Capítulo 10

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Castro se retiro y todos estaban conmocionados, Elvira se sentía demasiado abrumada, expuesta, no quería más preguntas, no quería repetir ese momento y menos que le tuvieran lastima, solo quería olvidar lo que había pasado le pidió a sus nietos que la dejaran ir a su recamara sola; y mientras caminaba Esteban le dijo.

Esteban: Doña Elvira, le juro que voy hacer que Ginebra pague por todo lo que ha hecho –

Ella no dijo nada y se fue a su recamara. Fobo iba a seguirla pero Esteban lo detuvo.

Esteban: Fobo espera, necesitamos hablar.

Fobo: Don Esteban discúlpeme, pero doña Elvira me necesita.

Fobo subió y todos se quedaron preocupados por todo lo que había pasado, era evidente que Ginebra estaba furiosa y el que no haya señales solo anticipaba que algo estaba tramando.

Elvira estaba en su recamara, no había salido en todo el día y tampoco permitió que nadie entrara. Fobo estaba muy preocupado, nunca la había visto así, no había comido en todo el día y no podía seguir viendo como la mujer que amaba se derrumbaba así que decidió entrar y verla así le dolió en el alma.

Se acercó lentamente, ella estaba acostada en la cama con sus ojos llenos de lágrimas y en sus manos sostenía el chinesco que había guardado por tantos años para recordar a su hija.

Fobo: ¿Puedo? – haciendo referencia a que quería sentarse en la cama.

Elvira: Si – Fobo se sentó al lado de ella – ¿Por qué Fobo?

Fobo: Quisiera responder tu pregunta, pero no tengo una respuesta, quisiera quitarte ese dolor, pero no puedo hacerlo, pero lo que, si puedo hacer, es estar aquí, para ti, para todo lo que necesites.

Elvira: Fobo en estos – él la interrumpió.

Fobo: Sé que tienes el alma y corazón roto y piensas que no hay nada que pueda sanar las heridas que llevas.

Elvira: Mi corazón se rompió y no tengo fuerzas para recoger los pedazos.

Fobo: Elvira, déjame cuidar de ti, sostenerte, déjame tomar tu mano, no tienes que pasar todo esto sola.

Elvira: Fobo

Fobo: Aquí estoy, no me alejes de tu lado.

Elvira no pudo más y se recostó en el pecho de él, Fobo la rodeó con sus brazos, dándole un cálido y reconfortador abrazo acompañado de un beso en su frente, ella no puso objeción a ningún movimiento y él decidió continuar; con delicadeza acarició su cabello, para continuar el recorrido por su brazo que se encontraba descubierto dejando ver esa piel pálida que tanto anhelaba tocar. Ella lo miro con atención, confiaba plenamente en él, siempre se había sentido segura con él, pero ahora que estaba entre sus brazos se sintió procurada, cuidada y sobre todo amada.

Fobo continuó su recorrido hasta llegar a la mano donde ella sostenía el chinesco y le dijo con mucho tacto – es momento de soltar aquello que te hace daño.

Elvira no dijo nada, solo asintió con su cabeza y soltó el chinesco, él lo tomó y lo puso en el velador y continuo el corrido pero ahora en reversa su mano subió hasta los labios de ella.

Fobo: Te amo – y la beso con tal delicadeza, cuidando cada movimiento de sus labios para no abrumarla más de lo que ya estaba. Él quería que se sintiera segura, protegida y sobre todo amada en sus brazos.

Se quedaron abrazados por un largo rato, en completo silencio pues no había necesidad de pronunciar palabra, solo eran dos almas que se habían encontrado desde hace mucho tiempo y anhelaban conocerse, sentirse, comprenderse, y acompañarse en este camino llamado vida.

Ella escuchaba el latido de su corazón, la calidez de su tacto, la fuerza de sus brazos que la sostenían firme pero con delicadeza.

Él sentía la respiración de ella en su pecho que estaba levemente descubierto, la suavidad de su piel, el perfume de su cabello y sintió que toda la espera había valido la pena para estar así con ella de esta manera tan íntima, acariciando no solo su piel sino también su alma.   

Señora hermosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora