Condicional

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Hacemos el amor arrebatadas por la pasión. Puedo comprobar que tampoco ha mermado por su parte ni una milésima. Volver a encontrarme con su cuerpo ha sido como volver a encontrarme a mí misma. No sabía cuánto lo necesitaba hasta que sucedió. Jamás me he sentido más en mi lugar que en ese momento. Después, la ternura se apodera de nosotras, nos acariciamos pausadamente, sin prisas, aun sabiendo que el avance implacable de las manecillas del reloj, nos acecha.
Estamos en mi cama, desnudas, acariciándonos, como si algo que fue tan cotidiano para nosotras, de repente, se haya convertido en algo extraordinario, un artificio mágico que nos abstrae de este mundo, para situarnos en otro, que nos pertenece sólo a ella y a mí.
Me amenaza incesantemente la sensación de que en cualquier momento va a querer irse, y antes de que lo diga, le pido que se quede. Guarda silencio, sonríe y sigue acariciándome. Se incorpora de costado sobre un codo, pero no dice nada. Mira como sus dedos se deslizan por mi abdomen. Está preciosa, así, despeinada, sin maquillaje, relajada. Me dice bromeando que cree que estamos yendo muy deprisa, y me río con ella. Le pregunto que cómo puedo convencerla acercándome mucho a su boca. Me sigue el juego diciéndome que pruebe a besarla. Acerco mis labios a los suyos suavemente. Se queda quieta. La beso varias veces, apoyando levemente mi boca sobre la suya. Sonríe. Beso su sonrisa esta vez.
Me incorporo un poco más, paso un brazo por encima de ella hasta apoyarme en la cama, haciendo que se tumbe. Sonríe, siento que estoy completamente hechizada. La beso de nuevo, mientras acaricio su cuerpo. Deslizo la palma de mi mano desde su costado hasta su cadera, para después seguir mi camino hacia su muslo. Retrocedo por la parte interna sin llegar a tocarla, asciendo rozando su ingle, continúo hacia el otro costado. Eleva un brazo y se abraza a mi cuello. Nuestros besos van escalando en la misma proporción que lo hace nuestro deseo. La aprieto contra mí. Necesito sentirla muy cerca. Mueve su pierna situándola estratégicamente entre mis piernas, la mueve rozándome, estoy sensible todavía, y eso hace que gima en su boca. Sonríe ampliamente. Deslizo la mano por su espalda hasta agarrar su glúteo fuerte apretándola contra mí, esta vez, es ella la que gime. Deshacemos el abrazo. Cojo su mano, la llevo por encima de su cabeza y la agarro con la mía. La otra la tiene inmóvil prácticamente debajo de mi cuerpo. Cruza las piernas instintivamente. Sonrío. Nos conocemos demasiado bien. Acaricio su cara con mi mano libre y la beso profundamente. Desciendo acariciando su cuello con la punta de mis dedos, toco sus pechos. Los aprieto y juego con sus pezones mientras nuestras bocas libran su batalla campal particular. Deshago el cruce de sus piernas y atrapo una entre las mías. Sonríe. Dejo caer mis dedos lentamente por su vientre bajo, separo nuestras bocas para poder mirarla. Paso por encima de su pubis. Bordeo su sexo haciéndola esperar. Respira agitada y yo me muero de deseo. Hunde la pelvis en el colchón y mece la pierna libre.  Sé que arde en ganas. Acaricio la parte interna de sus muslos, para finalmente, rozar levemente su entrada en busca de humedad. La encuentro muy húmeda y me desbordo.

— Mi amor... - Emito en un sonido grave.

La toco más profundamente impregnando mis dedos de sus fluidos, los arrastro entre sus labios hacia arriba y rodeo su clítoris con ellos. Arquea la espalda. Mantiene los ojos cerrados y jadea. Está presa para mí y no intenta liberarse, por el contrario, se agarra fuerte a la mano que tenemos por encima de su cabeza. Muevo mis dedos en su sexo. Eleva la barbilla y gime. Acerco mi boca hasta besar su mandíbula. Deslizo mis dedos hacia abajo y entro en su cuerpo. Un gemido ahogado sale de su garganta y cierra la pierna que tiene libre atrapando mi mano. Sé que está muy cerca. La beso.

— Abre las piernas, mi vida... - Le digo en un susurro casi en una súplica.

Lanza su boca a la mía, y abre la pierna permitiendo que siga con mi labor. La penetro varias veces. Mis dedos entran y salen de su cuerpo, y siento que mi cerebro es adicto a su calor interior.

— Vane... - Dice en mitad de respiración agitada.

Resbalo mis dedos afuera de su sexo y los dirijo a su vértice. Lo encuentro erecto. Gime estrepitosamente. Acelero el movimiento ejerciendo un poco más de presión. Me pide que siga en un sonido gutural. Mantengo el ritmo y siento mi brazo entumecerse. "Un poco más, Vane". Pienso. Se tensa y se viene en mi mano, aprieta la pierna sobre la mía, atrapando mi mano entre las suyas, limitándome el movimiento. Estalla en un gemido que es auténtica música para mis oídos. Alargo su placer moviendo mis dedos muy lentamente. Le suelto la mano y se abraza a mi cuerpo, gime escondida en mi cuello, y si alguna vez, he tenido constancia de mi amor por ella, es justo en ese momento. Beso su hombro. Y sin saber muy bien por qué, me emociono.
Permanecemos abrazadas un buen rato. Ojalá pudiéramos parar el tiempo.
Ojalá pudiera borrar el desastre que nos separó. Ojalá este momento no se acabara nunca. Eso es lo único pienso mientras huelo su pelo.
Deshacemos el abrazo y después de mirarme brevemente, se lanza a mi boca. La recibo con las ganas intactas. Se recoloca hasta que de pronto está sobre mí. Me sujeta las dos manos por encima de la cabeza. Se inclina para besarme. Volvemos a la carga. Se pierde en mi cuerpo y yo me pierdo con ella acabando con un orgasmo que me deja temblando.

Cuando no estabas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora