Capítulo 13: Granada

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Una mañana tranquila, mientras Kara jugaba con sus juguetes en el salón, Violeta se acercó a Chiara con una expresión pensativa.

—Chiara, he estado pensando... ¿Qué te parecería ir a Granada? Me gustaría que conocieras a mis padres , dijo Violeta tomando la mano de Chiara.

Chiara miró a Violeta con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—¿Granada? Me encantaría. Pero, ¿qué haremos con Kara?, preguntó Chiara preocupada por dejar a su hija.

—He hablado con tú madre y se ha ofrecido a cuidarla. Será solo por unos días, y estará en buenas manos, respondió Violeta sonriendo para tranquilizar a Chiara.

Después de asegurarse de que todo estaba en orden y de despedirse de Kara con muchos abrazos y besos, Chiara y Violeta emprendieron su viaje a Granada. Los primeros días los dedicaron a explorar la ciudad, disfrutando de su rica historia y su vibrante cultura. Pasearon por la Alhambra, se perdieron en las calles del Albaicín y probaron las delicias locales.

Finalmente, llegó el día de conocer a los padres de Violeta. Chiara estaba nerviosa, pero Violeta la tranquilizó con un abrazo y una sonrisa alentadora.

—Todo irá bien, Chiara. Mis padres están deseando conocerte, dijo Violeta tomando su mano mientras caminaban hacia la casa.

Al llegar, el padre de Violeta, un hombre afable con una sonrisa cálida, las recibió con los brazos abiertos.

—¡Bienvenidas! He oído tanto sobre ti, Chiara. Es un placer finalmente conocerte, dijo el padre de Violeta abrazándola.

—El placer es mío. Gracias por recibirnos, respondió Chiara sintiéndose un poco más relajada.

Sin embargo, la madre de Violeta, con una mirada crítica, no tardó en hacer sentir su desaprobación. Desde el momento en que Chiara entró, comenzó a criticar  desde la ropa hasta los modales en la mesa.

—¿Así que tú eres la famosa Chiara? , dijo la madre de Violeta, mirándola de arriba a abajo. Violeta ha hablado mucho de ti. Pensé que serías más... no sé, guapa.

Chiara intentó mantener la calma, pero cada comentario cortante la hacía sentir más incómoda. La tensión aumentó cuando la madre de Violeta hizo un comentario particularmente hiriente.

—Debes cuidar un poco tu figura, Chiara. Especialmente después de haber tenido un bebé. No querrás quedarte obesa, dijo con una sonrisa falsa.

Eso fue demasiado para Chiara. Sintió una oleada de ansiedad que amenazaba con desbordarla. Disculpándose apresuradamente, inventó una excusa sobre una urgencia familiar y salió de la casa, buscando desesperadamente un lugar para calmarse. Encontró un pequeño parque cercano y se sentó en un banco, tratando de controlar su respiración.

Chiara se desplomó en el banco del parque, el aire fresco apenas logrando calmar la tormenta que sentía en su interior. Su respiración se aceleraba, cada inhalación se sentía como si estuviera aspirando fragmentos de vidrio. Sus manos temblaban incontrolablemente, y un sudor frío cubría su frente. Sentía el mundo cerrándose a su alrededor, las voces y los ruidos del parque se volvían distantes y borrosos.

—¿Por qué no puedo... simplemente... estar bien? , murmuró Chiara entrecortadamente, mientras intentaba contener las lágrimas.

Su mente estaba inundada de pensamientos negativos, una vorágine de inseguridades y miedos. Las palabras de la madre de Violeta resonaban en su cabeza como un eco cruel, amplificando sus propias inseguridades.

Las palmas de sus manos estaban húmedas y su corazón latía con fuerza, cada pulso una fuerte sacudida en su pecho. Chiara cerró los ojos e intentó concentrarse en su respiración, recordando las técnicas que había aprendido en terapia. Inhalar profundamente por la nariz, sostener el aire por unos segundos y luego exhalar lentamente por la boca. A pesar de sus esfuerzos, la sensación de ahogo persistía.

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⏰ Última actualización: Jul 13 ⏰

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