1. tired rutine

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📍Madrid, España
🗓 3 enero de 2024

Suspiré cuando escuché a un señor chistarme en busca de mi atención, puse mi mejor sonrisa y me giré a buscar de quien provenía el ruido, pero no tuve ni que hacerlo, porque una mano chasqueando como si fuera un perro. En ese momento, me quise echar a llorar. Lo haces por tus hermanos, por tu madre, Lena. Me lo tuve que recordar un par de veces mientras me acercaba a la mesa de los tres hombres mayores.

-Bonita, traenos tres jarras de cerveza, ¿sí?- habló el que me había llamado. Quise decirle que era un maleducado y que no le volviera a llamar “bonita”, pero solo me resigné a asentir.

-Enseguida.- dije intentando no fruncir el ceño.- ¿Algo más?

-No, eso es todo por ahora.- dijo otro de ellos haciéndome un gesto con la mano para que me fuera.

Ni siquiera ni un por favor, ni un gracias. Apreté la mano con impotencia mientras iba hacia la barra para servir las jarras de cervezas.

-¿Quieres que me encargue de ellos, Lena?- preguntó Marta, una chica de unos años menos que yo, recién empezaba la universidad y se pagaba sus gastos trabajando aquí.

-No, no hace falta. Me las puedo apañar, no es nada nuevo aquí.- le dije llenando la primera jarra.

-Pero tú siempre me ayudas, siempre los atiendes tú, por una vez…- le interrumpí en su intentó de querer atender a esos tres cincuentones desagradables.

Sí, es verdad que solía atender a estos seres por Marta cuando podía. La chica tenía 18 años y yo siempre había tenido esa sensación de tener que ayudar a las personas. Yo llevaba ya meses trabajando aquí, ella solo un mes, había atendido a más gente así de la que me gustaría y, además, Marta era de las pocas que me habían tratado bien en el trabajo, me gustaba ayudarle y que ella no tuviera que enfrentarse a los maleducados que nos trataban como si fuéramos criadas.

-No, Marta, está bien, yo puedo.- puse las tres jarras en la bandeja y me dispuse a llevarlas a la mesa junto con unos aperitivos, es decir, un plato pequeño de cacahuetes y otro de aceitunas.

Los hombres estaban pendientes al partido de fútbol que transmitían esa noche en el bar, jugaba el Real Madrid así que ni me echaron en cuenta cuando dejé sus cosas en la mesa. Así que me alejé, dispuesta a ir a otra mesa para tomar nota a una familia que también parecía haber venido por el fútbol por el niño que lucía emocionado comentando las jugadas del equipo blanco a su padre.

La noche siguió tranquila para ser noche de fútbol y más en vacaciones. Seguí sirviendo mesas hasta las once y media, que era la hora que cerraba el bar en invierno. Fui al cuartito donde dejábamos las cosas y agarré mi mochila.

En la salida, Marta y yo fuimos al metro. No éramos amigas, sólo trabajaba aquí los fin de semana y en vacaciones, como ahora, pero coexistíamos bien. Ella era una extrovertida con todas las letras de la palabra y hablaba sin parar, yo la escuchaba y hacía pequeñas aportaciones.

Nuestro viaje en metro no era muy largo, pues enseguida nuestros caminos se separaban, pero siempre intentábamos ir juntas lo máximo posible. Las calles de Madrid no eran peligrosas, en general, pero siempre daba miedo ir por la calle sola y más en invierno, así que nos gustaba asegurarnos de que ambas llegábamos bien.

-Avísame cuando llegues, por favor.- le dije a Marta cuando se levantó del asiento para hacer el transbordo que debía. Ella asintió, a pesar de ser lo que siempre le decía cuando hacíamos este trayecto juntas, pero necesitaba asegurarme de que había llegado bien.

-Lo mismo digo.- me dedicó una de sus sonrisas.- Nos vemos mañana, Lena.- se despidió de mí.

-Hasta mañana.- le dije antes de que se bajará y yo me dispuse a ponerme los cascos.

Gold rush | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora