Capítulo 10

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Tras pasar algunas horas, habíamos aterrizado en el aeropuerto de Monterrey, mi tierra. Me invadía una profunda melancolía al pensar que volvería a pisar mi país después de tantos años.

Después de aquella pequeña discusión con él, cedí y me puse un pantalón a juego con la camisa negra. No quería empeorar las cosas, despues de aquella. Me había ignorado durante el resto del viaje, sin embargo podía percibir el calor de su mirada desde su asiento.

Unos minutos después, los agentes nos pidieron los pasaportes, y sin siquiera salir del avión, ya estaban sellados. Eso era lo que podía hacer el poder. Con un solo chasquido de sus dedos, todo estaba a su disposición. No había necesidad de hacer fila ni de caminar por donde pasaba todo el mundo. Todo tenía que ser premium cuando se trataba de Dmetry. A veces, me molestaba tanta ostentación.

El pantalón me quedaba un poco grande. La aeromoza que se había ofrecido a prestarme su pantalón era notablemente más alta. Inicialmente, me había negado, pero la culpa que ella sentía después de aquel accidente la había dejado visiblemente traumatizada. Finalmente, accedí a tomar su prenda sin objetar. Era eso o ponerme una de las prendas de la tal Ghedda. Y no, no me iba a humillar. Ya conocía a las de su raza; me sentía como un Oompa Loompa al lado de aquellos hombres altos y fuertes que me rodeaban.

Mientras bajaba las escaleras del avión, mi mente seguía revoloteando en esos pensamientos. Al tocar tierra firme, perdí de vista a Dmetry y a la otra. La multitud en el aeropuerto me hizo sentir aún más pequeña e insignificante. La nostalgia de estar de regreso en mi tierra natal, combinada con el tumulto de emociones recientes, me embargaba por completo.

Tenía la mente un poco distorsionada mientras algunos agentes de seguridad me escoltaban por un pasillo. Sostenía mi bolso con fuerza, mis uñas se clavaban en el grueso cuero que lo forraba. Al parecer, nos dirigíamos hacia alguna salida privada.

De repente, los autos se hicieron visibles. Unos ocho vehículos blindados nos esperaban, todos de marcas lujosas. La seguridad había aumentado significativamente, lo que me hacía sentir mucho más incómoda y me traía a la mente recuerdos del pasado que me atormentaban.

Dmetry ya se había subido a uno de los autos junto con su musa. Sin embargo, un hombre que mantenía la puerta abierta del vehículo me invitó a pasar.

Miré a mi alrededor. Había suficientes vehículos como para no tener que ir en el mismo que él. Ya había soportado bastante durante el vuelo. Decidida, caminé hacia el vehículo que le seguía y me subí de un portazo.

Esto podía golpear su ego, pero no me importaba; era lo mínimo después de todo lo que me había hecho. Matt me siguió y tomó el asiento del copiloto, dándome una sensación de apoyo en medio de la incomodidad creciente.

—¿Hacia dónde no dirigimos?—Pregunto.

—A el hotel. —Respode Matt mientras texteaba en su móvil.

Estaba segura a quién le escribía.

Mirar a través de la ventana del vehículo mientras el paisaje se desliza lentamente, siento una melancolía profunda que se mezcla con la expectativa de volver a mi país después de tantos años. Los colores del atardecer tiñen el cielo de un cálido naranja y rosa, reflejándose en los cristales y pintando el interior del coche con una luz suave y nostálgica.

El peso de la distancia y del tiempo se siente en cada kilómetro recorrido, una carga invisible que oprime el corazón con una mezcla de anhelo y temor. Volver es enfrentar lo que quedó atrás, lo que cambió y lo que se mantuvo igual, es reencontrarse con uno mismo y con las sombras del pasado. A través de la ventana, la melancolía me envuelve, como un manto que acaricia suavemente, recordándome que, aunque el lugar al que regreso es el mismo, yo he cambiado irremediablemente.

YO SIEMPRE CONSIGO LO QUE QUIERO PARTE II  "JAQUE MATE MISTER D"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora