09. Stigma

30 5 0
                                    

Ella corrió entre los pasillos sin preocuparse por quien se encontraba en su camino, incluso pasó de largo cuando se cruzó con Zeldriz, y por poco se choca contra él, pero logró esquivarlo con un giro ágil, desviando su dirección y continuando su carrera.

—Lo siento, primo —dijo antes de desaparecer al fondo del pasillo.

Se detuvo frente a la habitación, respirando con dificultad. Su mano descansaba sobre su pecho, agarrando su blusa. Levantó la mano hacia el picaporte, pero antes de que pudiera abrir la puerta, alguien más lo hizo. Meliodas estaba frente a ella, y aunque él fuera solo un poco más alto, ella aún sentía miedo al verlo.

—Sarada —pronunció él, sorprendido. Casi no podía creer que ella estuviera allí.

Sarada y Sakura no solían tener una buena relación como hermanas; sin embargo, entrenaban juntas, y rara vez se escapaban juntas al mundo de los humanos.

Meliodas le cedió el paso, y Sarada ingresó a la habitación. Miró a su hermana en la cama, quien aún no despertaba, y se acercó para sentarse en la silla junto a ella, tomando la mano de Sakura.

El rubio observó a las hermanas y suspiró, al parecer no era el único que tenía complicaciones con la relación entre hermanos. Se preguntaba si algo similar ocurriría con él y Zeldriz.

Cuando Sakura estaba inconsciente, le había pedido a Meliodas que no matara a las diosas, ya que sería como matarla a ella.

—Meliodas... —dijo ella, tomando su mano cuando se exaltó y trató de levantarse de la cama.

—Descansa, amor. Velaré por tus sueños.

¿Qué significaba esto? ¿Ella lo recordaba? ¿Sería este el fin? Todo esto lo tenía preocupado, pero esa petición... no creía poder cumplirla. Las diosas eran crueles y despiadadas, carentes de corazón. No merecían vivir... no podía olvidarlo, nunca lo había hecho.

Ese odio se intensificó aún más cuando las diosas mataron a su cuidadora. Ahora estaba Sakura, un demonio que se había convertido en la líder de los seis caballeros de la oscuridad. Las diosas la consideraron una amenaza y la atacaron con la intención de matarla.

Esa experiencia lo había marcado profundamente, revelándole que las diosas no solo eran sus enemigas, sino una amenaza para todo lo que él amaba. Su odio hacia ellas era puro y visceral, nacido del dolor, la pérdida y el miedo. Era un odio que lo consumía y lo motivaba a luchar contra las diosas hasta su último aliento.

Nuevamente, se había cruzado con la diosa Elizabeth, quien le habló con suavidad, intentando convencerlo de unirse a Stigma, un grupo que buscaba poner fin a la guerra entre demonios y diosas.

—La guerra ha durado demasiado. Necesitamos encontrar una manera de detenerla, y creo que Stigma es la respuesta. Necesitamos unir fuerzas para crear un mundo mejor.

—No te creo —respondió él, con desconfianza—. La guerra es lo único que sabes. Eres una diosa, y los demonios son tus enemigos. No te importa lo que pase con nosotros.

Elizabeth negó con la cabeza.

—No es cierto. Yo también quiero la paz. Pero sé que no va a ser fácil. Tendremos que trabajar juntos: demonios, gigantes, hadas, humanos y diosas, si queremos lograrlo.

Meliodas sabía que ella hablaba en serio, pero aún así no podía confiar en ella.

—No puedo —dijo—. No puedo unirme a ti.

—Lo entiendo —suspiró ella—. Pero por favor, al menos considera mi propuesta. Sakura también está en peligro. No quiero que le pase nada. Desde ese día tan desastroso no la he visto, ¿cómo está?

The cursed lovers² |Meliodas y SakuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora