12. Al templo

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—¿Quién es ese? —preguntó Drole, con la mirada fija en una figura que emergía de la densa neblina de la batalla.

—¡Ese es uno de los Diez Mandamientos! ¡Karmadios de la Traición! —respondió Meliodas, elevándose sobre el campo de batalla—. ¡Si no quieren ser golpeados por su mandamiento, lo que sea que hagan, no huyan de él!

El ojo de Drole se abrió con sorpresa. Karmadios no perdió tiempo y lanzó su ataque. Con velocidad cargó contra Drole, blandiendo sus armas con una fuerza descomunal. El impacto fue brutal, sacudiendo el suelo bajo los pies del gigante y dejando una enorme nube de polvo en su estela.

Sin detenerse, Karmadios dirigió su furia hacia Gloxinia. Desde su boca, liberó una serie de esferas oscuras que volaron hacia el rey hada. Pero Gloxinia, ágil como siempre, esquivó cada una de ellas, apenas moviendo sus alas.

—¡Lanza Espiritual! —exclamó Gloxinia mientras invocaba su arma legendaria, canalizando una corriente de energía pura. El rayo de luz se lanzó contra Karmadios con una fuerza cegadora, pero el Mandamiento, aunque sorprendido, logró mantenerse firme, demostrando el poder aterrador que poseía. La batalla apenas comenzaba.

Drole se encontró ileso y un herido Calmadios los insultó. El hada inmovilizó los brazos de él utilizando la segunda forma de Basquias, y Drole lo atrapó con su Giga Lock. Ante el ataque inminente, Calmadios liberó su Evil Breath contra ellos. Sin embargo, para su sorpresa, Sakura se puso en medio, disculpándose con él y devolviendo su ataque con un contraataque, causando un enorme impacto que alejó a Calmadios del lugar, quien antes de desaparecer declaró que regresaría y traería a todos sus compañeros.

El contraataque de Sakura no solo arrebató la vida de Calmadios, sino también de muchos demonios. Era de esperarse, ya que nunca pudo controlarlo bien.

—Ay, necesito practicar más.

—¡Mejor ya no lo hagas! —Gloxinia había caído sobre la cabeza de Drole por el impacto de Sakura y, nervioso, comenzó a revisar si aún tenía una de sus alas. Suspiró al comprobar que sí.

—¡Eso fue fantástico! —dijo Drole—. Esta vez no nos dañó.

—¡Y eso qué! Pudo habernos matado.

—Si no mejora, su debilidad será nuestra perdición —dijo Meliodas, sin siquiera mirar a Sakura.

Tras la conversación con Elizabeth, los demás demonios se habían retirado, ya que tampoco querían pelear. Los pocos humanos que se encontraban allí se unieron a los Guerreros de Stigma, y juntos se dirigieron a la base. Drole entrenaba con los de su raza, mientras los demás realizaban sus tareas. Meliodas, por su parte, esperaba a Sakura, quien estaba ocupada cambiándose de ropa.

Más tarde, ambos se sentaron a comer frutas para recuperar energías después de la batalla.

—Él no estaba ahí —murmuró, refiriéndose a Zeldris.

Habían tenido algunos encuentros con él, pero todos habían sido fracasos, ya que no lograron hacerle cambiar de opinión. Meliodas terminó de comer sus uvas y se recostó en el césped, entrelazando sus manos detrás de la cabeza.

—Zeldris siempre fue testarudo. No cambiará fácilmente —dijo, mirando al cielo.

Pasaron dos días más. Meliodas y Sakura descansaban en una colina, observando las nubes. De repente, ella lo tocó en el brazo, atrayendo su atención.

—¿No quieres ir ahí? —preguntó con una sonrisa.

—¿Te refieres al templo? —respondió Meliodas.

Sakura asintió mientras terminaba de comer su manzana. Luego se levantó, estirándose.

—Vamos —dijo, extendiéndole la mano.

The cursed lovers² |Meliodas y SakuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora