Al día siguiente se encontraba aparcada en el estacionamiento de su trabajo.
Bajó de su coche con la mente en blanco, analizó los acontecimientos del día anterior. Más bien de los últimos días.
Para empezar, esa misma semana ya le había depositado el dinero extra que le pidió Adán.
Le estresaba ya que era una mujer que tenía organizado todo, sobre todo su propio dinero, sin embargo, el gasto inesperado a causa de Adán provoco que no pudiera dar su aportación periódica que solía hacer a la fundación; inclusive el próximo mes quería hacer una aportación para financiar un proyecto de un niño que necesitaba un tratamiento quirúrgico para su cáncer avanzado.
Y por último la situación del acosador o del "admirador secreto" como decía la loca de Sami, que para ese punto después del inocente encuentro en el museo con él (porque sí, era más que obvio que era la misma persona) le siguió pareciendo inofensivo, era más peligroso Adán y que sus amenazas se hicieran reales.
Todo esto lo pensó mientras cerraba la puerta del lado del piloto, puso sus brazos estirados, se recargo y agacho la cabeza.
De un momento a otro sintió una mano tocándole el hombro.
Le provoco un respingo y giro sobre sí misma.
El hombre que aun la tomaba del hombro le dijo algo.
—Caín —Tomó un momento para incorporarse, no escucho lo que le dijo, estaba regresando a su realidad— ¿Qué has dicho?
—Que así debes de tener la conciencia —espetó mostrándole una sonrisa bromista, pero al ver su cara asustada no pudo evitar mostrar preocupación —¿Te encuentras bien?, no era mi intención asustarte... de hecho nunca es mi intención hacerlo, pero creo que siempre provoco esa reacción en ti.
Levanto la ceja que tenía la cicatriz. —No, no, lo siento, es que he estado un poco —Suspiró—. Nerviosa, sí eso, he estado con los nervios de punta.
—¿Y eso?
Aruma dudaba de su inocente interés y era porque él nunca le había demostrado preocupación, solo se dedicaba a flirtearla y ya, en eso se basaba su contacto.
Así que se quedó callada y él entendido que no iba a sacarle la información a la fuerza.
—Quiero decir, ¿siguen vivas las peonias?
—Sí. —Mierda, ¿cuánto tiempo tenía que no les cambiaba el agua a las flores?—. Son la única razón de que no siga enojada contigo la verdad.
—¿Eso significa que sí te gustaron?
—El hecho de que no las haya tirado a la basura te dará una respuesta. —Le sonrió.
Fijó sus ojos en su sonrisa y tampoco pudo evitar sonreír. —Tienes razón, entonces sí te gustaron.
Se formaron unos eternos segundos hasta que Aruma habló.
—Y bien, ¿qué haces acechándome en el estacionamiento?
—Siempre estoy vigilándote, ¿no te has dado cuenta?
Ella se pegó más a su coche como acto de reflejo cuando paso por su cabeza la idea que tenia de que él era su perseguidor.
—Es broma. —Rio—. Estaba sacando unas cosas de la cajuela y te vi llegando, pensé en acercarme y saludar.
Le correspondió un poco la risa, pero por la absurdez de lo que había pensado. —¿Pues sí verdad?, de todas formas, trabajamos en el mismo lugar.
—Sí, pero lo curioso es que casi nunca coincidimos.
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En la costilla de Adán
De TodoDe la admiración a la obsesión hay un paso. Aruma, una médica que reside en la Ciudad de México, solo se dedica a dar conferencias, apoya una fundación y da consultas los fines de semana, ¿una vida normal no es así? Una mañana lluviosa se da cuenta...