y el hecho de haber salido de la Tierra con el único propósito de salvar a la raza humana era tan inquietante como perderse en un laberinto.
El aire reciclado tenía un olor metálico y estéril, una constante y desagradable recordatorio de que estaban atrapados en una burbuja artificial lejos de la Tierra.—Escuchen con atención —la mirada de todos los presentes en la nave se fijó en una mujer vestida de oficinista—. Somos el futuro de la humanidad. Quienes se quedaron atrás han puesto su fe en todos ustedes. Si fallamos, su muerte será solo un sacrificio sin causa —su voz sonaba frágil, como si pendiera de un delgado hilo.
Tragué saliva apenas terminé de procesar lo recién dicho. Dmitri, a mi lado, veía fijamente a la oficinista mientras apretaba los puños.
Otros no podían evitar romper en llanto, y me pregunté: ¿Mamá estará bien? ¿Allá abajo, la vida seguirá siendo igual de miserable? Sentí un nudo de angustia en el estómago.El miedo era una presencia constante, como una sombra que me seguía a cada paso.Durante la mayor parte de mi vida, vi sufrir en silencio a la población. Todos estaban en un estado de desesperación indescriptible, era el infierno mismo. Mamá había dejado de creer en Dios cuando mi hermana pequeña falleció por la contaminación en sus pulmones.
Los agentes tóxicos destruyeron gran parte de su aparato respiratorio, y no había manera de salvarla. Murió en sus manos, frente a mis ojos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Sentí la presión de mis uñas contra la carne en un intento de mantenerme anclada a la realidad.Todos teníamos el mismo destino.—Ahora, todos ingresen a su cabina. Dentro encontrarán víveres que tendrán que suministrar. La situación aquí arriba es tan decisiva como en la Tierra, los más fuertes sobrevivirán.—
Caminé despacio hacia mi cabina, numerada en filas, todas custodiadas por un guardia armado. El asiento de la nave era rígido e incómodo, el material sintético frío contra mi piel incluso a través de la ropa.
Habría que evitar entrar en desesperación, evitar tener miedo de un destino incierto.—Dios nos ha abandonado —la voz de Dmitri hizo que todos voltearan.
—Mide tus palabras —contestó el guardia—. Si tanto miedo tienes, entra a tu cabina y llora. Los demás, hagan lo mismo.—
La cabina era apenas amplia para dos personas, con una sola cama y una pequeña ventana que mostraba una oscuridad profunda, tan profunda como el miedo y el dolor que todos teníamos y callábamos.
—Estaremos bien —dije una vez que la puerta se cerró—. Al final, todos vamos a morir. Es inminente, arriba o abajo, la muerte no desconoce el espacio-tiempo.—
Es tan fácil decirlo —contestó Dmitri—. Mi vida entera se ha quedado en la Tierra. Fueron condenados al igual que nosotros.—
No dije nada. Me senté a su lado mientras ambos mirábamos hacia la nada. Todo lo que conocíamos había desaparecido y, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. Sentí una lágrima rodar por mi mejilla, cayendo sin que me diera cuenta.
—¿Crees que lleguemos a algún lado? —preguntó Dmitri—. Es obvio que tenemos combustible para un cierto período, pero ¿y si no llegamos a ningún lugar?—
Éramos como niños pequeños en una situación que ameritaba a nuestras madres, ameritaba a personas con experiencia que nos guiaran.
—No lo sé. Por algún lugar leí sobre un planeta idéntico a la Tierra. No sé a cuántos años luz está de nosotros. No sé si llegaremos —contesté mirándolo. Tenía los ojos rojos, las venas de su cara visibles; era evidente que había evitado hacer ruido mientras lloraba.
—Tengo miedo. Si no hay nada, moriremos. Me hubiera gustado morir con mi familia —la voz de Dmitri tenía una serenidad que no podía describir. Transmitía una paz inexistente entre tanto caos.
—No puedo decir algo más, no quiero mentir, pero... estaremos bien —sus ojos con heterocromía se clavaron en los míos, reflejando una esperanza vana.
Eran los ojos de alguien que necesitaba escuchar palabras de apoyo, sentirse en compañía en medio de toda esta soledad.—Estaremos bien —dijo después de un rato.El silencio volvió a a reinar. Éramos dos desconocidos atrapados en una nave, obligados a ser la casi nula esperanza de salvar a la raza humana. De tener otra oportunidad. Nuestro deber era sobrevivir a toda costa.
Pasaron varios minutos en los que ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio. Solo el tenue zumbido de los motores y el ocasional murmullo de otros pasajeros se oían a través de las delgadas paredes de la cabina. La soledad y el miedo se hacían cada vez más palpables con cada segundo que pasaba.
Finalmente, Dmitri rompió el silencio, su voz era apenas un susurro.
—Cuando era niño, solía mirar las estrellas con mi abuelo. Siempre me decía que algún día viajaríamos a ellas, que había infinitas posibilidades en el espacio. Nunca pensé que este sería el motivo —dijo, sus ojos perdidos en la oscuridad más allá de la ventana.
Sentí una punzada de dolor al escuchar sus palabras. Mis propios recuerdos de noches estrelladas con mi familia se mezclaban con la amarga realidad de nuestra situación actual.
—Mi madre siempre decía que las estrellas eran las almas de nuestros seres queridos, que nos miraban desde arriba y nos guiaban en la oscuridad —respondí, mi voz temblorosa—. Me pregunto si ahora nos están mirando, si pueden ver lo que estamos viviendo.
Dmitri esbozó una sonrisa triste y se pasó una mano por el rostro, intentando borrar las lágrimas que habían quedado.
—Si están mirando, espero que puedan perdonarnos por lo que hemos dejado atrás —dijo.
Un silencio incómodo se instaló de nuevo en la cabina. Podía sentir el peso de las expectativas y la responsabilidad sobre nuestros hombros. ¿Qué derecho teníamos de ser los elegidos para sobrevivir mientras otros quedaban atrás? ¿Qué nos hacía más merecedores?
—Anastasia... —la voz de Dmitri rompió el silencio una vez más—. Si todo esto falla, si no llegamos a un nuevo hogar, quiero que sepas que estoy agradecido por no estar solo en este viaje. Tener a alguien con quien compartir esta carga hace que sea un poco más soportable.
Asentí lentamente, sintiendo una mezcla de gratitud y tristeza.
—Lo mismo digo, Dmitri. No sé qué nos espera, pero mientras estemos juntos, al menos no estaremos completamente perdidos.
Nos quedamos en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos y miedos. A pesar de todo, había un tenue hilo de esperanza que nos mantenía unidos. Tal vez, solo tal vez, encontraríamos un nuevo hogar entre las estrellas.
El tiempo pasó lentamente, y el cansancio finalmente empezó a hacer mella. Me recosté en la cama, mirando fijamente el techo de la cabina. El sueño no tardó en llegar, arrastrándome a un lugar donde, aunque solo fuera por unas pocas horas, podría escapar de la realidad.
La nave continuaba su viaje en la vastedad del espacio, llevando consigo los sueños, miedos y esperanzas de aquellos que había dejado atrás. En ese instante, entendí que nuestro viaje no era solo una búsqueda de un nuevo hogar, sino una lucha por mantener viva la esencia de la humanidad. Y mientras hubiera vida, habría esperanza.
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sombra estelar ✓ [Un Viaje Por Las Estrellas. Libro 1]
Science FictionEn un futuro devastado por la muerte de la Tierra, solo los más fuertes y sanos han sido seleccionados para una última oportunidad de supervivencia. Bajo el mando de Putin y su gobierno, los jóvenes elegidos abordan la nave espacial Aurora, emprendi...