12 | Futuro esposo

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El 25 de diciembre aterrizamos en Roma con nuestro grupo de ex convictos. Las aguas en Italia están revueltas, me explica Margot que éste próximo año se celebrarán las elecciones presidenciales que tiene a la actual presidenta pendiendo de un hilo, y esa derrota significaría la victoria indirecta de Santino Rinaldi, el cual respalda al candidato que lidera las encuestas: Daris Faricci.

No estaba muy empapada sobre el tema. Toda mi atención estaba en China, apenas supe algo de que Rusia estaba preparando armas nucleares con las Nefitas, o algo asi.

Alex es quien pasa a recogernos en una van negra, besa a Margot, recibiéndola con un ramo de rosas rojas. Se me hace muy tierno que el tipo siendo tan grande y con ese aspecto bastante rudo parezca un osito de felpa cada que la ve.

Al final todos tienen su lado cursi.

Me coloco el carnet del SIPM aunque ya no es válido por mi expulsión.  Es la una de la tarde y me pican las manos por la ansiedad de llegar a reunirnos con Spence, con mi relación con la Dama de Mexico puedo volver a trabajar con el grupo, solo que no estoy segura de que acepten mi condición.

La base queda a poco mas de veinte minutos del aeropuerto y planifico en mi cabeza todos los discursos posibles para cada alternativa de respuesta que puedan darme. Margot no para de repiquetear la pierna y me emociona ver por fin el porton negro que da la bienvenida a la base principal de Italia. Atravesamos la entrada, no sin antes identificar a los agentes dentro y a quienes ya no lo somos también.

Desciendo apenas Alex se estaciona y me apresuro a entrar a la recepción. Mi plan es infalible, estoy segura de que el jefe podrá plantearlo a la mesa directiva y que será aprobado. Corro por los pasillos, subiendo las escaleras que llevan al despacho de Spence. Las luces blancas incandilan y aunque las manos me tiemblan un poco no dudo en tocar el pomo y girar para encontrar al jefe en una acalorada discusión con alguien que no capto de inmediato porque está en la esquina detrás de mí.

No me interesa porqué pelea. Solo me interesa lo que tengo para decir.

Estoy segura de que dirá que sí.

—Spence, conseguí a mi mamá... Ella es la entrada perfecta, déjame volver, hay que plantear el caso con el consejo —Casi que vomito todo el discurso en tres segundos, de no ser porque escucho que alguien quita el seguro de un arma atrás.

Mi reflejo es inmediato, me agacho impulsándome hacia adelante mientras que escucho a Spence gritar.

—¡No, carajo! —No sé cómo llego tan lejos, mucho menos como esquivo la bala que lanzan en mi contra— ¿Estás loco?

Me meto detrás del escritorio, reteniendo la respiración y mirándome el pecho por si acaso me han herido y aun no siento el dolor por la adrenalina. Un segundo, tercer y cuarto disparo llega a mis oidos y no hago más que quedarme inmóvil. No veo sangre, tampoco logro sentir humedad.

No entiendo el ataque.

Se enciende una alarma y enseguida la habitacion se llena de agentes. Escucho pisadas y voces.

—¿Qué hace esa maldita perra aquí? ¿Tambien te la follas? ¡Claro que sí, cogerse a la familia entera seguro que siempre fue su sueño!

Reconozco la voz enseguida.

—¿Pero qué coño pasa aquí? —Esa es Margot y por fin salgo de mi escondite.

Lo primero que veo es la pistola en el suelo que alguien le tumbó al sujeto enorme junto a la puerta, cuyos ojos se encienden en ira cuando me ve de frente.

—Qué te pasa, imbécil —Es mi amiga quien recoge el arma, dándosela a otro agente.

Hay diez hombres uniformados en el despacho y todos apuntan a Massimiliano. Spence es quien hace la seña para que bajen las armas porque aparentemente todo está bajo control.

Santa InfielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora