3. Paranoia

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Aruma tomo aquel pedazo de papel y mientras lo doblaba, analizó otra vez esa palabra que conocía "Cihuacuacualtzin", ¿ahora este desconocido la llamaba "mujer hermosa"?, ¿qué rayos estaba pasando?, entro rápidamente a su coche, cerró la puerta y con ambas manos en el volante analizó la situación con la cabeza mirando hacia sus pies, ¿cómo sabía está persona que había leído el poema que le envío si esa carta tenía tres meses con el demás correo acumulado?

"Mañana le pediré a los porteros que me enseñen los videos de seguridad para ver de quién se trata y dejar el tema atrás", pensó, ¿pero si por fin veía a la persona en verdad dejaría el tema atrás o le gustaría hablar con él y conocer sus razones de por qué hacia esto?, ¿tendría que denunciarlo por alguna especie de acoso?, la verdad es que dudaba que una persona que dejaba notitas hiciera daño.

También pensó en Sami, por supuesto que no le diría nada de la nota que acababa de encontrar, se sentía mal por no contarle, era su única verdadera amiga pero le daría más cuerda a la imaginación y empezaría a formar conjeturas sin sentido, sin embargo también quería cuidarla de la situación si es que está persona empezaba a hacer cosas más... raras, era un presentimiento que tenía.

Al final se incorporo en su asiento, se puso el cinturón de seguridad y manejo hacia su casa.

En el momento que piso la entrada de su casa se dio un momento para inhalar con profundidad dejando que sus fosas nasales absorbieran ese olor a canela tan característico y maravilloso que tenía el recibidor.

Dejó sus llaves y cuando se disponía a prender las luces de su sala escucho un ruido proveniente de la cocina, lo primero que le pasó en la mente fueron las notas que le estaba dejando la persona anónima, ¿en verdad se atrevería a entrar a su casa?, ¿sería como esos acosadores asquerosos que se meten a robar la ropa interior de su presa?, con tantas preguntas en la mente rápidamente de su bolso saco un gas pimienta que traía siempre con ella, gracias al cielo nunca ha tenido que ocuparlo y esperaba que ahora no fuera a estrenarlo.

Con pasos lentos, silenciosos, con el gas pimienta en una mano firme se acercaba al sonido proveniente de la cocina a tientas por la oscuridad de la casa.

Al llegar al marco de la cocina rápidamente movió su mano libre para prender el interruptor de la luz sin embargo antes de que hiciera su cometido un relámpago que anunciaba la llegada de otra fuerte tormenta iluminó por completo la cocina por medio de la gran ventana. Aruma dió un gran respingo por el estruendo repentino, abrió mucho los ojos y aquella luz le enseño quién era aquel que causaba tanto ruido en su cocina.

Solo era su hermoso gato negro, el señor Huitlacoche, también llamado "Tlaco" para los amigos, aquel compañero que llevaba con ella viviendo hace más de tres años, Aruma cerro los ojos un momento por el alivio y prendió finalmente el interruptor de la luz.

—Mi niño, casi me causas un infarto al miocardio, canijo. —Mientras se ponía una mano en el pecho y dejaba el gas pimienta en la encimera.

El pequeño minino la miro fijamente con sus ojos azules y maulló como protesta anunciando que tenía hambre.

—Entiendo, ahora mismo te daré tu comida, ¡oh mi señor Tlaco! —tono sarcástico mientras abría una puerta de la alacena para sacar la comida de su mascota.

Tlaco al escuchar el sonido de sus croquetas se acercó al plato de comida esperando pacientemente.

—Tengo suerte de que seas un gato tranquilo, si no me recibirías con un buen rasguño en la cara. —Con una sonrisa en sus labios le sirvió las croquetas para que comiera—. Provecho amigo.

Se encontraba cansada, no tenía ganas de preparar nada de comer, solo quería dormir ya, así que que del refrigerador saco lo que sería su cena por el día de hoy, un poco de yogurt, durazno y unas blueberrys.

Al terminar de comer se dirigió a su cuarto en donde realizó su rutina nocturna que era, desmaquillarse, cepillarse los dientes, ponerse su pijama y hacerse una trenza.

Se acomodaba entre sus cobijas y millones de almohadas cuando en ese momento comenzó a llover, "melodía para mis oídos" pensó, así que despejó su mente, se olvidó de todo y cerro los ojos, en cuestión de cinco minutos se quedó completamente dormida por el cansancio.

~

Después de una hora, las nubes negras seguían lanzando agua y relámpagos que iluminaban el cielo nocturno, momentáneamente uno de ellos iluminó la habitación completa de Aruma dejando ver una sobra alta desde el otro lado de la ventana.

En la costilla de Adán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora