JUANJO – NAVIDADLa mañana de mi partida, Zaragoza amaneció con una ligera neblina que envolvía las calles, propia de finales de año, como si la ciudad misma quisiera retenerme un poco más. Mis padres y yo estábamos en la estación de tren, rodeados por ese bullicio característico de los viajes, pero para mí, todo estaba en silencio, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento. Sabía que tenía que irme, y quería hacerlo, pero la realidad de la despedida me golpeaba con una fuerza que no había anticipado.
Mi madre, con los ojos brillantes y la voz temblorosa, fue la primera en hablar.
- Juanjo, tienes que vivir tu vida. No te preocupes por nosotros, ¿vale? Queremos que seas feliz, que sigas tu camino y que hagas lo que te haga sentir completo.
Las palabras resonaban en mi cabeza sorprendiéndome, ya habíamos hablado de esto en casa, pero contrastaban tanto con las miles de llamadas que recibí durante el verano que costaba creer que mi madre hubiera avanzado tanto estos meses y que se mostrara tan fuerte.
Lo que más me impactó fue el abrazo que me dio justo después. Fue un abrazo apretado, como si quisiera grabar mi presencia en su memoria, y yo no pude evitar que las lágrimas empezaran a rodar por mis mejillas. Lloramos juntos, sin decir nada más, porque no había necesidad de palabras. Todo lo que sentíamos estaba en ese abrazo, en la forma en que nos aferrábamos el uno al otro, sabiendo que, aunque la distancia nos separara, el amor nos mantendría unidos.
Mi padre, siempre el más sereno, me miró con una mezcla de orgullo y tristeza en los ojos.
- No te preocupes por tu madre, hijo. Yo me encargaré de que esté bien. Ambos estaremos bien, así que tú preocúpate solo por ser feliz. – Su voz era firme, pero noté cómo le temblaban las manos cuando me dio una palmada en la espalda. Luego añadió, con una sonrisa suave. – Y no te olvides de llamarnos a menudo, ¿eh? Y cuando vuelvas, quiero que lo hagas con Martin. Nos encantaría conocerle.
La idea de regresar con Martin me sacó una pequeña sonrisa en medio de la tristeza. Asentí, prometiendo que llamaría cada vez que pudiera, que volvería en cuanto tuviera oportunidad, y que, sí, algún día regresaría con Martin a mi lado. El pensamiento me dio algo de consuelo, pero no podía escapar a la sensación de que estaba dejando una parte de mí atrás.
Cuando el tren llegó, la despedida se hizo más real. Abracé a mi madre una última vez, sintiendo cómo su cuerpo temblaba ligeramente contra el mío.
- Te quiero, mamá. – Le susurré al oído, y ella respondió entre sollozos.
- Te quiero más, Juanjo. No lo olvides nunca.
Luego, mi padre me dio un fuerte abrazo, y aunque no lloró, sentí todo el peso de sus emociones en la forma en que me apretó contra él.
- Buen viaje, hijo. – Dijo. – Sé feliz y recuerda que siempre tendrás un hogar aquí, con nosotros para cuando queráis regresar.
Subí al tren con el corazón pesado, viendo cómo mis padres se quedaban en el andén, cada vez más pequeños mientras el tren comenzaba a moverse. Me quedé de pie en la puerta, observándolos hasta que ya no pude distinguirlos entre la multitud. Y aunque sabía que estaba haciendo lo correcto, que este era el próximo paso en mi vida, el dolor de la despedida se quedó conmigo mucho después de que el tren hubiera salido de la estación.
El viaje desde Zaragoza hasta Jamaica fue una odisea en todos los sentidos, tanto física como emocionalmente. El traqueteo del tren que me llevaba a Barajas no hizo más que amplificar mi nerviosismo. Miraba por la ventana, pero no veía nada; mis pensamientos estaban completamente enfocados en Martin y en cómo reaccionaría al verme aparecer.
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¿Me vas a esperar?
Fanfiction¿Qué pasa cuando dos personas que están destinadas a chocar descubren que en realidad se complementan? Martin y Juanjo (fic) - ot23