¿Me vas a esperar?

CAPÍTULO 28

JUANJO – REENCUENTRO

Martin estaba allí, de pie entre la multitud, con una expresión que parecía mezclar sorpresa y emoción. Cuando nuestras miradas se encontraron, el mundo alrededor pareció desvanecerse. Sus ojos se llenaron de lágrimas que comenzaron a deslizarse por sus mejillas, y en ese momento, no pude contenerme.

Sonreí ampliamente, intentando transmitir todo el amor y la alegría que sentía. Me acerqué a él con pasos decididos, mi corazón palpitando con fuerza. Aunque las leyes en Jamaica nos impedían mostrar afecto en público, el deseo de estar cerca de Martin era abrumador. Finalmente, nos fundimos en un abrazo. Fue un abrazo lleno de ternura y consuelo, un refugio que necesitábamos desesperadamente después de tantos meses separados.

Martin envolvió sus brazos alrededor de mí nuca con una intensidad que superaba cualquier palabra y yo me aferré a él por su cintura. El contacto fue un alivio profundo, un silencio compartido que decía más de lo que cualquier conversación podría haber transmitido. A pesar de la multitud y el calor del aeropuerto, en ese momento, el mundo se redujo a solo nosotros dos, finalmente reunidos en ese rincón de Jamaica.

-        ¿Me has echado de menos? – Susurré junto a su oreja. Mientras Martin sollozaba contra mi hombro.

No sé cuanto tiempo trascurrió hasta que noté una mano sobre mi hombro, llamando mi atención y haciendo que ambos nos separásemos.

-        Siento interrumpir. – Dijo Álex claramente disgustado por tener que cortar el momento. – Pero la gente empieza a mirarnos...

Suspiré acercándome a él y envolviéndole en otro abrazo.

-        Gracias por acompañar a Martin y cuidarle todo este tiempo. – Le dije al separarnos.

-        No tienes porqué darlas. ¿Nos vamos? Tenemos el coche en el parking y me imagino que querréis estar a solas. Mamen nos ha dado el día libre, podéis quedaros en el apartamento de la ciudad, yo me iré a dar un paseo.

Le sonreí y asentí a modo de respuesta tirando de mis maletas comenzando a seguirle hacia el aparcamiento.

-        ¿Todos lo sabíais? – Preguntó Martin, quien no había pronunciado palabra por la sorpresa.

-        Todos no, sólo Mamen y yo. Era una sorpresa, manito.

-        Una buena sorpresa, espero. – Contesté yo mirando a Martin.

-        La mejor. – Afirmó él, deshaciendo esos nervios que me habían consumido durante todo el viaje.

Álex nos llevó al apartamento. Aunque el trayecto en coche fue breve, el tiempo parecía alargarse mientras mi mente seguía dando vueltas a los momentos que acabábamos de vivir. El calor del país y la excitación del reencuentro creaban una atmósfera vibrante a nuestro alrededor.

Álex nos dejó en el portal del edificio, diciéndonos que estaría un par de horas fuera y que después, volveríamos al campamento donde el trabajo nos esperaba. La puerta se cerró tras él y, con una mezcla de nervios y alegría, subimos las escaleras juntos. Martin y yo intercambiamos miradas cómplices mientras ascendíamos, el silencio lleno de una intimidad que ambos deseábamos.

Las escaleras eran de piedra y el eco de nuestros pasos se sentía como un preludio a lo que estaba por venir. No había necesidad de hablar mucho; nuestras sonrisas y miradas decían todo lo que necesitábamos. Cada escalón que subíamos me acercaba más a esa sensación de normalidad que habíamos estado esperando.

Finalmente, llegamos al piso. Cuando abrí la puerta del apartamento, el aire acondicionado nos recibió con un alivio fresco. Martin y yo entramos juntos, y al cerrar la puerta detrás de nosotros, el mundo exterior parecía desvanecerse.