CAPÍTULO 16

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MARTIN – DIA 40

El sol se alzaba lentamente sobre el horizonte, un día más comenzaba y ya eran cuarenta los que había compartido con los voluntarios. Aunque la rutina se había vuelto familiar, hoy se sentía diferente. La conversación con Juanjo del día anterior todavía retumbaba en mi mente, llenándome de una mezcla de incertidumbre y nostalgia.

Me levanté de la cama, intentando sacudirme la sensación de incomodidad que me había acompañado durante toda la noche. Mientras me vestía, repasaba mentalmente las palabras que había intercambiado con Juanjo. "Porque es evidente que no te veo como un amigo y que tú a mí tampoco" había dicho, mi voz cargada de una honestidad que rara vez mostraba. Sabía que esas palabras habían cambiado totalmente nuestra dinámica.

Me dirigí al comedor para el desayuno, sintiendo el bullicio habitual de la mañana. Los voluntarios se movían de un lado a otro, llenando sus platos con frutas frescas, tostadas y café. Busqué a Juanjo con la mirada y lo encontré sentado en una esquina, solo. Parecía concentrado en su comida, evitando deliberadamente levantar la vista. Sentí un nudo en el estómago al verlo tan distante.

Me serví mis habituales tostadas, mi yogur con cereales y mi colacao, y me dirigí hacia una mesa donde Álex y Almu ya estaban sentados. Intenté sonreír y unirme a la conversación, pero mis pensamientos seguían volviendo a Juanjo. Cada vez que lo miraba, sentía esa tensión palpable entre nosotros, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso.

- ¿Estás bien, Martin? - Preguntó Almu, preocupada por lo sucedido la noche anterior.

- Sí, solo estoy un poco cansado. – Mentí, intentando sonar convincente.

Almu me dio una mirada comprensiva, pero no insistió. Sabía que, si quería hablar, lo haría cuando estuviera listo. Álex, por su parte, seguía hablando animadamente sobre el plan del día, describiendo las tareas que teníamos que realizar en la oficina y en el sitio de construcción.

Terminamos de desayunar y nos dirigimos al despacho. El trabajo de la mañana consistía en revisar los planes de trabajo y coordinar con los equipos. Mientras revisaba algunos documentos, sentí la presencia de Juanjo al otro lado de la sala. Intenté concentrarme en mi trabajo, pero era imposible ignorar la tensión que flotaba entre nosotros.

Cada vez que nuestros ojos se encontraban, me sentía como un adolescente nervioso. Intentaba ofrecerle una sonrisa tímida, pero él apenas la devolvía. Era como si hubiera construido un muro invisible entre nosotros. Y a pesar de haber sido yo quien se lo pidió, me sentí fatal, ya que no creí que fuera a hacerlo.

A media mañana, me levanté para buscar algunos documentos en la estantería. Mientras lo hacía, escuché a Juanjo hablar con Álex sobre algunos problemas técnicos en la obra. Su voz era firme y profesional, pero había una frialdad en su tono que no había estado allí antes.

Me acerqué a ellos, intentando no parecer demasiado ansioso.

- ¿Todo bien por aquí? – Pregunté, intentando sonar casual.

Juanjo me miró brevemente antes de volver su atención a Álex.

- Sí, solo estamos revisando algunos detalles del proyecto. – Respondió Álex, con su habitual sonrisa.

Asentí, sintiendo cómo el nudo en mi estómago se apretaba aún más. «¿Ahora tampoco me va a hablar?» Pensé. Me sentía atrapado en una especie de limbo emocional, sin saber cómo avanzar o retroceder. Quería hablar con Juanjo, volver a la complicidad que habíamos tenido días antes, pero por otro lado tenía miedo de que las cosas se descontrolaran y nos metiéramos en un lío.

¿Me vas a esperar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora