XXXIII

98 9 0
                                    


Hellen


Un profesor que tuve en secundaria solía decir que, cuando llegaba la mitad de la semana, los demás días se iban en un santiamén. Sus palabras tomaban más protagonismo en este momento ya que, desde el miércoles hasta el sábado, día de la presentación de la banda, el tiempo pasó con una brevedad casi irreal. Elina, Jona y yo acordamos que nuestras vestimentas para asistir reflejarían los colores emblemáticos de Phorow: negro y rosado.

     Poco más de una hora antes de la presentación, Elina y Jona llegaron a mi apartamento. Nos saludamos con un abrazo los tres.

     —¿Qué te parece mi vestimenta? —me preguntó Jona, haciendo poses de modelo. Llevaba una camisa de rayas negras con rosado, un pantalón negro y unos botines Chelsea del mismo color.

     —¡Me encanta! —le respondí, colocando las manos en mis mejillas con inequívoca ternura—. No puedo tener un amigo más guapo.

     —¿Y el mío? —me preguntó Elina, que, al igual que Jona, sacó su mejor porte de modelo. Ella llevaba un blazer negro, un top rosado por dentro, una falda del mismo color y tacones negros. Por si fuera poco, maquillaje era hermoso, combinando a la perfección los mismos colores.

     —¡Estás deslumbrante! —La miré, formando un corazón con mis manos—. Necesito, con urgencia, que me maquilles a mí.

     —¿Y tú que usarás? —me preguntó Jona al ver que aún no me había cambiado. Hasta este instante, solo me había arreglado el cabello.

     —Espérenme aquí —les dije, yendo a mi habitación—. Me cambiaré enseguida.

     Ya tenía decidida mi vestimenta desde ayer: un chaleco rosado, una camisa negra de manga larga por dentro, una falda de mismo color y unos Converse rosados. Me observé en el espejo y me vi mejor de lo que había imaginado. Sin más dilación, volví con los chicos y exclamé un ¡TA-DA!

     —Era igualar nuestras vestimentas, no superarnos —me dijo Jona, boquiabierto. Considerando lo deslumbrantes que se veían ellos, su frase me pareció un magnífico cumplido.

     —¡Amo mucho, Hellen! —opinó Elina—. Estás hecha una muñequita.

     —¡Gracias! ¡Los amo mucho! —Me acerqué a ellos para hacer el abrazo de tres una vez más.

     —Vamos a tu habitación para que te maquille —dijo Elina, impaciente por comenzar su magia en mi rostro.

     —Oye, yo también quiero maquillarme. —Jona se dirigió a Elina mientras se veía en un pequeño espejo que había en la sala—. ¿Podrías hacerme un delineado? Creo que no me vendría nada mal.

     —Claro, lo que tú quieras —le respondió Elina con toda la disposición del mundo—. Vamos a hacer que luzcas todavía más guapo.

     —¡Oigan! —les dije antes de que nos fuéramos a mi habitación—. No les he ofrecido refrescos. ¿Quieren?

     —Te habías demorado en ofrecérnoslos. —Elina se rio—. Pero sí, me gustaría uno. El mismo de siempre.

     —Yo también quiero uno —me respondió Jona por su parte—. ¿Tienes Mountain Dew?

     Fui a ver al refrigerador. No recordaba haber comprado Mountain Dew. Sin embargo, por suerte para Jona, encontré una lata. Pero había malas noticias para Elina: las Fantas de naranja se habían agotado.

     —Tendrás que elegir otro sabor —le avisé a Elina—. Ya no hay fanta de naranja.

     —No es cierto —me dijo ella, pensando que era una broma.

     —Ven y compruébalo tú misma. —Le pedí que se acercara al refrigerador.

     —Ni modo. —Se acercó con resignación y examinó los otro refrescos en el refrigerador—. Dame un Dr Pepper. No está mal probar otros sabores de vez en cuando.

     —¿Algo así como lo que quieres hacer con tu vida amorosa? —le preguntó Jona en un doble sentido juguetón.

     Jona se enteró de lo que pasaba entre Elina y Jan justo ayer, cuando nos reunimos en el espacio verde del campus.

     —No debimos haberte contado nada —le dijo Elina, mirándolo de reojo.

     —¿Ya no se puede bromear? —Jona negó con la cabeza, disgustado.

     —Sabes que podría hacer mil bromas sobre tu vida amorosa, ¿verdad?

     —Pero no lo harás —intervine, dirigiéndome a Elina—. Era una simple broma. Jona no quería ofenderte ni mucho menos.

     —Está bien, lo siento. —Elina se disculpó con Jona.

     —No olvides que te quiero mucho, Elina —le dijo Jona.

     —Yo también te quiero, tonto.

     —Sabía que ustedes dos, en el fondo, se querían de verdad —dije, dándole la Mountain Dew a Jona y el Dr Pepper a Elina.

     Nos fuimos a mi habitación, Elina empezó a maquillarme y creó un estilo parecido al suyo con tonos rosados y negros dominantes. A Jona le hizo un delineado precioso que resaltaba sus ojos achinados.

     Entre el maquillaje y nuestras conversaciones sobre diversos temas, perdimos la noción del tiempo y nos dimos cuenta de que faltaban pocos minutos para que comenzara la presentación de la banda. Menos mal que el club quedaba cerca de mi apartamento; de otra forma, no habríamos llegado puntuales ni en sueños.

     Al llegar al club, la banda ya estaba en el escenario, lista para empezar a tocar. Yara advirtió nuestra presencia y nos saludó con un gesto. Del mismo modo, hizo señas a uno de los gerentes del club para que se acercara a nosotros. Mientras tanto, Laurent, con su saxofón entre las manos, irradiaba un ligero nerviosismo y no me despegaba la mirada de encima. Ante esto, mi corazón, insensato, no para de latir con fuerza. Pero apenas podía hacer contacto visual con él. Jan y Elina, por su parte intercambiaban sonrisas cómplices sin ninguna vergüenza.

     —Hola —nos saludó el gerente, un hombre elegante que no tendría más de treinta años—. Ustedes deben ser los invitados de Yara, ¿no es así?

     —Sí —asentí—. Soy la hermana y ellos mis amigos.

     —Como pueden ver, no hay muchas mesas disponibles, pero Yara me pidió que les reservara una de las que están adelante.

     —¡Genial! —dijo Jona—. Tendremos buena vista para ver a la banda.

     —Gracias a Yara por salvarnos —agregó Elina.

     El gerente nos indicó la mesa. Era la misma en la que nos sentamos la última vez con Elina, el mismo puesto en el que había comenzado la conexión con Laurent. Y donde, inevitablemente, continuaría por esta noche.

Apegados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora