capitulo 14: Almas desesperadas

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No era invierno, pero aquellas tenues y heladas sábanas que arropaban mis piernas se sentían tan frías, tan gélidas, tan filosas y silenciosamente peligrosas. Como si un monstruo se escondiera debajo de ellas, como si fueran a rasguñar y despedazar mi piel en cualquier momento...

No sabría decir cuantas horas o minutos habían transcurrido desde aquel momento, pero se sentía como sí ubiese despertado de un sueño muy profundo y largo, una pesadilla más que un sueño. Lentamente abrí mis desorientados ojos y empecé a sentir mi cuerpo todo aturdido; mis movimientos eran lentos, algo torpes, sin coordinación.

Era como sí no pudiese conectar con la realidad que vivía. Probablemente aquellos eran los efectos de eso que provocó que perdiese el conocimiento.

Era incapaz de ordenar mis ideas y honestamente creía que la vida esperaba demásiado de mi. ¿Tan fuerte me veía como para que me diera tantas batallas, tantas guerras, tanta desgracia? Hacía que me cuestionara si ¿Debía sentirme elogiada o desafortunada?. No lo tenía claro y estaba harta de intentar comprender por todo lo que pasaba.

A veces te cansas, te hartas, puedes sentir que te ahogas pero no haces nada para respirar porque no sientes que vaya a cambiar nada el hacer algo. Aveces sientes que necesitas gritar muy fuerte pero te das cuenta de que no tienes voz, ese grito inexpresado se clava en tu estómago y destruye tu interior, desgarra cualquier rastro de esperanza, cualquier pizca de valor.

Me sentía un poco mariada y me costaba respirar con calma, aquello me dolía física y emocionalmente, mi pecho parecía no tener espacio para que mi corazón latiera con normalidad. Y por otro lado temía quedarme atrapada para siempre.

Pensé en rendirme y resignarme a que Marcos era mi destino, pero de repente recordé cuando conocí a mi amiga Ana. Recordé nuestros momentos felices pero tambien los tristes, en el orfanato. Recordé a Jake, aquella noche en la que por poco me atropellaba y le rogué por ayuda de manera desesperada. Recordé como se aferró a mi y lloró abrazándome en medio de aquella calle, y recordé cuando estábamos arriba de aquel balcón conversando del peso que sentían nuestros corazones.

Recordé todos los momentos en los que sentí que la vida valía la pena y logré calmarme con esfuerzo y rasguños de voluntad. Fue entonces que noté aquella peligrosa presencia frente a mi. En aquel momento podía sentir como mi acalurado rostro transmitía un sentimiento inefable e incognoscible al ver el suyo. Me ardían las facciones de la cara, sentía que me quemaba por dentro.

Me encontraba en una especie de habitación similar a la de aquella vez. Todo era como en aquel momento.

Otra vez mis manos estaban atadas, otra vez me encontraba encerrada, rodeada por aquellas flores. Flores que solía amar antes de que aquel individuo las convertirse en un símbolo de su demencia y una marca de mi tormento. Sin duda alguna, me encontraba atrapada en un desafortunado déjá vu. Eventos que había deseado olvidar con toda mi alma, se repetían frente a mi y simplemente no podía evitarlo.

Cuando te encuentras en momentos así tu mente también se siente limitada, encerrada y sofocada. Las cosas pasan frente a ti y no las puedes controlar. Eres como un espectador de tus propias desgracias. ¿Qué haces entonces? ¿Te resignas o luchas por un resultado diferente, aunque tu cerebro solo te arroje posibles fracasos?. Solía creer que luchar era la única opción correcta, pero no luchar contra las circunstancias, sino luchar contra tu propia manera de enfrentararlas, y eso es mucho más difícil.

No puedes cambiar aquello que escapa tu control, no puedes lanzarte sobre el reloj y detener las horas, pero puedes transformarte en medio del caos mental y físico en el que te encuentras atascado, puedes girar al ritmo de ese reloj a pesar de que habrán horas en las que debas soportar el punzante tic tac de las agujas del destino.

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