Capítulo 2

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Tres golpes en su puerta hicieron que sus párpados se entornaran levemente

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Tres golpes en su puerta hicieron que sus párpados se entornaran levemente. No había reparado en qué instante había conciliado el sueño, pues luego de aquella conversación tan extraña sobre secretos, abandonos, dinero y la extraña bitácora, pasó innumerables minutos recostada en la cama hasta que el cansancio simplemente la venció.

Levantó la cabeza levemente y fregó su rostro intentando despertar. Se puso de pie y tropezando con sus zapatos que habían quedado en cualquier sitio, se detuvo frente al espejo del antiguo tocador constatando que su cabello era una maraña y la saliva ya seca, caía de su comisura. Los golpes continuaban recordándole que alguien aguardaba y no quedó alternativa más que entornar la puerta, dejando ver tan solo la mitad de su rostro. Del otro lado la anciana Mary le sonrió con ternura. Su anuncio no fue más que la premura del señor Dashwood porque se presentara a desayunar en el jardín. Inspiró profundo y asintió.

Finalmente conocería los pormenores de su estancia en la antigua casa y lo que debía hacer para ayudar a su familia y recuperar su libertad. Aquella inquietud la impacientaba, le generaba curiosidad y al mismo tiempo, temor. ¿Qué clase de hombre se dedica a extorsionar personas para sobrevivir?

Hundió las manos en la jofaina y tomando el agua fresca, apoyó su rostro largos segundos en ella para quitar el sueño y tanto alboroto de su mente. Se hizo una larga trenza y le ató el lazo mientras volvía a pensar cómo había cambiado su vida en apenas unas horas. El día anterior había conversado con su madre sobre la visita de su hermano y también sobre la necesidad de comprar algún vestido nuevo por si lograba convencerlo de que la llevara a algún lugar bonito donde solían acudir las señoritas distinguidas. En cambio, había sido abandonada, por no decir vendida; recluida en una casa extraña con dos hombres y una mujer anciana, que le pedían encontrar secretos de los cuales obtener ganancia. ¿Quién era ella? ¿Qué podía aportar a semejante situación? Todo parecía sin sentido o una auténtica locura.

Volvió a detenerse frente al espejo concluyendo que la imagen que le devolvía era al menos decente, abrió la puerta y tomó el pasillo.

De alguna manera aquella mañana la casa se veía diferente. No estaba segura si era debido a que habían abierto las ventanas y el sol inundaba todo de claridad, o quizás ahora podía prestarle mejor atención, pero era tan antigua como bonita. Combinaba borgoña añejo, dorado, beige y negro en su decoración. El pasillo que había recorrido en puntillas con el perfecto y fallido plan que había inventado horas antes, la sorprendía con paredes cubiertas con pinturas de paisajes bonitos y lejanos: el mar, las olas rompiendo en los acantilados de Dover y un sol de atardecer llenando todo. No parecían tan antiguas como la casa, pero le daban un toque de calidez. Habían corrido los viejos cortinados de la sala, permitiendo que el sol veraniego atravesara sus cristales y llenara cada rincón con luz. No pudo evitar que sus ojos se posaran en los sillones donde el día anterior había esperado junto a su padre.

Ya no parecía una atemorizante y lúgubre casa donde estaba prisionera, sino una antigua casa de verano que acababa de recibir huéspedes.

Se oía más movimiento en la casa y hasta conversaciones del pasillo que llegaba hasta la cocina. Algunos empleados recién llegados oían con atención las indicaciones de la anciana que minutos antes había la había despertado.

La Bitácora de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora