Laurent
Este verano fue más frío que el propio invierno. Tocar mi saxofón, tanto en solitario como con los chicos de la banda, fue lo único que me dio el calor necesario para sobrellevarlo. La culpa por no haber correspondido a Hellen me quitó el sueño por varias noche. El solo hecho de pensar que ella podría estar igual de mal que yo cuando terminé mi última relación me hundía en un pozo sin salida. Lo más triste de todo, en síntesis, era que mis traumas pasados le habían ganado la batalla a mi deseo de tener un amor bonito.
Continué asistiendo a terapia una vez a la semana. Si bien no podía negar que había tenido ciertos avances en la resolución de mis conflictos internos, todavía estaba lejos de superarlos por completo. Necesitaba más tiempo, el único remedio que, según muchos, era capaz de curar cualquier herida. Y no me refería a semanas ni meses, sino años. Por lo menos, había aprendido la lección de no acercarme a nadie con quien pudiera surgir una tensión amorosa, sin importar cuán fuerte fuera la conexión.
Un propósito que cumplí durante estas vacaciones de verano fue leer el libro que me había prestado Hellen. La tristeza, el dolor y la desesperanza de los diarios de Pizarnik fueron de la mano con mi sentir. Esta lectura se convirtió en una fiel compañera en mis noches de insomnio, que no fueran pocas que digamos.
El problema era que ahora no sabía cómo devolverle el libro a Hellen. Había pensado en enviárselo a través de Yara o algún otro amigo en común. Pero también consideré la idea de ir a su apartamento y dejárselo en la puerta. Me parecía que esta última opción era la mejor manera de resolver el asunto sin involucrar a nadie más.
Cuando por fin me decanté por la opción de dejarle el libro a Hellen en la puerta de su apartamento, me dispuse a prepararme, ya que no quería esperar otro día. Sin embargo, mi mamá interrumpió mis preparativos al tocar la puerta de mi habitación.
—Laurent, te busca una chica —me dijo ella desde afuera.
Abrí la puerta de inmediato.
—¿Me buscan? ¿Quién?
—Es una chica pelirroja. Dice que es tu compañera en el conservatorio y la banda.
Mary, pensé. Por un momento, tuve la ilusión de que sería Hellen. Pero era ilógico pensar que ella vendría a buscarme, cuando, en todo caso, tenía que ser lo contrario.
Respecto a Mary, me alejé de ella después de que me besara en aquella fiesta esporádica. Nos veíamos en el apartamento de la banda en los ensayos y solo cruzábamos palabras cuando había que hablar de música, pero nada más allá de eso. Con curiosidad, fui a atenderla a la puerta para saber qué quería.
—Hey —me saludó ella con la mano en cuanto me vio.
—Hola —la saludé con un gesto de: «Qué haces aquí».
—Necesito hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—No te hagas, Laurent. Algo cambió entre nosotros y tenemos que hablarlo. Pensé que solo estabas enojado conmigo, pero creo que esto es más serio que un enojo.
No quería tener esta plática con Mary en la puerta de mi casa, por tanto, le pedí que subiéramos a mi habitación. Una vez ahí, proseguimos.
—Cuando dices ignorar, parece que no te hablara en absoluto —le dije—. ¿Se te olvida que sí hablamos en los ensayos de la banda.
—Me hablas solo para lo necesario en los ensayos.
—Créeme, es mejor que estemos así.
—Te besé porque me gustas —confesó ella—. Pero no debí haberlo hecho. Lo siento.
—Mary, quiero que sepas que no estoy disponible para relaciones amorosas con nadie. Me gustaba la amistad que tenía contigo, pero, cuando vi que querías escalar más, preferí poner un alto.
—No teníamos que llegar a un noviazgo en lo más mínimo. Podíamos tener algo casual.
—No me interesa nada —aseguré—. Ni siquiera lo más informal.
—Entiendo. No me queda más que respetar tu decisión. —Se dirigió a la puerta para irse, pero antes de hacerlo, se volvió hacia mí y agregó—: Sea como sea, me gustaría recuperar la amistad que teníamos. De mi parte, te aseguro que no habrá más interés que sobrepase esa frontera. Piénsatelo.
—Si lo dices así, lo reconsideraré.
Mary se fue, me quedé solo en mi habitación y pude retomar lo que estaba haciendo antes de que ella llegara. Tomé mi mochila, saqué una pluma y una hoja de un cuaderno. No me consideraba buen escritor ni mucho menos, pero no quería dejar el libro en la puerta del apartamento de Hellen sin más. Necesitaba expresarle mi agradecimiento por prestarme el libro, así como algunos sentimientos adicionales.
Traté de escribir lo primero que se me ocurrió, y solamente conseguí cometer errores. No tenía claro lo que quería expresar. Deseé tener un poco del talento que Jan demostraba en la escritura de canciones en su libreta. Pero mi único y verdadero talento era tocar el saxofón Regresé a mi mochila y arranqué no solo una hoja del cuaderno, sino varias, pues temía que esto requeriría varios intentos. A la larga, luego de llenar el suelo de mi habitación con un mar de bolas de papel, logré redactar la nota definitiva.
Salí de la casa con un leve nerviosismo. Mi mamá me preguntó para donde iba y le dije la verdad, que iba a regresar un libro que me habían prestado alguien. O, mejor dicho, una examiga, o ex casi algo, como se le quiera llamar. Me sentí mucho más nervioso cuando llegué a la entrada del edificio. Mi mayor miedo era que Hellen me viera dejando el libro. Rogué al cielo para que eso no ocurriera.
Por fortuna, pude dejar el libro sin ser visto por ella ni por nadie, en realidad. Sentí algo de nostalgia al hacerlo, tanto que, mientras me alejaba tras cumplir mi cometido, me volví hacia el apartamento de Hellen para darle un último vistazo. En el fondo, sabía que esta sería la última vez que vendría por aquí.
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Apegados ©
Teen FictionHellen y Laurent parecen estar en mundos emocionales distintos. Ella, con su apego ansioso, anhela cercanía y confirmación constante, mientras que él, con su apego evitativo, se resguarda en la distancia emocional. A pesar de que todo parece conspir...