Carta treinta.

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Gritaste, a la misma hora de siempre, a las seis y media de la tarde en el colegio vacío, que por favor saliera. Que si salía iba a ser todo más sencillo.

Y dijiste que querías besarme.

Estuve muy tentada a ir corriendo a tus brazos. Supongo que no haberlo hecho ha sido el peor pecado que he podido cometer.

Dame tiempo. Te quiero,

-Yo.

De una escritora a un artista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora