XLIX

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Hellen


Se esfumaron veinte días desde la última vez que vi a Laurent. Sus deberes en el conservatorio y el trabajo en el nuevo álbum de la banda, que ya se encontraba en una etapa avanzada, se intensificaron en las dos semanas recientes. Con todo, mantuvimos el contacto a través de mensajes. No obstante, para mala noticia mía, mi apego ansioso estaba más presente que nunca. Trataba de controlarlo, pero si Laurent no me respondía dentro del tiempo normal, mi ansiedad entraba en acción con toda su fuerza.

     La falta de claridad en las intenciones de Laurent tampoco me ayudaba mucho. Desde luego, necesitábamos hablar del tema. Y tenía planeado decírselo hoy, en la fiesta con actuación en vivo que la banda había organizado para agradecer a los seguidores leales y recompensarlos por su apoyo continuo. El evento sería en el mismo edificio donde estaba su apartamento, pero en el salón de reuniones, que era un espacio lo suficientemente amplio para acomodar a una buena cantidad de invitados.

     Yara quedó en llamarme para decirme la hora exacta en que debía llegar. Le pedí a Elina y Jona que me acompañaran, pero se dio la casualidad de que ambos tenían compromisos con sus respectivas familias.

     Recibí la llamada de Yara unos minutos después de salir de la universidad. Me indicó que debía estar en el edificio a las seis de la tarde, ya que la fiesta empezaría a las siete y necesitaba mi ayuda con algunos preparativos. Me pareció temprano para el gusto de la banda, pero supuse que estarían limitados por el horario del salón. Cuanto antes empezara, más tiempo tendrían para disfrutar.

     Le envié un mensaje a Laurent para preguntarle a qué hora llegaría, y me respondió que poco después de las siete, ya que tenía que acompañar a su amiga Mary a hacer unas gestiones en su casa En estos días en que volvimos a hablar, noté que Laurent mencionaba con frecuencia a Mary, lo que me hizo pensar que se habían vuelto muy cercanos. No estaba segura si su relación era solo amistad o algo más. Mi mente, como era de esperar, ya había empezado a imaginar lo peor.

     El taxi que tomé no conocía la palabra retrasarse y llegué al salón de la fiesta una hora antes de las siete. El lugar estaba decorado con los colores de la banda. Habían montado un mini escenario, donde estaban los instrumentos junto a algunos micrófonos. Aún con ninguno de los invitados presentes, se sentía un buen ambiente; no me quería imaginar cómo sería cuando cada rincón estuviera lleno.

     La persona que me recibió fue Archie, que estaba cerca de la entrada.

     —¡Hellen! —Me saludó con un abrazo—. Me alegra mucho verte por aquí.

     —A mí también me alegra verte, Archie. —Lo abracé con el mismo cariño.

     —¿Viniste sola? —me preguntó, mirando detrás de mí en busca de alguien—. ¿Dónde está Elina y Jona?

     —No pudieron venir... Tenía unos compromisos familiares.

     —¿En serio? Qué mal. Tenía muchas ganas de ver a Jona.

     Hace no mucho, Jona me contó que hablaba con Archie de manera seguida, pero que, en las últimas semanas, la comunicación había disminuido de forma notoria.

     —¿No has hablado con el últimamente?

     —Sí lo he hecho, aunque quizá no tanto. Este último mes, entre el álbum y que mi mamá estuvo en el hospital, he estado al borde del colapso.

     —¿Tu mamá está mejor?

     —Por fortuna, sí. Hace poco volvió al hospital para un revisión rutinaria y el doctor dijo que estaba evolucionando de la mejor manera. No te imaginas cuánto alivio me dio saberlo.

     —Me alegra mucho, Archie, en serio.

     —Gracias, Hellen, lo aprecio.

     Justo en ese momento, Yara me vio y me hizo un gesto para que le ayudara con los vasos y las bebidas en la mesa donde los invitados se acercarían a servirse.

     —¿Qué tal te va, hermanita? —me dijo, indicándome dónde y cómo colocar los vasos.

     —Todo bien —le respondí, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra—. Llegando puntual a la hora que me dijiste.

     —Gracias por venir. —Me agradeció con un suspiro de cansancio—. La única ayuda que he tenido ha sido la de Archie. Jan y Abel salieron hace rato para comprar snacks y no han regresado.

     Lo cierto es que no tuve que hacer mucho; Yara y Archie ya se habían encargado de la mayor parte. Luego de terminar los vasos y las bebidas, colocamos unos cuantos muebles, que proporcionaba el salón, para que los invitados pudieran sentarse si lo necesitaban. Por último, nos sentamos a descansar un momento antes de que llegara la hora de empezar..

     —Así que el álbum está casi terminado —dije, viendo a Yara y Archie.

     —Estamos en la etapa final, diría yo —me dijo Archie—. Pero Yara parece más preocupada que alegre.

     —Más bien pensativa —lo corrigió Yara—. Y tú sabes por qué.

     —¿Por qué? —pregunté.

     —Estamos pensando si firmar o no con una disquera que nos contactó —respondió Yara—. Lo que más nos atrae de aceptar la oferta es la ayuda que nos brindarían con el marketing y la distribución de nuestra música. Pero el inconveniente es que ellos tendrían influencia en nuestro proceso creativo.

     —Y eso hizo que Jan se pusiera en contra de la idea —agregó Archie.

     —¿Por qué no lo deciden en grupo? —sugerí.

     —¿Por votaciones? —me preguntó Yara—. Ya lo intentamos y hay muchas dudas. A todos les cuesta decantarse por un lado o por otro. El único que está cien por ciento en contra, como dijo Archie, es Jan.

     —Como líder de la banda, parece que la decisión tendrá que recaer en ti —le dijo Archie a Yara.

     —Tendremos que discutirlo de nuevo entre todos y ponernos de acuerdo para tirar de un lado. —Yara se llevó la mano al cuello en un gesto de estrés—. No quisiera tomar esta decisión sola.

     —Podrían negociar con la disquera para obtener un acuerdo que les dé más seguridad antes de aceptar la oferta —aconsejé—. Más que todo en lo que respecta al proceso creativo. Al final, la influencia que imagina Jan puede no ser tan grave.

     —Consejo a tomar en cuenta —dijo Archie, señalándome con el dedo.

     Los pasos y las risas de dos personas, que acaban de llegar al salón, empezaron a sonar detrás de nosotros. Eran Laurent y Mary. Me volteé de inmediato para verlos. Era la primera vez que veía a Mary. Lo que más impactó de ella, de primeras, fue su hermoso cabello rojizo. Después de saludar a Archie y Yara, se acercó a mí para presentarse.

     —Hola, tú debes ser Hellen —me dijo, dándome la mano—. Soy Mary, un placer conocerte. Laurent me ha hablado mucho de ti.

     —Mucho gusto, Mary. —Le di la mano con la misma amabilidad—. Yo soy Hellen. Laurent también me ha hablado de ti.

     Laurent me dedicó una sonrisa dulce, lo que hizo que mi corazón se sintiera cálido. Sin embargo, también le sonrió de la misma manera a Mary, y toda esa calidez se volvió fría. Y no era por celos, sino por el temor de que Laurent pudiera sentir con ella una conexión similar a la que tenía conmigo.

Apegados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora