Oliver

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Tres días después del encuentro en la biblioteca con Violeta, Chiara se despertó con pensamientos que la asaltaban desde temprano. A pesar de la actitud desafiante de Violeta, Chiara no podía negar que había algo en ella que la intrigaba profundamente. La había ignorado durante toda la semana, pero de alguna manera, Chiara sentía que se había convertido en un extraño pasatiempo para Violeta. A pesar de lo frustrante que resultaba, Chiara se encontraba enganchada en tratar de entender por qué Violeta actuaba de esa manera.

En la escuela, Chiara intentaba mantener la calma mientras sus amigos, Martin y Ruslana, se acercaban a ella como de costumbre durante el receso. A lo lejos, notaba a Dena y Naiara, las amigas de Violeta, observándolos con miradas de desaprobación. Aunque no era una sorpresa, esas miradas no dejaban de inquietar a Chiara.

—¿Estás bien, Chiara? —preguntó Ruslana, al notar la distracción en el rostro de su amiga.

Chiara asintió y forzó una sonrisa. —Sí, estoy bien —respondió, aunque sus ojos no podían evitar dirigirse hacia donde estaban Dena y Naiara.

Martin, siempre observador, frunció el ceño. —Parece que Dena y Naiara no están de muy buen humor hoy.

—No me sorprende, sabiendo que son amigas de Violeta —murmuró Chiara, lo suficientemente alto para que Ruslana asintiera en señal de comprensión.

De repente, la voz aguda de Violeta se hizo oír detrás de ellos. —¡Oh, miren quiénes están aquí! ¿Hablando de mí?

Chiara se giró con cautela, sintiendo cómo Martin y Ruslana se tensaban a su lado. Dena y Naiara se acercaron con sonrisas burlonas, uniéndose a Violeta, que mostraba una actitud claramente desafiante. Parecía que habían estado esperando ese momento para lanzar su veneno.

—Hola, Chiara. ¿Me has echado de menos? —preguntó Violeta, con una sonrisa que intentaba parecer amistosa, pero que era evidentemente falsa.

Chiara trató de mantener la compostura. —¿Qué quieres? —le respondió con firmeza.

Violeta dio un paso más cerca, con una expresión juguetona. —Solo pensé que podría unirme a su pequeño club de amigos. ¿O no los quieres compartir?

Ruslana intervino rápidamente, protegiendo a su amiga. —No estamos interesados en tus juegos, Violeta. ¿No tienes algo mejor que hacer?

Dena soltó una carcajada llena de burla. —Oh, creo que a Violeta le parece de lo más entretenido perder el tiempo molestando a las raras poco favorecidas, ¿verdad, Nai?

Naiara asintió, sonriendo con malicia. —Sí, le encanta. Y no va a dejar de hacerlo hasta que todos aquí estén en su lugar, porque parece que ustedes creen que pueden contraatacar.

La tensión en el aire era palpable. Martin, siempre protector, estaba listo para intervenir si la situación se descontrolaba. Pero Chiara, decidida a no permitir que las cosas empeoraran, tomó la iniciativa para poner fin a la confrontación.

—No tenemos tiempo para esto —dijo con determinación, mirando a Violeta directamente a los ojos—. Si no tienes nada útil que decir, preferiría que te fueras.

Violeta la miró con una mezcla de sorpresa y diversión. —Oh, Chiara, siempre tan seria. Algún día aprenderás a relajarte un poco.

Con esas palabras, Violeta dio media vuelta, seguida de cerca por Dena y Naiara, quienes lanzaron miradas de desdén antes de desaparecer entre la multitud. Chiara respiró profundamente, sintiendo cómo la tensión disminuía gradualmente.

—Por fin. Gracias por estar siempre conmigo y no ser como esas víboras —dijo Chiara, mirando a Martin y Ruslana, agradeciendo el apoyo incondicional de sus amigos.

Martin asintió con seriedad. —Estamos aquí para ti, Chiara. Siempre.

Después de aquella confrontación, Chiara decidió dar un paseo por el campus para despejar su mente. Mientras caminaba, se encontró con el Sr. Martínez, quien notó de inmediato la expresión pensativa en el rostro de la joven.

—Hola, Chiara. ¿Cómo va tu día? —preguntó con amabilidad.

—Hola, Sr. Martínez. Estoy bien, gracias —respondió automáticamente Chiara.

Él, sin embargo, frunció el ceño ligeramente. —¿Estás segura? Pareces preocupada por algo.

Suspirando, Chiara decidió confiar en él. —Es solo... Violeta y sus amigas. No puedo entender por qué les gusta provocarnos de esa manera.

El Sr. Martínez asintió con comprensión. —Violeta es una chica complicada. A veces, las personas actúan de ciertas maneras por razones que no siempre comprendemos. Quizás hay más en esta situación de lo que parece.

Chiara, intrigada, preguntó: —¿Qué quiere decir?

Él se encogió de hombros suavemente. —No estoy seguro, Chiara. Pero a veces las personas tienen sus propios problemas que las llevan a comportarse de formas inesperadas.

Reflexionando sobre esas palabras, Chiara continuó su paseo por el campus. Tal vez el Sr. Martínez tenía razón. Quizás había algo más detrás del comportamiento de Violeta, algo que aún no podía comprender.

Cuando Chiara regresó al salón de clases, encontró a Martin y Ruslana esperándola. Aunque no podía resolver el enigma de Violeta de inmediato, al menos sabía que tenía a sus amigos a su lado para enfrentar lo que fuera que viniera.

—¿Cómo te sientes ahora, Chiara? —preguntó Ruslana, tocándole suavemente el brazo.

Chiara sonrió sinceramente. —Me siento mejor. Gracias por estar aquí.

El profesor entró en el aula y comenzó la clase, permitiendo a los estudiantes cambiar de asientos. Chiara se sentó junto a Ruslana, mientras Martin se sentaba con un chico nuevo llamado Juanjo. Mientras resolvían problemas de álgebra, los ojos de Chiara no pudieron evitar desviarse hacia Violeta. Le costaba cada vez más ignorarla. Cuando Violeta levantó la cabeza y la miró, Chiara notó un leve rubor en sus mejillas.

Violeta, que se había sentado junto a Dena en la mesa de al lado, sonrió con una chispa en los ojos y preguntó en tono bajo pero claramente audible: —¿Algo te interesa tanto, Chiara?

Chiara, sorprendida y sintiéndose expuesta, respondió un poco más alto de lo planeado: —No te estaba mirando.

Violeta se inclinó ligeramente hacia adelante, disfrutando de hacer sentir incómoda a Chiara. —¿Ah, no? Podría jurar que tus ojos estaban clavados en mí, como si intentaras resolver un enigma.

Chiara, sintiéndose vulnerable, balbuceó una excusa: —Lo siento, solo estaba... pensando en algo.

Satisfecha con su pequeña victoria, Violeta sonrió con suficiencia. —No te preocupes, Chiara. Todos necesitamos distracciones de vez en cuando.

Antes de que Chiara pudiera responder, el profesor volvió a captar la atención de la clase, obligando a Violeta a girarse hacia adelante. Aunque la situación no había escalado, Chiara se sentía inquieta. La intensidad de Violeta, su habilidad para leer entre líneas, y su persistente presencia en su vida seguían desconcertándola.

Durante el resto de la clase, Chiara intentó concentrarse en los problemas matemáticos, pero su mente seguía atrapada en la complejidad que representaba Violeta. Ruslana, notando el cambio en la actitud de su amiga, la observaba con una mezcla de confusión y preocupación, mientras Chiara luchaba por entender los sentimientos contradictorios que Violeta despertaba en ella.

I hate loving you - KIVI - Enemies to loversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora