MASSIMILIANO BENEDETTI
No estoy escuchando nada de lo que dice el equipo de Grani. La presidenta no se mueve y es obvio que le faltan huevos para tomar una decisión, por eso las mujeres no pueden gobernar, genéticamente no están listas para coger las riendas de malas situaciones.
—Me voy a reunir con Daris Faricci —Me importa muy poco lo que opine el resto.
—Eso no, no les voy a ceder poder —por fin habla la hija de puta.
—¡Nos están atacando! —Grito, explotando. Ya no voy a contenerme—. Mi hija y sobrinos están en el area de proteccion del SIPM porque bombardearon mi casa, acabaron con Génova, destruyeron el Vaticano, van mas de cinco mil muertos solamente hoy ¿Qué más coño quieres?
—Hey, hey.
A Elizabeth le molesta que le alcen la voz, a cuenta de que es la jefa cree que nadie le puede llevar la contraria. Ya debería saber con quién carajos está trabajando.
—O negociamos con Faricci o te jodes porque Italia se acaba.
—No le hables así a...
—Cállate la puta boca, hombre. No sabes otra cosa que hacer que chuparle el culo a Grani.
Me estresa la gente lame bolas.
—El camino a seguir es el dictado ya —La mujer alza la voz y su gente asiente como foca. La admiran y veneran tanto que no sé si tienen el cerebro en funcionamiento realmente—. No hay negociación con terroristas, no hay acuerdo con criminales de la izquierda...
—Claro, y que sigan bombardeando el país, que sigan matando a la gente ya que tu Ministro de Defensa tiene el puesto de adorno y tu cerebro parece que también lo está porque amanecimos bajo ataque y no terminas de reaccionar, carajo.
Silencio.
Todos me ven, me he puesto de pie. No voy a quedarme a ver como destruyen Italia, mucho menos cuando mi familia está aquí.
En la mañana recibí por parte del equipo que colocó Spence a proteger la casa un avistamiento de sujetos no identificados que merodeaban la zona, tuve que llevar a los niños en pleno ataque hasta el área de protección.
El Vaticano cayó con todo y sus oraciones, no quedó mas que una nube de cenizas y un charco enorme de sangre adornando las calles. El SIPM se desplegó, la policía en las calles trata de poner a salvo la ciudadanía, hay militares haciendo frente a los ataques, la aviación resguarda nuestros cielos a ciega y cuando estoy a segundos de renunciar a toda la mierda por la que me trajeron de vuelta el edificio se sacude con la explosión que me deja los oidos pitando. La luz se va y quedar a ciegas es mucho mas desesperante que saber que la muerte en Italia te espera en todas las esquinas.
El polvo se levanta y me parece que enpieza un derrumbe porque no consigo el equilibrio para ponerme de pie. Escucho las voces de todos preguntándose si están bien y Grani da fe de vida al hablar.
Se restablece la electricidad, dándome un vistazo de la grieta que se interpone entre la presidenta y yo. De mi lado el suelo empieza a ceder y pego un salto hacia ellos, regresando a la estabilidad. Con suerte estamos en un piso dos.
—¡Decreta un estado de alarma ya! —le grito a Grani mientras escucho los disparos fuera del edificio, el piso empieza a hundirse—. Que nadie salga a la calle.
La seguridad de la presidenta recibe información externa y la noticia que dan me deja helado. Han tomado la base principal de la ciudad, sometiendo a los pocos agentes que quedaron con vida. Spence está ahí, no creo que esté muerto, mucho menos que sea de los sometidos. Trato de pensar en positivo porque mi hermano es listo.
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Santa Infiel
RomanceCuando un enemigo del pasado vuelve con más fuerza, Spence debe buscar al único hombre en la tierra capaz de ayudarle a exterminarlo: Massimiliano Benedetti, expulsado, exiliado y dado por muerto. Y mientras que Biana busca venganza por su propia ma...