CAPITULO 39 Extra 9 DOLORES DEL CRECIMIENTO

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002.M31 - Salutis , Palacio Receptuma, Apartamentos del Emperador, Sala de Estar

Ella lo esperaba en la sala de estar vacía, dentro de los aposentos del Emperador.  Sus damas ya no estaban y, en su lugar, un grupo de dos Custodios junto a la puerta eran sus únicos compañeros.  Habían traído té junto con galletas, pero no tocaron a ninguna.

El sonido de los suaves y apagados golpecitos del personal en el piso alfombrado era todo lo que necesitaba oír para saber que su invitado había llegado.

Los Custodios abrieron las dos grandes puertas y Malcador entró en la acogedora y luminosa sala de estar.

Alivia se puso de pie para saludarlo, pero su mano le hizo un gesto para que se detuviera.  El hombre mayor entró cojeando y se sentó en uno de los asientos acolchados que lo esperaban.  En la puerta, dos de sus ayudantes se quedaron, sin saber si era prudente entrar y unirse a la Emperatriz Consorte y al Sigilita en su reunión privada.

—Alivia —le hizo un gesto Malcador mientras se acomodaba en el mullido sillón—.  ¿A qué debería el placer de recibir semejante invitación?

Observó a Malcador y frunció el ceño, pensativa o preocupada;  en realidad, cualquiera de las dos cosas.  —Buen día para ti también —respondió, recostándose en su sillón—.  No hay necesidad de que suene como si estuviera a punto de soltarte una gran revelación.  Sólo quería hablar contigo.

De alguna manera él dudaba de eso.

—Bueno, entonces hablaremos.  ¿Empezamos con un discurso frívolo y estúpido de cortesías o me cuentas más sobre por qué me ha convocado aquí?  Estoy a favor de una charla agradable, si así lo deseas.

Ella resopló y puso los ojos en blanco.  —No, no tienes que hacerlo.  —Respiró profundamente y se sentó más derecha—.  Quería disculparme contigo primero.

Malcador suspir y asinti, agitando una mano, dejndola hablar.

—Mira, entiendo que no me comportaba como debía.  Lo admito, hice mucho de lo que hice debido a mi propia ira y al deseo de vengarme de... alguien o algo.  —Sonrió suavemente, bajando la mirada hacia sus manos mientras jugueteaba con sus uñas bien cuidadas y sin pintar—.  Como puedes imaginar, nada ha cambiado en ese aspecto.  No me he tomado mis obligaciones tan en serio como debería y tengo más que hacer y mostrar.  Lo admito.

—No me sorprenderá lo que digas, Alivia —Malcador se permitió una pequeña sonrisa—.  Sin embargo, de cierto modo, supongo que es bueno verte asumir la responsabilidad de tus acciones.  Supongo que tu disculpa implica algo más que solo su significado.

—Sí, por supuesto... Quería esforzarme más y empezar a hacer realmente mi parte en todo esto.  Así que leí todos los informes y expedientes que me ha enviado, incluidos los que Adam me dejó también.  Esperaba que pudiéramos hablar de algunos de los contenidos.  —Hizo una pausa, con las manos apretadas en sus faldas, y su mirada volvió a mirarlo—.  Tengo muchas ideas sobre lo que he leído, lo que he aprendido.

Las cejas tenues de Malcador volaron directamente hacia los confines de su capucha.  —Así que sí?  —preguntó, inclinándose hacia delante con un gruñido y agarrando el platillo y la taza de té caliente, llevándolos a su regazo—.  Y dile, por favor, Alivia, ¿qué preguntas tienes como resultado de tus estudios?

—Bueno, no voy a intentar decir algo estúpido como «¿Por qué no podemos tratar a todos por igual?»  o algo por el estilo.  He estado releyendo el dossier que me diste sobre el funcionamiento del Administratum y cómo se ocupa de la vida cotidiana de la gente común.  A lo largo de mis lecturas, descubro que hay... problemas con la forma en que todo ha sido planeado.  —A su lado, sacó una pizarra de datos con el mismo expediente, desplazándose por las páginas que marcaron—.  Hemos vivido algunos de los mejores y peores momentos de la humanidad, hemos visto sistemas y costumbres que la gente ha ido modificando a lo largo de todo este tiempo.

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⏰ Última actualización: Jul 07 ⏰

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