Capítulo 4

308 68 16
                                    

Había huido de la casa luego del mediodía, no sin antes asegurarse de arrojar la llave en algún lado de la habitación de Harlow

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Había huido de la casa luego del mediodía, no sin antes asegurarse de arrojar la llave en algún lado de la habitación de Harlow. No había dicho adiós a las demás muchachas, ni había aguardado a Ruster como le había dejado Max en las instrucciones.

Había sido tomada por un ataque de ira que apenas se soportaba a si misma, cuestionándose toda la noche qué clase de juego había sido aquel, qué clase de ser humano ponía en peligro la vida, la reputación, y la integridad de una señorita decente por hacer aquella especie de broma de mal gusto. Aún le dolía la espalda por estar apoyada en el guardarropa y ella, que no era más que una inocente muchacha, simple y de su casa, ahora llevaría para siempre en sus retinas la imagen del pecho peludo del señor Harlow.

- ¡Te odio, Max Dashwood, con todas mis fuerzas y la intensidad de mil rayos!-gritó con fuerza mientras avanzaba por el camino y el sol se escondía entre la sombra de los árboles.

La caminata había sido eterna, sus piernas dolían y las telas le pesaban, pero estaba convencida que si apuraba los pasos en aquella dirección, llegaría a la posada El viejo roble, donde pasaría la noche. En la mañana tomaría la primera diligencia que la llevara de regreso a su casa. Al menos ese era el improvisado plan que había mascullado toda la noche, envuelta en la sábana y con un nudo apretado en su vientre, producto de la acidez que le generaba recordar aquellas palabras en la improvisada nota.

No tenía claro qué le diría a su padre, qué palabras le saldrían en aquel momento, cómo se excusaría, cómo le diría que no había podido cumplir, y que sea cual fuera el secreto que había valido más que su vida y su reputación, ya no estaba a salvo.

Irónicamente sentía una profunda tristeza por fallarle a su familia, por nunca dar la talla a lo que su padre esperaba de ella, aunque dentro de si misma pensara que todo aquello no era más que una canallada. Aquella misma tristeza se unía a la impotencia de todo el sacrificio que había hecho el día anterior en dar lo mejor de sí, de vencer sus miedos en pos de cumplir con el trato, y todo para ser burlada. Sentía subir por su pecho aquella rabia que se acumulaba en su garganta y apretaba fuerte allí a tal punto que sus ojos se nublaron y decidida a no llorar, cerró los labios y tragó su arrebato cual piedra, mientras apretaba sus puños fuertemente.

Cuando levantó la mirada, la posada El viejo roble se erigía frente a ella y el escaso sol anaranjado, terminaba de esconderse.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La Bitácora de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora