7. Un secreto más dos personas

11 2 0
                                    

En su escritorio sacaba en claro lo que debería hacer ahora después de haber sacado sus conclusiones.
No había otra opción. Todo llevaba a Caín.
Tendría que preguntárselo cara a cara, eso dijo que haría, ¿no es así?
Pero ahora no estaba segura, algo no le cuadraba. Caín no era inteligente pero sí astuto como un zorro.

Faltaba una última pieza del rompecabezas, tal vez esperaría otra carta u otro regalo para enfrentarlo. Un punto a su favor era la paciencia.

Con las palmas de las manos presionó sus ojos cerrados hasta que vio estrellitas en sus párpados.

Su habitación se sumió en total silenció, hasta que su celular comenzó a sonar. Era una llamada.

Un número sin registrar. Como no decía la leyenda "Spam" entonces decidió contestar.

—¿Bueno?

—¿Estas ignorándome? —preguntó la persona al otro lado de la línea, una voz rasposa que conocía de memoria.

Aruma abrió levemente los ojos y con la boca entre abierta reconoció esa voz —¿Qué quieres?

—No evadas mis preguntas.

—No lo hago y no te estoy ignorando... es solo que...— solo podía pellizcarse el puente de la nariz como respuesta.

—Por favor dame una excusa nueva...

—Sabes que estoy ocupada la mayoría del tiempo, es todo, entiéndeme.

—No voy a entenderte cuando desde hace cuatro meses no has venido a verme, tuve que pedir otro celular porque el anterior no lo contestas... —Hasta se oía ofendido.

—Lo siento... debe haberse ido a spam o...

—No me interesa. —Tajante—. Debo verte lo más pronto posible.

—Escucha, no puedo ir, no en éstos días, he estado trabajando mucho, tengo algunos pendientes —Aruma estaba hablando más rápido de lo normal.

Se escuchó una risa seca proveniente del hombre —No te pregunté, dije que debo verte... mañana a esta hora te quiero aquí

—Te he dicho que...

—No, conmigo no funcionan tus escusas baratas, ya no.

—Escúchame un momento...

—Tú tienes más las de perder que yo, que se te quede en la cabeza Aruma —masculló entre dientes mientras cortaba la llamada.

Lo único que hizo ella fue separar el celular de la oreja y azotarlo contra el escritorio.

~

Tal como le ordenó. Al día siguiente estaba aproximadamente a las cinco de la tarde en la sala de visitas.

Sola, sentada en una sala fría, con la misma sensación en el cuerpo de cuando uno pasa un buen rato cerca de los refrigeradores del supermercado.

Las paredes eran de un color gris horrible que ya se estaba descarapelando por el paso del tiempo. Estaba aguantando el impulso de salir corriendo de ahí mientras se frotaba las manos.

Un guardia entro al recinto tomando del brazo a un hombre no mucho más alto que ella, tal vez la rebasaba por unos diez centímetros de estatura, tenían el cabello del mismo color pero el de él estaba alborotado, como si unos pajarracos hubieran decidido hacer un nido en su cabeza.

Se notaba cansado, más desalineado que la última vez, y su facie no concordaba con la edad que tenía.

Era cómico verlos y compararlos, mientras Aruma era la viva imagen de la formalidad como de costumbre con su falda y abrigo él en cambio era el otro lado de la moneda con su uniforme color caqui.

En la costilla de Adán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora