3

126 84 46
                                    

Casi como un parpadeo, desperté al lado de Dmitri. Había algo en el ambiente que lo hacía diferente; no podría decir qué era, pero me traía una melancolía inexplicable. La oscuridad del espacio exterior parecía colarse en la cabina, añadiendo un peso adicional a nuestros corazones. El silencio del cosmos era ensordecedor, y la soledad se sentía tangible.

—Buenos días, Anastasia —dijo Dmitri mientras se tallaba un ojo para despertarse por completo. Tenía el cabello desordenado, con las puntas hacia arriba, dándole un aire desaliñado y vulnerable. La luz tenue de la cabina acentuaba las sombras en su rostro, dándole un aspecto aún más melancólico.

—Buen día, Dmitri. ¿Has dormido bien? —pregunté mientras encendía la cafetera. El suave goteo del café era un sonido reconfortante en medio de nuestra realidad sombría. A medida que el aroma del café llenaba el aire, me recordó las mañanas en casa, un lujo que ahora parecía tan lejano e inalcanzable.

—Es la primera vez que duermo con una chica —dijo, sonrojándose levemente. Sus palabras, aunque sencillas, llevaban consigo una tristeza profunda, un recordatorio de todo lo que habíamos perdido. La inocencia de la confesión contrastaba dolorosamente con la crudeza de nuestra situación.

Sentí un ardor en la mejilla mientras me giraba para continuar con mis deberes del desayuno, intentando ocultar mi propia tristeza. La rutina de preparar café parecía casi absurda en este contexto, pero nos daba una pequeña sensación de normalidad, un ancla en medio del caos.

—Toma un poco de café, nos será útil para mantenernos cuerdos dentro de este cuarto —le acerqué una pequeña taza de café con un trozo de pan. La fragancia cálida del café intentaba en vano disipar la melancolía que nos rodeaba—. Debemos consumir en pequeñas cantidades y dormir más si queremos sobrevivir un poco más que los demás —terminé de decir mientras me sentaba en la cama a su lado.

Dmitri tomó un sorbo de café y miró fijamente la taza, como si en ella pudiera encontrar respuestas a nuestras preguntas. La tristeza en sus ojos reflejaba la mía propia.

—Nunca imaginé que algo tan simple como una taza de café pudiera sentirse tan esencial —dijo, su voz apenas un susurro—. Cada sorbo me recuerda a las mañanas en casa, cuando todo era... normal.

Asentí lentamente, sintiendo un nudo en la garganta.

—Lo sé. Es extraño cómo las cosas pequeñas adquieren tanto significado cuando todo lo demás se ha desvanecido.

Nos quedamos en silencio, compartiendo ese momento de melancolía. El café, el pan, y la compañía mutua eran nuestros únicos refugios en medio de la vastedad del espacio. A pesar de la desesperanza, encontrábamos consuelo en esos pequeños gestos, intentando mantener viva una chispa de humanidad en medio de la oscuridad.

Las bocinas del lugar rompieron el silencio que había entre los dos.

—Queridos tripulantes de la nave Aurora, por favor salgan en orden hacia la puerta de sus cabinas. Hoy nos mantendremos activos para fortalecernos —dijo la voz de un hombre, y en cuanto terminó, "Forever Young" comenzó a sonar. La canción, cargada de nostalgia, amplificaba el peso de nuestro exilio espacial.

Salí detrás de Dmitri, quien seguía desaliñado. Me sujeté de su ropa para no perderme entre los demás navegantes. Cada paso que daba se sentía como una lucha contra la desesperanza que se arremolinaba en mi interior.

—Comenzaremos con un poco de actividad física, seguido de eso, todos deben hacerse un chequeo médico. Como sabemos, el aire que respiramos es gracias al generador de oxígeno artificial que convierte el CO2 en aire fresco —explicó la oficinista, su voz resonando en el pasillo. El tono mecanizado de sus palabras contrastaba con la gravedad de nuestra situación.

Miré a Dmitri, quien intentaba memorizar los rostros de los demás, viendo fijamente a cada uno sin prestar atención a lo que decía la oficinista. Parecía ser una mujer con un cargo importante dentro del gobierno, una afortunada o desdichada por estar en Aurora.

Apenas habíamos terminado la actividad física bajo la música clásica de los años 80, música que me recordaba los días antes de estar aquí: bailar con mi madre, cantar con mi hermana. Cada nota era un eco del pasado, un recordatorio de lo que habíamos dejado atrás.

Entramos a la sala médica junto con Dmitri. Los estudios se basaban en ver cuán compatibles éramos como pareja, ya que tenían que cuidar la salud de quienes serían los encargados de repoblar la raza humana. La frialdad de los exámenes médicos añadía una capa más de deshumanización a nuestra existencia.

—Están sanos, señora. Ambos son compatibles. Existe un riesgo menor a malformaciones —dijo un médico a la oficinista, quien anotaba todo en unas hojas.

—Bien, ambos pueden regresar a su cabina.

Dmitri miraba a la oficinista con rabia, culpándola de todas sus desgracias. La impotencia y la ira se reflejaban en sus ojos, un espejo de mi propia frustración. Tomé de la mano al joven y salimos directos a nuestra cabina mientras mirábamos la larga fila de espera. Cada rostro en la fila era una historia de pérdida y esperanza truncada.

Al regresar a nuestra cabina, el silencio se hizo aún más denso. La pequeña ventana mostraba la vastedad del espacio, una oscuridad infinita que parecía absorberlo todo, incluso nuestras esperanzas. Nos sentamos en la cama, compartiendo una cercanía silenciosa que era nuestro único consuelo en medio de la incertidumbre.

—¿Crees que alguna vez encontremos un lugar al que llamar hogar? —pregunté finalmente, rompiendo el silencio con una voz apenas audible.

Dmitri me miró con una mezcla de tristeza y determinación.

—No lo sé, Anastasia. Pero mientras estemos juntos, intentaré mantener la esperanza viva.

Nos quedamos así, aferrándonos a esa pequeña chispa de esperanza en medio de la oscuridad, sabiendo que, a pesar de todo, aún teníamos algo por lo que luchar.

sombra estelar ✓ [Un Viaje Por Las Estrellas. Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora