Paso media semana dándole vueltas a si escribirle o no. La idea de asaltarla con una llamada no me parece apropiada ni a Ana tampoco, y si Ana dice que no, es que no.
— Es que no sé qué decirle, canija. - Le digo mientras decidimos qué vestuario llevaré finalmente en Starlite.
— La verdad, Vane, la verdad. Qué quieres verla y ya. - Me dice como si fuera la obviedad más grande del mundo.Que sé que lo es, pero me aterroriza la idea de encontrarme una negativa o simplemente que quiera que sigamos manteniendo contacto cero como hasta ahora.
— ¿Y si me dice que no? - Digo finalmente.
— Si te dice que no, ya tendrás una respuesta. Piensa que puede rechazarte. - Me dice.
— ¿Lo hará? - Le pregunto ahora queriendo saber su impresión.
— No lo sé, Vane. Puede que sí, puede que no. - Me dice. — Entonces... ¿qué? - Me pregunta dejándome sin saber de qué habla.
— ¿Qué de qué? - Le pregunto.
— Vane... la ropa... - Redirige mi atención.
— Ah... sí... eso está bien. — Digo queriendo acabar con esa conversación y que me de su opinión sobre lo que me interesa Realmente.
— Escríbele... sea lo que sea, saldrás de dudas. Y descansa mañana, el sábado será un día intenso. - Me dice justo antes de despedirse.Me quedo sola después de media tarde. De repente, lo único en lo que pienso es en ella. Recuerdo el día que la vi por primera vez en la tele, nuestros primeros mensajes, los albores de nuestros amor y tantos y tantos momentos vividos en la más absoluta felicidad. También recuerdo nuestro final, no ponernos de acuerdo, que de pronto, habláramos idiomas diferentes y la tristeza y el dolor que me supuso perderla. También sé que fui muy torpe.
Me siento al piano y esbozo los primeros acordes de una canción nueva a la que llamaré "El día de antes". Sigo dándole mil vueltas a si escribirle o no, reviso sus redes y no hay nada nuevo, salvo la publi de los nuevos capítulos de su podcast. Está radiante y se le ve feliz haciéndolo. Me preparo un sándwich y ceno mirando la televisión pero sin prestarle la mínima atención. Me ensimismo pensando. Planeo irme a la cama pronto. Si el miedo que siento, no me estuviera paralizando, ya le habría escrito.
Me cuelo entre las sábanas de mi cama, y cómo sé que no voy a ser capaz de dormir, decido escribirle esa misma noche. Entablamos una conversación breve en la que le digo sin rodeos que quiero verla, le digo que no tiene que decidirlo ahora, y le propongo que venga a casa el lunes a almorzar. La idea de tenerla en casa me eriza la piel. Esa casa que elegimos juntas, ese hogar que podríamos haber construido juntas. Nos despedimos y me quedo flotando en una nube entre el cielo y la tierra. Siento que, después de todo, es como si no hubiera pasado el tiempo.
El viernes, mientras desayuno, reviso nuestra conversación y veo que ha vuelto a agendarme. Vuelvo a ver su foto de perfil. Pero no me ha contestado. Me distraigo contestando a otros mensajes, y respondiendo a mails. A medio día, mi familia llena mi casa de ruido, lo que hace que baje la alerta y me distraiga.
Ha pasado un día entero sin respuesta, empiezo a prepararme para que me diga que no, después de todo, y conociéndola, es lo más probable.
El sábado nos vamos temprano para Marbella, tenemos pensamos comer allí y hacer la prueba de sonido pronto y tranquilos.— ¿Sabemos algo? - Me pregunta Ana en clave porque no vamos solas en el caso.
— Nada. - Le digo sin añadir nada más. Después el silencio se hace con el habitáculo del coche.Cuando ya estoy en el camerino lista para que Sole me maquille, la pantalla de mi teléfono se ilumina sobre la mesa. Es ella. Siento el tropel de mi corazón en el pecho. Un sudor frío emana de mis glándulas mojándome en un segundo.
— ¿Perdona? - Dice Sole que ha leído el nombre. — ¿Esa es la Mónica que yo creo que es? - Se cruza de brazos y me río nerviosa. Le hago el gesto pidiéndole que espere.
— Espero... venga... pero no te pinto ni un ojo hasta que no me cuentes. - Dice graciosa.