Remembranzas no solicitadas

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Kuroro había pasado el día entero con Scarlet bajo su custodia, fue una tarea incómoda, pero Kurapika no quería ver a la niña, Kuroro no entendía del todo esta reacción.

¿No debería ser diferente su actitud ahora que sabía que era hija suya?

Rentaron una habitación de hotel a las afueras de la zona mayormente desértica del inmenso territorio de Gordeau. Una sola habitación con una pequeña estancia y un baño. Kurapika estaba bloqueando la puerta que permitía el paso desde la habitación a la estancia, por lo que Kuroro se limitó a permanecer en la alcoba, al menos tenía el baño aquí y no tendría que suplicar para pasar al otro lado y alcanzarlo. Naturalmente, era el líder del genei ryodan, y si quisiera, podría derribar la puerta y hacer salir al arisco Kurta de su escondite. Sin embargo,  decidió ser paciente.

Ahí solo, y sin mucho por hacer, se comenzó a cuestionar el por qué se comportaba tan complaciente con ese chico. Un día él encadenó su corazón y lo aisló de lo que para él representaba su mundo, sus arañas. Incluso asesinó a dos valiosos elementos y amigos de la tropa fantasma.

Scarlet hacía ruidos extraños ahora mismo, el pelinegro se acercó para mirar de cerca, estaba metiéndose a la boca unos jabones de tocador, Kuroro resopló insatisfecho y se acercó para abrirle la boca y así retirar el jabón, sin embargo, ella intentó morderlo para evitar que le quitara su objeto valioso. Cuando sacó por completo el resto de jabón y la envoltura babeada, la llevó al baño para enjuagar su boca con agua. La pequeña berreaba y gimoteaba insistentemente, parecía que Kuroro había hecho una terrible hazaña quitándole el jabón de su pequeña cavidad bucal.

No necesitaba ser demasiado listo para saber que debía asear a la niña en ese sentido. Cuando por fin ya no parecía haber espuma en su boca. Kuroro regresó a la cama y se acostó en ella, rendido y pensativo. La niña se acurrucó a su lado y acicalándose por unos minutos, se quedó dormida.

¿Cómo el gran Danchou del genei ryodan había llegado a este punto?

Y otra pregunta mucho más cuestionable era la siguiente: ¿en qué momento Kurapika abriría esa puerta y aparecería recompuesto? ¿Cuándo se dignaría a recuperar la cordura?

Luego de que Kuroro despidió a Nobunaga y Kalluto a la salida del hospital ubicado en esa montaña peligrosa en las fronteras de la ciudad de las estrellas fugaces, partió con Kurapika y Scarlet con dirección al desierto de Gordeau. Al final de cuentas, el rubio aceptó viajar a su lado, pues Kuroro le propuso averiguar explicaciones sobre él y parte de su pasado.

Viajaron durante un par de días, sufriendo las desventajas de transitar ligeros, sin suministros suficientes y con una niña a su cargo.

La condición de Kurapika era la peor, al menos el nen de Kuroro le brindaba la fortaleza necesaria para exceder el límite de su propia fatiga. Cuando llegaron al sitio indicado, buscaron refugio, encontrando un hospedaje con facilidad.

Tuvieron que transcurrir 5 días, para que Kuroro decidiera que era hora de ir al lugar correspondiente. Un laboratorio abandonado que tiempo atrás había detonado en su totalidad en medio de una invasión.

Kurapika y Kuroro entraron al edificio en ruinas, recorriendo cada pasillo, cada sala, cada habitación, todo esto con bastante sigilo.

Kurapika cargaba a Scarlet como era habitual. A pesar de que la niña ya caminaba sola, el rubio prefería mantenerla en brazos, más en un sitio tan peligroso y arruinado, con estructuras excesivamente inestables como este.

Mientras caminaban por ese sitio, algo crecía dentro del rubio, su pecho albergaba un presentimiento que lo hacía sentirse familiarizado con ese lugar. El detalle era que la sensación que creció en su interior no era del todo agradable, tampoco satisfactoria.

Iris escarlatasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora