Capítulo 9 - Una fiesta llena de sorpresas.

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- Kendall Perkins -

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- Kendall Perkins -

Serendipia (español): Hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta.

—¿Las cortinas las quiere color hueso o perla señorita Kendall? —preguntó el mayordomo de la mansión.

—Hueso por favor, combina más con la decoración del lugar.

La fiesta sería en menos de seis horas, y el estrés me comenzaba a carcomer por dentro. Los meseros, sirvientes y mayordomos, estaban caminando por todo el salón de baile. Algunos limpiando, otros acomodando los cubiertos, y ensayando para la hora de la comida. Entrarían cuando se les indicará, dejando cada plato a cada invitado de la fiesta.

Caminaba por la mansión, dando órdenes como si de una dictadora se tratara, dejando que el sonido de mis tacones avisará a todos los empleados de mi presencia. Cómo futura esposa de Gordon, se me había encargado mi primera tarea. Hacer que la fiesta fuera la mejor del año.

Estaba que me moría de los nervios, tenía que hacerlo perfecto. Era más que una celebración de compromiso, era presentarme ante personas importantes. Daba igual si lograba detener el compromiso, necesitaba dar una buena impresión a todos esos adinerados.

—Michell —llame a una de las sirvientas—, quita esas flores de la mesa, y pon las hortensias que acaban de llegar —ordene señalando a qué flores me refería.

Intentaba que el lugar se alejara de ese aspecto sombrío que emanaba, esperando darle un toque más de vida para el lugar de una fiesta. La mansión Gibble era tan antigua como la misma ciudad, tenía esa decoración Vintage del siglo XIX, que gritaba en todo su esplendor "casa de ricos burgueses que ganan más de lo que pueden gastar".

El reloj me miraba de forma amenazante, necesitaba que me diera un poco más de tiempo para prepararme. Era una guerra contra el reloj que no podía perder.

Las cortinas que había elegido ya habían llegado, estaba indicando cómo las quería acomodar. Rodríguez (uno de los mayordomos) era quien los estaba acomodando. Estaba en una escalera, que la movía de un lado para otro, porque no me convencía como iba quedando.

—¿Esas cortinas elegiste? Quedaban mejor unas color perla —dijo la voz de mi madre detrás de mí.

Me sobresalté al escucharla, y dirigí mi mirada hacia ella.

—Rodriguez, cambialas por las de color perla —dijo mi madre.

La mirada de él cambió a una de espanto, el pobre había estado moviendo y acomodando esas estúpidas cortinas toda la mañana. El enojo recorrió todo mi cuerpo, todo lo que hacía para ella estaba mal. No importaba cuánto me esforzará, siempre estaba mal.

—No, déjalas dónde está —ordene, a lo que el mayordomo puso una cara de alivió.

En mis diecisiete años de vida, nunca le había negado una orden a mi madre. Estamos hablando de mínimo seis mil doscientos cinco días en los que había seguido cada palabra que ella me indico.

Ni en un millón de añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora