CAPÍTULO 30

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JUANJO – TRES MESES DESPUÉS

Habían pasado tres meses desde que la idea de adoptar a Ruslana comenzó a dar vueltas en nuestras cabezas. En ese tiempo, la conversación sobre el tema se había vuelto cada vez más frecuente entre Martin y yo. Aunque ambos queríamos a Ruslana como si fuera nuestra hija, no era fácil para Martin tomar la decisión definitiva. A veces lo veía profundamente sumido en sus pensamientos, con la mirada perdida, y sabía que estaba debatiéndose entre el amor que sentía por ella y los miedos que lo asaltaban. Yo, en cambio, lo tenía claro desde el principio. Estaba decidido a hacer lo necesario para que Ruslana formara parte de nuestra familia, sin importar cuántos obstáculos tuviéramos que superar.

Decidimos contactar con un abogado en España, un conocido de mis padres que estaba especializado en adopciones internacionales. Fue un gran alivio cuando accedió a ayudarnos, y desde entonces habíamos tenido varias videollamadas con él. En cada una de ellas, tratábamos de desentrañar el complicado entramado legal que se extendía entre Jamaica y España. Sabíamos que no sería un camino fácil, que las leyes no siempre estaban a nuestro favor, pero también sabíamos que teníamos que intentarlo.

Martin, aunque aún lleno de dudas, participaba en esas reuniones con una seriedad que mostraba cuánto le importaba este tema. Por mi parte, me aferraba a la esperanza de que, con el tiempo, sus temores se fueran disipando y que, al final, ambos estuviéramos completamente alineados en nuestro deseo de darle a Ruslana un hogar permanente.

Mientras tanto, seguíamos trabajando en la ONG, en la reconstrucción y los talleres, pero ya no podíamos evitar pensar en el futuro. En cómo sería nuestra vida si lográramos traer a Ruslana con nosotros a España.

En ese instante, estábamos recostados en el sofá de mi cabaña, aguardando con ansias el correo electrónico que nuestro abogado nos había prometido enviar. Aquel mensaje contendría todas las condiciones y requisitos que deberíamos cumplir para poder adoptar a la pequeña. La espera se hacía eterna, y aunque estábamos juntos, la tensión en el aire era palpable, ambos conscientes de que ese correo podía marcar el inicio de un nuevo capítulo en nuestras vidas.

Actualizaba la bandeja de entrada cada minuto, hasta que apareció la notificación.

- Amor, acaba de llegar. – Le dije.

- ¿Y a qué esperas? Ábrelo ¿qué pone?

Sin demorarme más pinché sobre la notificación y abrí el correo.

"Buenas noches chicos,

Como os prometí, os adjunto un archivo en el que encontraréis los requisitos mínimos que se deben cumplir en este tipo de adopciones.

Ya os adelanté por teléfono que sería complicado, echadle un vistazo y lo comentamos mañana.

Saludos, Pablo."

Al leerlo, descubrí que había un archivo adjunto, tras indicárselo a Martin, abrí también ese documento con una larga lista de condicionantes. Lo leímos en voz alta, pensando mentalmente si cumplíamos o no cada uno de esos puntos.

"Requisitos:

1. Edad:

- Los adoptantes deben tener al menos 25 años de edad.

«Vale, esto lo cumplimos los dos, él tiene 27 y yo 29...»

- Los adoptantes deben estar al menos 21 años por encima del niño que desean adoptar.

«Mierda, esto es más complicado, Martin solo le saca 18 años a Rus, pero si ella tiene 9 y yo hago 30 este año, podría ser ¿no? Aunque eso supondría que la adopción tendría que hacerla yo... ¿Qué le parecerá esto a Martin?»

¿Me vas a esperar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora