Tana...

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Al día siguiente, Violeta se despertó con la luz grisácea del amanecer colándose por las cortinas de su habitación. Durante unos breves segundos, mientras aún estaba envuelta en las sábanas.

Los gritos comenzaron a resonar en toda la casa como truenos lejanos que se acercaban cada vez más. Violeta, que estaba en su habitación, ya había aprendido a ignorarlos, o al menos intentaba hacerlo. Pero esta vez, algo era diferente. La intensidad de las voces de sus padres se había elevado a un nivel tan brutal que su piel se erizó al escucharlos.

De repente, la puerta de su habitación se abrió de golpe, y vio a su hermana, Cayetana —Tana para Violeta—, con el rostro empapado en lágrimas. La pequeña de 8 años corrió hacia ella, sin decir nada, y se acurrucó en su pecho. Su cuerpo temblaba entre sollozos, y su agarre era desesperado, como si el refugio que buscaba en su hermana fuera el único lugar seguro en ese caos.

Violeta, sin decir nada al principio, la rodeó con los brazos, sintiendo cómo el pequeño cuerpo de su hermana vibraba por el llanto. La habitación, aunque más tranquila que el resto de la casa, se impregnaba del eco de las discusiones en el salón, y Violeta sabía que Tana necesitaba algo más que solo un abrazo para calmarse. Con una suavidad que contrastaba con el ambiente tenso, comenzó a acariciarle la cabeza, pasando sus dedos por el cabello suave y despeinado de la niña, tratando de transmitir calma con cada movimiento.

—¿Sabes? —empezó a decir, con un tono más ligero—. Ayer pasé la tarde con alguien muy especial. La pelinegra de ojos verdes... ya te he hablado de ella antes, ¿recuerdas?

Tana, aún llorando, asintió débilmente, hundiendo más su rostro en el pecho de Violeta. Los gritos seguían de fondo, pero poco a poco, las palabras de su hermana empezaban a ahogar el estruendo.

—Pasamos toda la tarde juntas haciendo un proyecto.

—¿Y ayer te volvió loca o te cayó bien? — Pregunto la pequeña, a lo que Violeta rio recordando como a veces había llegado a casa quejándose de la ojiverde más de una vez.

Me volvió bastante loca, tan loca que no me asuste con su cercanía.—continuó Violeta, intento utilizar cierto humor en aquellas palabras, pero sonaron más sinceras de lo previsto, su voz seguía siendo suave, como si estuviera contando un cuento para dormir—. Ella... Cuando estuve con ella, no pensé en este sitio, su casa es acogedora y su habitación huele a coco, como... — Violeta se calló y se sonrrojó un poco — Ella, como ella... Me mostró unas cosas muy interesantes, y continuamos el proyecto. Es muy lista. Como si el día se hiciera más brillante solo por su forma de ser.

Tana levantó un poco la cabeza, sus ojos enrojecidos, pero ya no tan llenos de lágrimas. Estaba escuchando, totalmente inmersa en lo que Violeta le contaba. Para Tana, la descripción de esa misteriosa chica —la pelinegra de ojos verdes

—A veces, las personas que peor te caen son las que cuando tienes cerca más curiosidad te dan.

—Yo también quiero no pensar en este sitio.

Sonriendo un poco al ver que se relajaba más con cada palabra—. Siempre habrá un espacio donde puedas respirar tranquila.

Tana se dejó llevar por la narración, sus pequeños sollozos ahora solo eran suspiros. Violeta seguía acariciándole el cabello, sin dejar de hablarle de aquella "ojiverde", usando palabras cuidadosas y llenas de calidez.

Violeta llegó al instituto como cada mañana, con la cabeza en alto y una actitud que parecía inquebrantable. Esa fachada arrogante, perfeccionada a lo largo de los años, volvía a tomar el control de su cuerpo, ocultando las heridas y las dudas que llevaba dentro. Caminaba con firmeza, sintiendo las miradas sobre ella, admiradas y cautelosas, como si el mundo girara a su alrededor. Denna y Naiara la seguían de cerca, como siempre, susurros admirativos flotando en el aire.

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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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I hate loving you - KIVI - Enemies to loversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora