¿Qué le pasaba? ¿Como se atrevía? Cada vez que creo que todo mejora retrocedo unos diez pasos.
Mi cabello húmedo caía sobre mí espalda causando un pequeño escalofríos mientras preparaba algo de picar a los niños.
—Señora, no tiene que hacerlo. Qué necesita y se lo preparamos. —Dice la señora encargada de la cocina.
—Está bien, lo puedo hacer.
—Por favor permíteme. —Dice un poco preocupada.
—Esta bien, algo simple para los niños. Sin colorantes ni químicos por favor.
—Sí, señora. —Dice asintiendo.
Tomo el plato con aceitunas que había comenzado a comer desde que entré a la cocina.
El sol del mediodía bañaba la terraza con su luz cálida y brillante. Me senté en una silla cómoda, dejando que mis ojos se deleitaran con el paisaje frente a mí: la vastedad del mar, las olas que se rompían suavemente contra la orilla y la playa donde los niños jugaban, llenos de energía y risas. Una suave brisa marina traía consigo el aroma salado del océano, mezclándose con el sabor de las aceitunas que degustaba lentamente.
Él observaba a los niños con una sonrisa serena en su rostro. Parecía tan natural, tan en sintonía con ellos, como si fueran viejos amigos compartiendo un día de verano. Me sorprendía lo fácil que era para él ganarse el cariño y la confianza de los más pequeños, como si tuviera un don especial.
Mientras tanto, una melodía suave y relajante flotaba en el aire, acariciando mis oídos y complementando la atmósfera de paz que parecía pero al menos no para mí. La escena era casi perfecta, una postal de tranquilidad y armonía. Sin embargo, no podía evitar sentir una punzada de envidia. Era increíble cómo los niños se acercaban a él, compartían con él sin reservas, como si lo conocieran de toda la vida. Hasta en eso tenía suerte ese maldito.
Así fue durante todo el día, habían compartido todo el día con él. No quise intervenir en absoluto y solo me quedé observando desde la distancia.
El sol empezaba a ponerse y era momento de irnos. La tarde fue muy tormentosa, la conversación de la mañana me había dejado perpleja. Era un bochorno de parte de él. Pero tampoco se podía esperar más de él. No quería hablarle pero no había otra manera de comunicarnos.
Al final me decido y abro la boca.
Chicos es hora de despedirse.
La sonrisa de Dmetry había cambiado. Y sube la mirada hacía mí.
—Pensé que lo habíamos hablado.
—¿De qué? —Digo haciéndome la tonta, claramente me había dejado claro que quería pasar tiempo con ellos.
Empezó una conversación en ruso con los niños ignorándome.
Estoy segura que algún chantaje es.
—No quieren irse. Aún tenemos muchas cosas que hacer.
Los niños asienten. No podía decirles que no, pero no quería seguir aquí.
—Puedes quedarte si quieres. —Dice sin mirarme.
No quería.
De repente mi teléfono empezó a sonar.
Era Martha.
Me retiro de la casa y le cuento que tal tuvo el gran día familiar.
Había abogado por él, como siempre. Excusándolo.
Respiro profundamente asqueada.
Alcanzo a Matt que caminaba a toda prisa a la salida.
—¿Puedes llevarme a casa? Necesito buscar algunas cosas y regresar. No quiero dejar a los niños solos.
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YO SIEMPRE CONSIGO LO QUE QUIERO PARTE II "JAQUE MATE MISTER D"
RomanceXimena, tras enfrentarse a un destino injusto, decide tomar las riendas de su vida y comenzar de nuevo, esta vez sola con sus hijos. A medida que reconstruye su vida, descubre que los lazos que la unen a Dmetry pueden ser más fuertes que incluso la...