8. Hermano (Frango)

4 1 0
                                        

Tiemblo. 

Tiemblo a causa de la humedad.

Tiemblo a causa del frío suelo.

Pero, por encima de todo, tiemblo a causa del trauma.

Aprieto los dientes hasta que chirrían, la impotencia no me deja dormir. El cuarto es oscuro y solo un tablón de madera me protege de lo que se encuentre al otro lado de la puerta. Hace solo unas horas que estoy aquí y me parecen semanas, mi mente sigue en las duchas. Veo los ojos morados de Carmino allí donde miro, sus manos sedientas se han hecho hueco en mi hipotálamo y siento que me atrapan, que me asfixian.

Le tengo asco, le odio, pero le tengo miedo.

No voy a sobrevivir a ese demonio. Me va a usar hasta que ya no le sirva para nada, hasta que no salga una sola gota de lefa.

Ruedan por mi cabeza las imágenes de lo que ha pasado hoy.

Me tengo asco, me odio y me tengo miedo a mi mismo.

Las arcadas se me acumulan en la garganta y acabo devolviendo a mi lado, sin fuerzas para incorporarme. Las lágrimas salen a raudales y lloro en silencio, impotente.

Algo hace click en mi cabeza y siento que una parte de mi se ilumina.

—Necesito salir de aquí, rápido —susurro, me levanto a trompicones y me dirijo a la puerta, muevo la madera con dificultad, pero consigo que no se me escuche —. Me entregaré, será mi fin pero tendré la consciencia tranquila.

Atravieso el marco de la puerta y salgo a hurtadillas al pasillo, sintiendo el peso de la responsabilidad mover mis pies. La decisión me da fuerzas para no derrumbarme. Pero dura poco tiempo. Unas manos me atrapan por detrás y me tapan la boca para que no grite, se me eriza la piel y comienzo a sudar. Estoy acabado.

—¿Tú eres tonto? ¿Te crees que no vigilamos la base por las noches? —no aprieta con fuerza y me va soltando a medida que ve que me tranquilizo —. Lo siento, pero no puedes escapar aún, tienes una misión.

La figura se descapucha y veo a Nacho, me mira con un mar de llamas en los ojos.

—Aprovechemos para hablar ahora que Carmino está durmiendo y no está ejerciendo su poder mental sobre ti —entra en la habitación y estoy tan confundido que decido seguirle —. José Ramón, eres especial, en muchos sentidos. No lo sabes pero has sido capaz de librarte de su poder mental durante unos instantes cuando hemos mantenido nuestro duelo verbal hace horas. Nadie aquí es capaz de hacerlo.

Toma una pausa para asegurarse de que entiendo de lo que está hablando.

—Lo he visto, lo que te ha hecho en las duchas —baja la cabeza —, lo siento. 

Alza la mirada.

—Tenemos que acabar con él, José Ramón, solo tú puedes plantarle cara. Pero si sales por esa puerta te matarán.

—¿Por qué me ayudas? ¿Por qué te arriesgas? Te he insultado.

—No, te he puesto a prueba. Me has demostrado que tienes los cojones bien puestos, nunca mejor dicho, Cumbringer. Pero alguien va a tener que enseñarte a usar ese poder.

—¿De qué estás hablando?

—Yo soy un jodido Cumbringer defectuoso, hermano.

¿Hay más? ¿Más como yo? Por un momento me alegra saber que no estoy solo, pero por otra parte pierdo algo que me hacía único.

—Mira, ahora estás destrozado, lo sé. Necesitas dormir y comer algo, pero necesitas saberlo. No te gusta procrear con los Pokémon y no te gusta el sueño de Carmino. Te ha obligado a que te guste lo que hiciste en la furgoneta, te ha controlado. Eres su marioneta y lo seguirás siendo de aquí hasta que uno de los dos respire su último aliento.

Se encamina a la puerta.

—Te dejo solo. No te suicides. Confiemos el uno en el otro, es lo único que nos queda.

Desaparece en la oscuridad.

PornkémonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora