Prologo

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Sebastián despertó esa mañana con ganas de querer morirse, pero eso era normal en él.

Arrastraba sus pies por los pasillos de las oficinas de Ayuda Mundial con un café en una bandeja y otro en una bandeja. La verdad no tenia ganas de trabajar hoy, después de lo de anoche solo quería quedarse durmiendo, pero la ultima vez que se atrevió a faltar al trabajo, el jefe se aseguro de traerlo a base de amenazas hasta la oficina con la torreta.

¿Quién le dio permisos de armas a un viejo loco? Era lo que todos se preguntaban en esa oficina.

Saludo a algunos empleados de mala gana mientras terminaba de beber aquel café, el cuarto en lo que llevaba de día. Pero, de solo pensar en la cantidad de papeleo, llamadas y el tener que lidiar con Oscar, solo le provocaba querer otra 4 tazas más.

Oscar, ese bastardo se había convertido en un asunto complicado, incluso más de la cuenta.

Termino de beber el café y arrojo el vaso a la papelera más cercana, tratando de mentalizarse para otra dura jornada en donde seguía vivo solo por el hecho de que Dios lo odiaba.

En cuanto entro a la oficina pudo ver como Oscar estaba sentado en su escritorio con los audífonos jugando con algún videojuego mientras que apropósito ignoraba el teléfono que no dejaba de sonar. No pudo ocultar la mueca de desaprobación que se formo en su rostro. Definitivamente su salario, por muy bueno que fuera, no valía la pena por situaciones como esta.

Avanzó hasta donde se encontraba el muchacho y le arranco de un solo tirón los audífonos, solo encontrándose con su cara enojada por el hecho.

—¡Oye! ¡¿Qué pelotudes es la que te pasa?!

“Tú y todo lo que te rodea, imbécil” pensó para si mismo, pero solo suspiro y contesto otra cosa.

—Me importaría poco, si este no fuera específicamente mi trabajo, te juro que ni te hablaría. Así que mueve el culo antes que el jefe meta su torreta por los nuestros

Oscar lo miro confundido, de seguro su pequeño cerebro apenas si podía procesar la orden que le acababa de dar.

—¿Vos estas bien, Rodrigo?

“Estoy hasta la mierda de que me diga cualquier nombre menos el mío” Pensó el de armadura verde “pero ya ni vale la pena corregirle”

—No— afirmó— ahora si me disculpas, iré a los almacenes, a ver si el mundo me tiene piedad y me mata un tejón.

Sebastián dejo el café bruscamente sobre la mesa y salió del lugar al momento. Pudo escuchar unos gritos del que supuso que era Alfredo, pero ya le sabia a mierda. Sabia que esto al final también era su culpa por meterse en ese estúpido juego con él y dejar su corazón a la mano de un maldito imbécil.

Suspiro, tenia que desahogarse con alguien.

(***)

Se podian escuchar unos ruidos extraños en los baños de mujeres del segundo piso, lo cual no seria extraño de no ser porque se encontraban en medio de la madrugada en medio de su cambio de turno, por lo cual ese lugar debía de estar vacío.

Oh eso era lo que en teoría debía pasar.

Dos chicos semi desnudos se aferraban al otro mientras jadeaban tratando de recuperar el aliento. El calor en el ambiente era notable, mientras unas caricias poco disimuladas pasaban por el cuerpo del contrario, el castaño pensaba que tan vez era un buen momento para besarse. Pero, el chico de cabello negro, separo al instante a su amante, mientras se bajaba de los lavamanos y se limpiaba con el papel que se encontraba cerca de el. Su compañero hizo lo mismo, limpiándose rápidamente mientras se subía los pantalones y buscaba su camisa que quedo botada en algún espacio del lugar, borrando de su mente al instante aquellos deseos poco correspondidos.

Protocolo de Emergencia Ante un Idiota en potencia (Ayuda Mundial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora