Carta cincuenta y dos.

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Tus manos son más lindas, cálidas y grandes de cerca. Y ni hablemos de tu voz, o de tu famosa sonrisa. Sólo murmuraste un "Oh... Vaya".

Sonreíste ligeramente.

Y cerraste los ojos.

Milo chilló como una adolescente.

-Una escritora que te adora, Keith.

De una escritora a un artista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora