HABÍA HABIDO MUCHOS momentos en mi vida en los que me sentí perdido y, en general, confundido. En esos momentos cedí e ignoré cualquiera que fuera el problema. Ahora no tenía ese lujo. Observé a mi esposo mientras caminaba de un lado a otro con una caja de donas en la mano. Se las comió mientras seguía hablando por teléfono. No sería gran cosa si no fuera la segunda caja de esa mañana.
—Hey, ¿quieres pedir comida?
—No. —Zee tomó su tablet junto con otro cupcake de fresa. Tenía la nariz manchada de glaseado. Sería lindo si no estuviera tan preocupado.
—Te vas a enfermar. —No tenía idea de lo que estaba haciendo. Era un hombre adulto. Zee podía tomar cualquier decisión que quisiera. Lo sabía, y aun así, tenía la sensación persistente de que no debería dejarlo así.
—¿Quieres tener sexo? —Levanté el dobladillo de mi camisa, listo para agacharme y ensuciarme. El sexo siempre resolvía los problemas.
—¿Mmm? —Zee levantó la cabeza y su mirada café oscura me recorrió antes de ver su teléfono que vibraba.
Dejé caer mi camisa y traté de ignorar el sentimiento de rechazo. Su trabajo se estaba volviendo más agitado.
—¿Necesitas ayuda?
Zee negó con la cabeza. —No, con los pastelitos son suficientes. Gracias.
Miré la mesa de café; pastel, pudín, galletas y más cubrían la superficie. Zee ya estaba haciendo una gran mella en ello.
—Puedo ir a buscar más.
—Se lo diré a Jimmy.
No había nada que hacer. Me di cuenta de lo estresado que estaba Zee, tenía los hombros tensos incluso mientras devoraba otro cupcake. Rápidamente pasó a las galletas de azúcar. ¿Cómo diablos no se le estaban cayendo los dientes de la boca?
—¿Estás seguro de que no puedo ayudarte?
El teléfono de Zee empezó a sonar de nuevo. Se lamió el pulgar y se dirigió hacia mí. Se me hizo un nudo en el estómago. Sucedía la mayoría de las veces. Palabras extranjeras descansaban en la punta de mi lengua, ansiando decirlas.
—No, te avisaré si eso cambia.
Lo siento, me sentí vacío e insuficiente. Le había causado más problemas de los que resolví a Zee.
Se quedó ahí un segundo con el teléfono sonando en la mano. Parecía como si tuviera algo que decirme. Pero al final negó con la cabeza. Nuestros labios se encontraron en un casto beso que terminó antes de que realmente comenzara.
—Voy a ir a tomar esto.
Asentí. —Yo... —señalé a mí alrededor salvajemente. No había nada que pudiera hacer. La única razón por la que no había sentido su peso últimamente era por Zee.
ESTÁS LEYENDO
Di acepto | ZeeNuNew
Romantik¿Qué obtienes cuando mezclas a un mafioso con el hijo de los yakuza? Un matrimonio bañado en sangre. Nunca esperé casarme, pero cuando se me presenta una oportunidad de negocio, sé que tengo que aprovecharla. Después de todo, mi familia significa mu...