MARTIN
- ¿Otra vez? – Pregunté en claro tono de queja ante Mamen.
- Si, Martin, esto es una ONG, necesitamos gente para llevar a cabo los proyectos.
- No entiendo porqué durante el verano tenemos que aguantar a todos esos críos, hijos de papá, mientras que el resto del año nos apañamos perfectamente solos.
- Hemos hablado muchas veces de esto, siempre es bienvenida la ayuda, aunque solo sean esos meses. Por favor, sé amable con ellos el lunes cuando lleguen.
- Qué remedio...
Salí del despacho de Mamen, la directora de la ONG, con rumbo a mi cabaña. Mi cabeza estaba a punto de estallar mientras caminaba por los pasillos de nuestra oficina en la Parroquia de Sant Mary, en Jamaica. La noticia que acababa de recibir me había enfadado, en tres días, debía recibir a dos nuevos voluntarios españoles. Otra vez, dos niños pijos con demasiado dinero y tiempo libre que venían a "cambiar el mundo" durante los dos meses de sus vacaciones de verano.
Llevaba dos años trabajando aquí. Dos años en los que había dedicado mi vida, por un lado, al proyecto que me trajo a esta isla después de terminar Arquitectura, la reconstrucción de edificios deteriorados y por otro, a enseñar a los más pequeños métodos de vida sostenible que pudieran hacer una verdadera diferencia en la comunidad. Mientras tanto, aprovechábamos también para enseñarles español.
Sant Mary se había convertido en mi hogar. Pero, cada verano, la estabilidad que teníamos durante el resto del año se tambaleaba. Los voluntarios llegaban con sus maletas llenas de ropa cara, sonrisas forzadas y una actitud condescendiente. Se presentaban como salvadores, convencidos de que en dos meses podían arreglar todo lo que nosotros llevábamos años construyendo, y no me refería sólo a los edificios.
No entendían la realidad del lugar, no comprendían las necesidades de los niños y mucho menos se daban cuenta del daño que causaban. Los niños, que ya tenían bastante con sus propias dificultades, terminaban confundidos y decepcionados cuando, al final del verano, esos "salvadores" se marchaban sin mirar atrás.
Ahora, Mamen me decía que debía recibir a otros dos voluntarios. Sentí que mi paciencia se agotaba. «¿Acaso no entendían que esto no era un proyecto de verano, sino la vida de personas con necesidades reales?» Temía que volviera a pasar lo mismo, que estos nuevos voluntarios llegaran con sus ideas preconcebidas y su falta de compromiso verdadero.
Respiré hondo y traté de calmarme mientras caminaba hacia el patio para llegar a mi habitación. El sonido de los niños mientras jugaban al futbol me devolvió un poco de paz, recordándome el propósito de mi vida en Jamaica.
- ¡Hola Martin! – Me saludó Ruslana, una niña de ocho años, con una sonrisa traviesa.
- Hola pequeña. – Devolví yo el saludo revolviéndole el pelo. - ¿Cómo estás?
- Bien, ¿y tú? Pareces triste.
- No estoy triste. Estoy un poco preocupado pero tranquila, todo está bien.
Ruslana me miró con sus grandes ojos oscuros y asintió con la cabeza, como si entendiera más de lo que debería una niña tan pequeña. Pasé el resto de la tarde con ellos, tratando de dejar a un lado mi frustración y enfocarme en lo que realmente importaba: esos niños y su futuro.
Esa noche, mientras cenaba solo en mi pequeña cabaña, oí unos ligeros golpes en la puerta. Me levanté y vi a mi compañero y amigo Álex parado en el umbral.
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¿Me vas a esperar?
Fanfiction¿Qué pasa cuando dos personas que están destinadas a chocar descubren que en realidad se complementan? Martin y Juanjo (fic) - ot23