Capítulo 15: Entre las sombras

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A veces te ves envuelta y atrapada en la misma situación que casi te dejó sin vida. A veces esos eventos se repiten y te hacen sentir al borde del colapso. Aveces las cosas no terminan para siempre, aveces no hay un final, no hay un cierre total, aveces esa línea se estiende y te arrastra por un camino sin fin.

A veces no vale la pena sentir esperanza en la oscuridad, porque a veces no te quedan fuerzas para avanzar.

A veces te ves atormentada, perturbada, perseguida por un fantasma desagradable y peligroso que quiere mantenerte dentro de una jaula, o de un cuarto lleno de rosas.

Estaba escéptica, incrédula al enfrentarme nuevamente ante aquel ser orroroso y trastornado. No podía simplemente comprender el por qué de sus razones, y para ser honesta, no era como sí quisiera hacerlo.

A nadie le entusiasma vivir en un mundo miserable y roto. Una parte de mi necesitaba que aquel monstruo pagase por todo lo que me había quitado. Necesitaba que su mente fuera, al menos, la mitad de tortuosa que la mía, que sintiera en carne viva como le arrancaban el alma del cuerpo.

Sabía muy bien que nada de lo que hiciera me devolvería lo perdido, que nada sería igual que antes y que no la traería de vuelta a la vida. Pero, aun así, no podía detenerme; estaba cansada de tener que esconderme de aquel ser.

¿Por qué los seres humanos eramos así? ¿Por qué, a pesar de tener bien claro que no controlabamos las desgracias de la vida, luchabamos contra lo inevitable? ¿Por qué? No lo comprendía.

La venganza no trae de vuelta lo que se ha hecho cenizas. El pasado es el pasado, pero afecta tanto al presente cuando, cuando a pesar del tiempo transcurrido tu mente continua conectada y atada a lo que fue.

El estar en la misma habitación que Marcos me resultaba difícil de soportar, mi cuerpo se rehusaba a tolerarle. Una punzante tensión se acomodó en mi pecho, como si algo muy pesado se hubiese instalado en mi corazón para quedarse. Mis manos estaban sudorosas y mi estómago revuelto, como si tuviera mariposas volando dentro, pero más que mariposas, eran cientos de avispas revoloteando y picando mis entrañas sin parar.

Un ligero temblor se instaló en mis piernas, impidiéndome permanecer quieta. Mi cuerpo estaba incómodo y me gritaba que corriera, que huyera, que lo liberase de aquella tortura, de esa tensión. Pero no podía, no todavía.

Me esforzaba demasiado por ocultar todo aquello; odiaba sentir lástima de mí misma y no podía permitir que aquel ser percibiera los efectos que era capaz de provocar en mi cuerpo.

El tiempo se sentía a la vez lento y rápido, hasta que llegó un punto en el que ya no estaba segura de la hora.

Aquel anormal, el cuál me había dejado sola con mis pensamientos por un breve momento, abrió la puerta de ese embrujado cuarto con la más retorcidamente amable sonrisa en sus labios.

Lentamente se acercó a mi y acarició con cuidado mi mejilla izquierda. Aquello me provocó escalofríos, no pude evitar desviar la mirada ante el toque frío, suave, pero tan afilado de su mano.

_________ Te he traído algo de comer.______

Con aquella sonrisa que, por razones obvias, me incomodaba, dijo esas palabras y continuó hablándome tranquilamente. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo alguien podía ser tan maquiabelico?

________ ¿No sientes que ya hemos vivido todo esto? Yo te traigo comida, tú te quedas inmóvil, estudiando mis acciones con esos hermosos ojos tuyos, y yo finjo que te creo cuando actúas como sí no tuvieras ganas de ahorcarme._______

Sonreí con ironía, al parecer, el ya me había descifrado y no tenia sentido interpretar aquel papel pasivo. En un tono calmado, le contesté y el ambiente se tornó tenso, espeso.

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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