Hellen
Las lágrimas que reprimí mientras hablaba con Laurent fluyeron con vía libre una vez nos despedimos. El llanto cesó en gran parte de la noche, la cual pasé en vela hasta cerca de las cuatro de la madrugada. Basándome en experiencias anteriores, sabía que estaba a las vísperas de un nuevo duelo. La primera etapa, la negación, era lo que sentía ahora, impidiéndome a aceptar la realidad.
Dormí apenas cuatro horas. Con la poca energía que había recargado, tuve que arreglármelas para afrontar un día entero de universidad. Les conté a Elina y Jona lo que había pasado con Laurent, pero tratando de no mostrar lo destrozada que me sentía por dentro. No quería que ellos pensaran que estaba en peligro de entrar en una nueva crisis emocional, así que lo mejor era actuar como si tuviera la situación bajo control. También les dije que serían las únicas personas a quienes se lo contaría, haciéndoles prometer que no se lo dirían a nadie más, y mucho menos a Yara, por si se la encontraban en alguna ocasión.
Una actividad en la última clase hizo que mi regreso a casa se postergara hasta las cinco de la tarde. Al entrar a mi habitación, me senté en la cama y me quité los zapatos para aliviar la dolencia en mis pies, causado por el cansancio de no haber dormido nada. Mi plan era dormir hasta el día siguiente, si fuera posible. Sin embargo, por más que lo intenté, no pude conciliar el sueño. Me quedé sentada en posición fetal y, de repente, como si algo hiciera clic en mi cabeza, recordé toda la conversación que había tenido con Laurent, y los sollozos comenzaron a salir. Necesitaría inventar nuevas palabras para describir el dolor que me invadió en esos momentos. Nunca en mi vida había llorado de esa manera, sintiendo que me desgarraba por dentro. No solo sentía que se me rompía el corazón, sino todos mis órganos vitales.
Las vacaciones de verano llegaron y las pasaría en duelo, uno que, por lo que Laurent había significado para mí en este tiempo, sería más doloroso que cualquier otro que hubiera tenido antes. Pensar que había escalado tanto para estar bien emocionalmente solo para volver a caer en un nuevo abismo me hundía aún más. No tener planes para vacacionar en algún lado y despejar mi mente tampoco ayudaba. Aunque, para ser sincera, por mucho que buscara distracciones externas, lo interno me seguiría a todo lugar al que fuera.
Los días pasaron, junto con las etapas del duelo.
La negación siguió conmigo durante poco más de dos semanas. Negarse a lo que estaba pasando era inútil cuando el paso de los días te demostraba lo contrario. Por consiguiente, no me tardé mucho en caer en cuenta de que debía empezar a aceptar la realidad en la que me encontraba.
Ahora bien, estar consciente de la posición en la que estaba me llevó a la ira. El enojo de pensar que Laurent había injusto conmigo fue palpitante por unos días. Fue una irresponsabilidad afectiva grave de su parte darle largas a un asunto que no llegaría a ningún lado. Hasta llegué a sentir odio por su indisponibilidad amorosa. Pero el odio era algo que nunca tendría cabida en mí, mucho menos para él. Dejé atrás esta irritación casi sin percatarme, y así pasé a la siguiente etapa.
La negociación en mis duelos era sinónimo de pensamientos esperanzadores, como imaginar que Laurent se pondría en contacto conmigo en cualquier momento para decirme que se había equivocado, que lo había pensado mejor y que sí quería intentarlo conmigo. «La esperanza es lo último que se pierde», dice el refrán, pero a veces era preferible perderla antes para no empeorar las desilusiones.
Hubo una semana, en particular, donde sentí que la depresión hizo de las suyas conmigo. A duras penas me levantaba de la cama para ir a comer. Dormía más de lo necesario. Comía mal. Y tenía muchas lagunas mentales que representaban a la perfección lo que era estar deprimida. Pero un día amaneció y, de manera gradual, pude hacer mis actividades para subsistir con un poco más de ánimo.
Para mí, la aceptación era la etapa más difícil. La comparaba con un médico interviniendo en un dolor insoportable, sabiendo que el tratamiento podría causar mucho sufrimiento e incluso no eliminar por completo el malestar, pero, como mínimo, haría que fuera más llevadero. Llegué hasta aquí cuando faltaba en torno a una semana para que las vacaciones de verano terminaran.
Podría parecer que este duelo fue breve, ya que duró dos meses y medio, pero eso no impidió que fuera más agudo que otros anteriores que habían durado más. Creo que el tema de la «poca» duración se debió, en buena medida, a que estuve sola y sin otras preocupaciones. No puedo negar que recibí algunas invitaciones de Yara para salir con ella y los chicos de la banda, aunque no fueron muchas porque aún estaban ocupados con el álbum y su lanzamiento. Sin embargo, tuve que inventar excusas de compromisos para evitar cualquier posibilidad de encontrarme con Laurent.
En definitiva, sabía que era probable recaer en alguna de las etapas. Pero, en cualquier caso, tenía la convicción de que podía lidiar con este dolor y seguir adelante. Esta última semana, decidí que solicitaría regresar a vivir al campus de la universidad. Me había propuesto pensar si volvería o no después del verano y, tras lo que pasé en este apartamento los tres meses recientes, me vendría bien un cambio de aires. Elina me había dicho que su compañera de cuarto se mudaría a una casa, lo que me daba la oportunidad de volver a compartir habitación con ella. Cruzaría los dedos para que así fuera.
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Apegados ©
Teen FictionHellen y Laurent parecen estar en mundos emocionales distintos. Ella, con su apego ansioso, anhela cercanía y confirmación constante, mientras que él, con su apego evitativo, se resguarda en la distancia emocional. A pesar de que todo parece conspir...