CAPÍTULO 4

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MARTIN - DÍA 10

Habían pasado tres días desde la discusión con Juanjo. Todo comenzó cuando el ingeniero llegó tarde, y la tensión entre nosotros, que ya era palpable, explotó como un polvorín. Realmente, discutíamos cada día, si no era por una cosa era por otra. Pero a partir de ese día, la atmósfera en la ONG se había vuelto casi irrespirable, con una tensión latente que parecía crecer cada día.

No podía dejar de pensar en nuestra pelea. Cada palabra, cada gesto, me rondaban la cabeza día y noche, aunque me costara reconocerlo. Me encontraba preguntándome si había sido demasiado duro con Juanjo. Desde aquella discusión, él se había esforzado como nunca. Lo veía cada día, incansable, trabajando con los niños, ayudando en la reconstrucción, siempre con una sonrisa forzada pero decidida.

«Nadie puede estar feliz todo el tiempo». Pensé

A menudo me sorprendía a mí mismo observándolo mientras trabajaba en la mesa de al lado. Había algo en su determinación que me desarmaba. Esa mañana no fue diferente. Lo vi concentrado, con el ceño fruncido mientras estudiaba los planos de patologías del edificio. Álex, sentado al otro lado, se dio cuenta de donde estaba puesta toda mi atención y me pego un ligero codazo que hizo que me girara para mirarle confundido.

- ¿Qué? – Le pregunté.

- Que te has quedado pillado mirando a Juanjo.

- ¿Qué dices? No estaba mirándole a él.

- Lo que tu digas. – Contestó el con una sonrisa.

- Vale, estaba mirándole, pero porque estaba pensando que tal vez me pasé el otro día. Intenté disculparme en la cocina y no me dejó hablar. Desde entonces las cosas siguen tensas, pero a él parece no afectarle, está siempre sonriendo y siendo amable con todo el mundo. – Confesé susurrando para que no me escuchara.

- ¿Por qué no intentas hablar con él? Lleva aquí solo 10 días, pero se ha ganado a todo el mundo en poco tiempo. Parece un buen tío.

- Lo pensaré.

Seguimos trabajando en silencio, Juanjo observando el montón de papeles sobre su mesa, Álex centrado en el AutoCAD que tenía abierto en el ordenador y yo revisando la planificación de los trabajos. Esa mañana Almudena había ido a la obra a comprobar la preinstalación de los equipos necesarios.

La calma, sin embargo, era frágil y duró poco. Sin esperarlo llegó un mensaje a mi bandeja de correo electrónico, en el que uno de los proveedores nos indicaba que el camión con el material llegaría al día siguiente.

- ¡Juanjo! – Grite. – Ven un segundo.

El chico se acercó a nosotros y los tres nos quedamos mirando el correo en la pantalla de mi ordenador.

- ¿Se puede saber porqué mañana llega un camión con un material que según tengo entendido llegó el lunes? No me digas que se ha duplicado un pedido...

Juanjo miró hacía todos lados antes de responder casi en un susurro.

- No lo sé, yo... supongo que al pedir presupuesto a tres empresas diferentes nos hayamos liado al hacer el pedido final...

- ¿Nos?

- Si, bueno, no, me, me confundí...

El chico me miró, con la mandíbula apretada. Podía ver la lucha interna en sus ojos, algo que me hizo sentir un extraño nudo en el estómago.

- Te confundiste... - Dije, repitiendo sus palabras. - Sabes que tu confusión nos puede costar mucho dinero, ¿verdad?

- Lo sé, lo siento.

¿Me vas a esperar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora