prólogo

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📍Madrid, España
🗓 4 enero de 2024

Carlos daba vueltas por toda la casa, no podía ser que Julia viniera ahora con esto. Su asistente quería renunciar a un mes y medio de la pretemporada y él se tenía que ir a Maranello en dos semanas y media, ¿dónde iba a encontrar a alguien dispuesto a viajar con tan poca antelación?

-Tengo que estar en Maranello a final de mes, ¿y mi asistente quiere renunciar?- le preguntó a su primo que estaba por la otra línea.

-No podemos hacer nada. Intentaré buscar a alguien, pero está difícil si quieres tener asistente para irte a Maranello.

-¿Qué mosca le ha picado a Julia?

-Dice que ha encontrado algo mejor.

-¿Algo mejor? ¡Menudas gilipolleces!- se pasó la mano por el pelo.

-Entiéndelo, Carlos. Julia es una mujer adulta, con un marido y un hijo, ser tu asistente no le permite pasar tanto tiempo con su familia, si ha encontrado otro trabajo en España, obviamente lo aceptará. Sabes lo importante que es la familia.

-Joder, lo sé, pero eso no quita que sea una mierda todo esto.- su primo suspiró por la otra línea.

-Iré a hacer unas llamadas y te digo si puedo conseguir a alguien.- le intentó animar su primo, el piloto suspiró sin poder decir mucho más .

-Está bien. Gracias, Caco.- colgó antes de escuchar una respuesta por parte de su pariente.

Se sentó en una de los taburetes de la cocina, apoyó sus codos sobre la gran isla de ésta y pasó sus manos por su cara con frustración.

Carlos no necesitaba realmente un asistente o tal vez sí, porque era un puto desastre con las citas y reuniones y no se acordaba de todas y cuando Julia, una mujer castaña, bajita y de unos 35 años, llegó a su vida y se la organizó fue como quitarse un peso de encima y ahora que se había acostumbrado a la vida fácil no podía renunciar a ella.

Entonces fue una señal cuando María entró a casa con su sonrisa tan cálida y familiar que a Carlos siempre le calentaba un poco el pecho.

-Buenos días, señor Sainz.- dijo entrando a la cocina.

-¿Cuántas veces te tengo que decir que me llames Carlos, María? El señor Sainz es mi padre. Por Dios, llevas más de 3 años trabajando aquí y aún sigues llamándome así a veces.

-Está bien, está bien. En mis tiempos se tenían más educación, niño.

-Solo tienes 45 años, María, no eres tan mayor como para decirle a alguien de casi 30 que "en mis tiempos…"- dijo divertido.

-Haré como que tienes razón.- dijo y dejó el bolso encima de la encimera de la cocina.- ¿Ya has desayunado, niño?- le preguntó.

Siempre que estaba en Madrid, la mujer se aseguraba de que comiera todas sus comidas, a veces se sentía un niño pequeño, pero no le decía nada porque sabía que María se lo preguntaba porque se preocupaba por él y eso le ablandaba el corazón.

-Si, antes de entrenar.- dijo mientras miraba a la señora acomodarse para empezar a hacer su trabajo.

-¿El entrenamiento bien?- le preguntó.

-Como siempre.

-¿Y entonces por qué esa cara?- le señaló.

-¿Qué cara? Estoy bien.

-Llevo tres años trabajando para ti, Carlos, muy a tu pesar te conozco. Dime, ¿qué te pasa? Si no es algo muy personal, claro.- el español suspiró.

Gold rush | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora